24 mars 2012

La soledad y sus guardias

LLEVAN hablando tantos años mal de él, que, una de dos, o es aún peor de lo que dicen, o, por el contrario, alguien extraordinario, y no lo pueden sufrir. Porque nadie se toma la molestia de combatir algo o a alguien tanto y durante tanto tiempo.
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ÉL, ella. Marido y mujer. Tenían que meterlos en la cárcel. Sí. Pero en la misma celda.
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LOS haikús, y los proverbios árabes, tienen algo de apócrifos.
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LA verdadera soledad no se llena con nada. Hay que dejar que se seque sola, como los charcos del campo.


Calle Piamonte (Madrid). Trampantojos de un grafitero anónimo. 22 de marzo de 2012.

7 commentaires:

  1. Estoy de acuerdo contigo, los haikús tienen algo de literatura tradicional, incluso anónima. Yo, que soy amante de escribirlos, siempre tengo esa sensación.
    Un saludo.

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  2. la soledad, la soleá, ensancha mucho los pulmones, pero los encharca.
    saludos

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  3. Manuel Cañedo Gago24 mars 2012 à 16:06

    Esas sombras parecen las siluetas recortadas de los antiguos serenos. Podrían ser sus espectros, que vuelven para vigilar las calles.

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  4. Y más vale sola que en mala compañía.

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  5. Mejor en una cárcel nueva que en un asilo, podrian fumar y seguro se come mejor

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  6. No es éste un comentario sobre la entrada. Más bien, quizá, una declaración de fidelidad. Me gusta mucho tu blog o, ¿vale así?, diario. Lo sigo con mucha frecuencia. Una visita agradable. (Estoy de acuerdo, en ocasiones, en otras: no). Hay un diálogo silencioso, un placer recóndito en la última hora del día o en una escapada [electrónica] durante las administrativas horas del trabajo. Es una buena compañía. Ay, los placeres sencillos: este es uno. Gracias, Andrés por la compañía en la grisallada de los días, en la alegría de las tardes, en la composición de las noches: esas lecturas anteriores al sueño. Un saludo.

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  7. Ya parece que con lo del Nobel no se acuerdan mucho de el, y por eso tiene que salir la viuda -en esas memorias suyas tan... solicitadas- a contarnos lo mucho y bien que jodía. Con lo cual, ya solamente nos falta el capítulo de lo que bien que comía y el de lo mucho que caminaba. Y entonces podremos morirnos todos de la risa, quiero decir, descojonarnos. David Fdez.

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