ACABA de publicarse, en edición tan sobria como exquisita, un libro, librito más bien, de Joseph Kessel, autor del célebre Belle de jour que inspiró a Buñuel, con fotografías de Jean Moral: La guerra está aquí al lado (editorial Ken).
1938. Kessel y Moral han venido a España. Como tantos reporteros se asoman a una guerra que hace vender en el extranjero miles de periódicos. No tienen mucho tiempo. Unas pocas semanas apenas, dos o tres. Pasan por Barcelona, Valencia, Madrid. El texto de Kessel, un hombre ponderado, recuerda a otros: cuenta lo que ve, pero no lo ve todo o no ha querido contarlo. Las fotos de Moral recuerdan igualmente a las que se hacían en la retaguardia, excepto esta, extraordinaria (y debería figurar, si la hubiere, en una próxima edición de Las armas y las letras). Se tomó en un salón de baile madrileño y hace pendant con aquella de la iglesia del Carmen que ha estudiado Carlos García-Alix, delirio de la revolución alrededor de unas momias recién profanadas. Se diría que ninguno de los que salen en ella es consciente de lo que se le viene encima, de lo que entre todos parecen auspiciar. Recuerda a algunas de las descripciones que nos dejaron Foxá o Baroja. Podría titularse incluso, como un relato barojiano, Las saturnales (bacanal sangrienta). Bailan, como en un carnaval solanesco, hombres con mujeres, hombres con hombres, tronados solos. El rostro de la muerte asoma, más que en sus risas, en esas gorras militares caídas a un lado o hacia atrás indisciplinadas, con descuido. Si la foto del Carmen hizo un daño inmenso a la República, esta ya no podía hacerle ninguno: la República ya había muerto. Sólo faltaba este pavoroso entierro de la sardina.
1938. Kessel y Moral han venido a España. Como tantos reporteros se asoman a una guerra que hace vender en el extranjero miles de periódicos. No tienen mucho tiempo. Unas pocas semanas apenas, dos o tres. Pasan por Barcelona, Valencia, Madrid. El texto de Kessel, un hombre ponderado, recuerda a otros: cuenta lo que ve, pero no lo ve todo o no ha querido contarlo. Las fotos de Moral recuerdan igualmente a las que se hacían en la retaguardia, excepto esta, extraordinaria (y debería figurar, si la hubiere, en una próxima edición de Las armas y las letras). Se tomó en un salón de baile madrileño y hace pendant con aquella de la iglesia del Carmen que ha estudiado Carlos García-Alix, delirio de la revolución alrededor de unas momias recién profanadas. Se diría que ninguno de los que salen en ella es consciente de lo que se le viene encima, de lo que entre todos parecen auspiciar. Recuerda a algunas de las descripciones que nos dejaron Foxá o Baroja. Podría titularse incluso, como un relato barojiano, Las saturnales (bacanal sangrienta). Bailan, como en un carnaval solanesco, hombres con mujeres, hombres con hombres, tronados solos. El rostro de la muerte asoma, más que en sus risas, en esas gorras militares caídas a un lado o hacia atrás indisciplinadas, con descuido. Si la foto del Carmen hizo un daño inmenso a la República, esta ya no podía hacerle ninguno: la República ya había muerto. Sólo faltaba este pavoroso entierro de la sardina.
Una de las cosas que más sobrecogen al ver una fotografía tomada en tiempos de guerra, y en la que sus integrantes reflejan felicidad en sus rostros, es que uno sabe lo que ellos en ese momento ignoran: la tragedia que están a punto de sufrir.
RépondreSupprimerYo ahí nada más que veo borrachos, pobre gente peligrosísima, probretería y locura.
RépondreSupprimerQué bien dicho.
SupprimerMe recuerda la foto de los escritores en Valencia disfrutando de la playa ( en las armas y las letras), o las peliculas de Vietnam, el Berlin de la guerra mundial, o mi experiencia personal viviendo en Monrovia en tiempos de la guerra en Liberia. Cuanto mas cerca de la muerte se esta, mas se quiere vivir y festejar. La foto es bella todos estan pendientes del fotografo para pasar a la posteridad.
