POCAS personas tan apropiadas para hablarnos de Leopardi, de su vida, de su obra y del influjo de esta en España. Sucedió ayer, en la Fundación March. José Muñoz hizo un recorrido por la desdichadísima vida de Leopardi. El próximo martes lo hará por la obra de quien apuró hasta las heces el cáliz de la infelicidad sin abandonarse nunca a la desesperación, por más que el dolor le asomara a menudo al abismo del tedio y la disolución.
Como sucede con los viajes tan esperados que exigen de nosotros una preparación, y las conferencias de nuestro amigo son siempre un viaje hacia un lugar maravilloso, volvió uno a los libros del poeta italiano buscando en ellos, como siempre, el temblor de su vida, que es el temblor de la vida. Hace ya años nos maravilló aquel pasaje de sus Zibaldone que encierra toda su verdad. En él Leopardi, hablando de otros, hablaba de sí mismo:
"Esto tienen de propio las obras de genio, que incluso cuando representan a lo vivo la nulidad de las cosas, incluso cuando demuestran de manera evidente y hacen sentir la inevitable infelicidad de la vida, incluso cuando expresan la más terrible desesperación, aunque sea un alma grande que se encuentra incluso en un estado de extremo abatimiento, desengaño, aniquilación, tedio y desesperación de la vida, o en las más acerbas y mortíferas desgracias (bien a causa de altas y graves pasiones, bien por cualquier otra cosa); incluso así, sirven siempre de consuelo, despiertan el entusiasmo y no tratando ni representando otra cosa que la muerte, restituyen, al menos momentáneamente, esa vida que tenía perdida".
Pero también encontró uno este otro fragmento, el reverso de la medalla. Lo escribió en 1828. Tenía treinta años y estaba en Pisa, hospedado en una casa en la que la hija de los propietarios, Teresa Lucignani, despertó todo su interés. Ésta Lolita, avant la lettre y malgré elle, fue, según los estudiosos, quien le inspiró un amor secreto y uno de los fragmentos más hermosos de sus Zibaldone:
"Una mujer de 20, 25, 30 años tiene quizá más attraits, más ilicitud, y es más capaz de inspirar, y mucho más mantener, una pasión. Así al menos me ha parecido siempre a mí, incluso en la primerísima juventud: de la misma manera que a otros que entienden de esto (M.Merle). Pero, verdaderamente, una joven de los 16 a los 18 años tiene en su rostro, en sus movimientos, en sus voces, saltos, etc. un no sé qué de divino, que nada puede equipararlo. Cualquiera que sea su carácter, su gusto; alegre o melancólica, caprichosa o seria, vivaz o modesta; esa flor purísima, intacta, fresquísima de su juventud, esa esperanza virgen, incólume, que se le lee en la cara y en los actos, o que vosotros, al mirarla, concebís, en ella y por ella; ese aire de inocencia, de ignorancia absoluta del mal, de las desgracias, de los sufrimientos; esa flor, en definitiva, esa primerísima flor de la vida; todas esas cosas, incluso sin enamoraros, incluso sin interesaros, causan en vosotros una impresión tan viva, tan profunda, tan inefable, que no os saciáis de mirar ese rostro, y yo no conozco nada que pueda elevarnos el alma más que esto, transportaros a otro mundo, darnos una idea de los ángeles, de paraíso, de divinidad, de felicidad".
De todo ello habló nuestro leopardiano amigo, de esto hablará el martes, de esto seguiremos hablando muchos años con quien conoce como pocos el misterioso fulgor de luna llena que no mengua.
Villa delle Ginestre, Torre del Greco, Nápoles. Reloj de sol e interior. Septiembre, 2010. |
Excelente entrada. Sólo señalar un par de mínimas erratas: "acervas", por acerbas, y "1928", por "1828".
RépondreSupprimerEs una pena no haber podido escuchar a José hablando largo y tendido de Leopardi. Espero poder hacerlo cuando la Fundación March "cuelgue" en su página web las conferencias. Un abrazo, Álvaro
RépondreSupprimerLa calificación de gatoflauta es cuanto menos la que se merece esta entrada leopardiana en un día de luna menguante. Pero no estoy de acuerdo en las erratas, al menos en la primera: el texto y el contexto, si no me corrige el autor, eixgen "acerbas", es decir ´cruel, riguroso, desapacible", y no "acervas" que sería "conjunto de cosas...". Hay que ir con cuidado con la incorporación o pérdida del fuste en la b y en la v, pero aquí lo teniía bien ganado.
RépondreSupprimerCuando leí a Leopardi me sentí desamparado,como si toda su pena y ese lirismo tan desesperado estuviera dentro de mí.
RépondreSupprimerQuizás sería porque sonaba lo eterno,pues
las ascuas de la tristeza no se apagan nunca.