RépondreSupprimerQué contraste entre este comentario y el anterior (y su respuesta). Las dos lecturas con su parte de razón. Sin negar la primera, me quedo con la segunda.
SupprimerPodría evocar a la "Romería de San Isidro", de la etapa crítica, de Goya.
RépondreSupprimerSi la foto esta es de 1938, alguno de estos pájaros borrachuzos pudiera ser que ese mismo día o el anterior o al siguiente, le diera matarile sin pestañear a más de un paisano del bando contrario.
RépondreSupprimer...O se lo dieran a él.
SupprimerEl significado de la foto no está tanto en la risa forzada, artificial, de los que bailan. El grupo. El significado está en el joven solitario, gorra de mando, cara de niño, seriedad, mirada despectiva, chaquetilla desaliñada. Esa era la República, un poder aniñado, separado, desestructurado, y una mayoría con una carcajada impostada.
RépondreSupprimerEl acto de matar hay que hacerlo con corbata, uniforme, toga o sotana, no seáis pobres;pobres. Algunos tiene ojo clínico, solo con mirar la foto ya sabe que hay locos y borrachos.
RépondreSupprimerAlgo en propiedad
El comentario del Anónimo de las 02:19 parece sugerir (que él me perdone, si no era ésa la intención) una justificación del alzamiento, y quién sabe si de la guerra misma, en base a los presuntos males de la República. Olvida, si es ése el caso, lo que la sabiduría popular conoce: la posibilidad de que el "remedio" sea peor, infinitamente peor, que la supuesta enfermedad.
RépondreSupprimerMi contestación podía ser la entrada posterior de Nicolás. Lo que este anónimo decía en la suya es que fue una pena que la mayoría no fuese quien gobernase la República y que por causa del golpe de estado fascista ese gobierno lo fuese de minorías, partidistas y autoritarias. Cada una mirando para su causa, receloso del otro, incluso persiguiéndolo y destruyéndolo. Eso veía en la foto, en ese joven separado, con poder y desaliñado. Mientras, en el frente, ¿por qué causa fueron sacrificados tantos jóvenes y no tan jóvenes?: ¿por la comunista? ¿por la socialista? ¿por la anarquista? ¿por la demócrata republicana? Lástima por lo que pudo ser y no dejaron ser, todos los unos levantándose en armas y los que eran menos de los otros tirando para su casa.
SupprimerLa República ya había muerto porque, aunque nació llena de esperanza, desde el primer día fue atacada por todos, inoculada con todo tipo de virus pseudorevolucionarios y bacterias generadoras de fascismo. Y la fotografía me parece la representación del esperpento final, que puede ser el entierro de la sardina o la conga de Jalisco en un cotillón de fin de año. Lástima por lo que pudo ser y no fue...
RépondreSupprimerHombre yo he dicho que estos borachos le darían quizás matarile a otros del bando contrario porque son los que se ven en la foto. Ya sé que los del bando contrario eran iguales o peores y daban también matarile a quienes pillaban; de lo contrario, no habría habido guerra. No buscadle siempre tres pies al gato. Lo que he dicho es de éstos porque son los que estaban delante de la cámara; cuando se vean los del otro bando diré algo parecido.
RépondreSupprimerPiensa el ladrón que todos son de su condición, Volverán las oscuras golondrinas y los corruptos no tendrán tontos que les defiendan, la palabrería se la lleva el viento y alguno se ahogará con su propia bilis. Saludos, Manuel
RépondreSupprimerEse grandote que hay en el centro, de negro y de perfil, te pilla en aquellos tiempos y te fríe, no te quepa la menor duda, dejémonos de historias.
RépondreSupprimerYo no sé lo que los demás verán en esta foto terrible, pero lo que es a mí la puta foto me pone los pelos como escarpias. Strassenfrei.
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