El Gatoflauta es un enterao y ha perdido una buena ocasión de callarse o de consultar el diccionario antes de hablar. Leopardi no entendía de "acervos", por más que fuera de familia aristocrática. Nunca reunió muchas cosas y siempre vivió pobremente. Pero sí sabía mucho del sabor "acerbo" de la vida, que con el gran poeta no fue muy lisonjera. Aun siendo tan acerbo el existir, y siendo él un chepadico cegarruto y enclenque, Leopardi amaba la vida, como todo poeta verdadero. Para demostrar esto, basta el fragmento que escribió en Pisa sobre Teresa Lusignani que reproduce el señor Trapiello, o el poema "A Silvia", que es también sobre una muchacha muy joven muerta en la flor de la vida y que como poema está en la cima de la poesía del mundo.
RépondreSupprimerAgradezco al primer anónimo que, aunque se equivoque al corregirme, lo haga con el tono moderado que emplea; no es el caso del otro anónimo. Tanto en el primer caso ("acervas" por acerbas) como en el segundo ("1928" por 1828), lo indicado en primer lugar y entre comillas es lo que figuraba originalmente en la entrada de AT; y lo segundo, la corrección que yo propuse ayer noche, y que AT efectivamente ha incorporado. Él mismo, si lo desea, podrá confirmarlo; pero reparen uno y otro anónimo en que el "1928" -entre comillas, como el "acervas"- también ha desaparecido. Y, por cierto, sí consulté el diccionario (el DRAE, concretamente) antes de hacer mi propuesta de corrección a AT; soy bien consciente de que todos podemos equivocarnos, yo incluido.
SupprimerToda una lección de humildad, para el soberbio anónimo de las 01:54. Con su comentario se ha calificado asimismo muy duramente
SupprimerLas erratas de un amigo han de contarse al oído.
RépondreSupprimerNo te pogas así, querido Gatoflauta, que mi respuesta airada era una broma y ya veo que eras tú el que parece que llevabas la razón. El gran Leopardi (tan pequeñito) es lo que cuenta, y no nos vamos a pelear por él. Pocos lo supieron ver en vida; unámonos ahora los que lo amamos.
RépondreSupprimerNo sabia que se pudieran decir cosas al oido en internet . telepatia ?, Bilocación? Las bromas en internet como las ironías en la radio no son de recibo y las suelen hacer gente que está al acecho, eso sí , a ellos no les gustan las bromas ajenas , en fin hay gente pa to, yo no creo en trolls pero haberlos hailos, saludos, Manuel
RépondreSupprimerManuel, es algo tan sencillo como enviar un correo al amigo Andrés a través de esta página.
SupprimerColgaremos el audio de la conferencia la próxima semana, sin falta. Saludos desde la Fundación Juan March
RépondreSupprimerGracias a la Fundación Juan March por su promesa de colgar el audio de la conferencia, que no pienso perderme. Y aceptadas las disculpas del amigo anónimo, que tiene toda la razón: es el gran Leopardi lo importante. (Por si alguien no la conoce, recomiendo desde aquí la traducción de una -excelente- selección de sus Cantos publicada por el también grande Eloy Sánchez Rosillo, en Pre-Textos).
SupprimerComo primer anónimo, desde el error de lectura, pues al parecer cuando leí la entrada de A.T. ya se habia enmendado el error, pero me quedé con una errónea lectura del texto de gatoflauta. Creo que los dos decíamos los mismo, pero leíamos cosas distintas... esos duendes de la lectura que nos hacen leer lo que queremos y no lo que dice. En cuanto a la fecha, nada que decir, ni ahora ni en mi primera entrada.
RépondreSupprimerA ver si nos aclaramos. No hay que buscarle siempre tres pies al gato. Lo que importa es lo que el señor Trapiello transmite como nadie, y no si falta una coma o si hay una falta de "hortografía" que a cualquiera se le cuela yb que no tiene ninguna importancia. A Cervantes no se le daba mal el anacoluto.
RépondreSupprimerMi propósito, cuando alguna vez (aquí o en otros sitios) hago una indicación sobre erratas, no es darles la importancia que (obviamente) no tienen, sino sólo señalarlas al autor para que, si lo desea, las corrija. Pero, obviamente, yo no frecuento este blog (ni la literatura de AT, el autor español vivo a quien más he leído) a la caza de erratas, sino por lo mucho que disfruto y aprendo leyéndole. Lo otro, efectivamente, es trivial; pero (como AT, tipógrafo, sabe), se agradece que te indiquen una errata, para corregirla. Yo, desde luego, lo agradezco.
SupprimerGatoflauta, eros noble por de más. Desde el primer momento se veía que no corregías al señor Trapiello como si fueras un dómine pedantón, sino para quitar esas motas de descuido. El autor escribirá muchas veces estas entradas a vuela pluma y es lógoco que alguna tecla se le baile. Todos amigos, pues, y a seguir leyendo a este hombre.
RépondreSupprimerGracias.
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