7 mars 2014

Widmung

WIDMUNG (*)

En silencio la casa.
Una lámpara en pie con su universo
pequeño y armonioso,
y en el balcón la luna con su peplo.

Peplo, una palabra culta
para vosotros, hijos.
¿No oís en el cristal de la ventana
la mariposa acometiendo ciega?
No le bastan la noche de verano
ni todas las estrellas.
Quiere también entrar,
coronar vuestras frentes y libar
en esas blancas manos 
que el cansancio dejó sobre el embozo
como pastas de un horno. 

El ruiseñor se ha ido y la lechuza
de la vieja almazara ulula y piensa
con síncopas lejanas
para no despertar vuestro reposo.

Dormís, dormís, y vuestro padre al lado
va escribiendo estos versos
e igual que la falena testaruda
golpea en el papel como en un vidrio
y trata así de entrar en la poesía,
como luz en la noche.
                                                         (1989) 

(*) Publicado en en número 108 de la revista Turia que conmemora su trigésimo aniversario. Se acompaña allí de la siguiente nota: "Este poema, inédito, es de los tiempos en que empecé a colaborar en Turia. No sé por qué no lo publiqué nunca. ¿Pudor, inconvicción? El que lo haya conservado siempre a mano, indica, no obstante, una relación especial con él. Su título, "Dedicatoria", hace referencia al lied de Schumann, canción unida para mí a la niñez y a la de mis hijos, a quienes el poema está dedicado".


R. y G. (arriba y abajo respectivamente). Las Viñas, h. 1989.



11 commentaires:

  1. "y trata así de entrar en la poesía,
    como luz en la noche."

    El poema es la contención de lo inefable. Hermosa imagen del padre contemplando a los hijos.

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  2. Me gusta la foto, me recuerda en algo a esos cuadros de Velázquez en los que te atrapa la expresión de las miradas, que parecen hablarte directamente. El poema tiene algo inquietante, tal vez por eso lo has tenido oculto durante mucho tiempo. La noche, las polillas, la lechuza...Algo de eso. Sin embargo, hay belleza poética en algunas imágenes, como la de las frentes inocentes de los niños y las manecitas blancas en el embozo de las sábanas. Es bello. Con tu permiso, contaré algo que me ha venido a la memoria al leer el poema. Durante algún tiempo trabajé de noche, vigilando una fábrica, en medio del campo, en un polígono industrial. La lechuza (la coruxa) entraba por no sé dónde, y volaba por las altas naves oscuras y silenciosas, sorteando las cerchas, en planeos cortos y precisos. La sentía pasar, volando en la oscuridad, en la vertical de mi cabeza. Lo sabía porque notaba un estremecimiento en la espalda, en la nuca. Sé que me miraba, que me observaba. Me daba miedo. A veces oía lejanamente jaleo, aleteo violento de alas, sordina de ruidos, golpes inaudibles. Se ve que atrapaba ratones, o topos, erizos, bichos que andaban por la vieja fábrica, cuyo suelo de tierra constituía la mejor de las moradas para estos seres. Yo recorría a oscuras y en silencio las naves. Un día la vi posada en un ventano. La luna iluminaba y recortaba su figura y su rechoncha cabeza blanca. A partir de aquella vez, cuando salía a hacer el recorrido por los largos pasillos de las naves, llevé conmigo un palo, una vara. Me daba seguridad. Lo cierto es que no volví a ver más a la lechuza.

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    1. “A noite da coruxa”. Sargento de milicias en el CIR nº 13 de Santa Cruz de Parga (montañas de Lugo llenas de “toxo” y frías en agosto), recuerdo que un día de 1969, en el suelo del campamento me encontré una hojilla con el "Monólogo do vello traballador” manuscrito (ahora tomo el sol… y espero. “Longa noite de pedra”, Celso Emilio Ferreiro). Uno de los castigos a los reclutas consistía en sin sentido alguno cortar tojo de un espacio predeterminado de campo. Mi escaso espíritu militar casi obliga al teniente profesional a imponerme el mismo castigo a mí…

      Parando la batallita, sargento. "Las altas naves silenciosas y oscuras" del polígono industrial en el campo que va dejando de serlo. Gracias por contarlo. "Por los largos pasillos de las naves" me recuerda, "por los largos pasillos del verano". ¿Verso desprendido de un poema? Me temo que no. Al menos hoy puede servirle a alguien para de la noche de la lechuza salir a la estación, casi ya primer verano. “A punto de estallar los azahares”, ponía por aquí no hace mucho un tocayo nuestro. Quizá otro verso sin poema.

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    2. Anónimo, ¿alguna vez oíste cantar a la curuxa? Cuando entran en celo, las lechuzas emiten extraños sonidos que en la oscuridad de la noche pueden resultar inquietantes.

      En 1969 llevaba yo el pelo cortado con el mismo estilo y tenía la misma expresión de asombro omnisciente que la de esos infantes que posan en la escalera de la foto, porque, al igual que ellos, era yo un niño (seis años) por aquella fecha hoy ya lejana de 1969; un niño de seis tiernos y maravillosos años ("En la infancia vivimos, después sobrevivimos" Leopoldo María Panero), y todavía, como es natural, nada sabía yo ni me importaba un comino acerca de la polilla o de la curuxa.

      Mucho menos de los sargentos.

      Los niños son tan nobles que ni siquiera intuyen nada de lo que pueda ser la poesía. Mientras somos niños nuestros ojos inquieren la verdad, no la rehuyen. Después viene el estado adulto... Algunos acaban como Aznar: enfermos.

      La mili la hice en Santocildes, Astorga, artillería, lanzacohetes, a principios de los ochenta. Astorga milenaria, prudente, humilde y maragata. Todos los recuerdos que tengo de Astorga son entrañables. De sus gentes solo puedo decir que son fantásticas, y serias, muy serias.

      Nos gustaba Jimi Hendrix, porque sus guitarrazos eran como un porro que no hacía falta fumar. Olía a chocalate ácido con solo poner la cinta en el casette: "All along the wachtower", tunturun turuntuntún... El día que entré al cuartel, nevaba. En la inmensa habitación donde pernoctábamos ("insoportable olor a pies, a pedos", permíteme el endecasílabo) todo aquel mogollón de basca que integrábamos el Regimiento (¿doscientos, trescientos?), tan solo había dos o tres (quizá cuatro) ventanas, ventanales, ventanucos. Eran ventanas estrechas y altas, no voy a decir que oscuras, aunque lo fuesen. Concebidas cuartelariamente para la ventilación y salubridad de los pabellones, que no para solaz de poetas encarcelados, permitían a duras penas el paso de la luz, al tiempo que escatimaban toda apetencia de ensoñación. Por abajo eran traslúcidas. Desde ellas, alzándose un poco de puntillas, se veía el Teleno. Solo se veía el Teleno. Era una línea blanca... de roca, de sombra y de roca.

      Las curuxas, como todos los seres silenciosos, son inquietantes, estremecen, pero son inofensivas, al menos para el género humano. Ellas sí que nos temen, porque nos ven blancos y redondos... Nuestra apariencia las turba profundamente.

      Alguien me dijo que actúan en esa forma siempre: desaparecen, inopinadamente, porque migran, viajan, cambian; porque tienen hábitats y costumbres distintas a lo largo del año, según la alimentación, según el tiempo, el clima. Pero nos conmueven y sobrecogen porque vuelan en silencio, como sombras blancas que recorren los techos altos de las naves, las vanos abovedados de las naves de viejas fábricas cerámicas de ladrillos y tejas, sucias de edad y humo, sin apenas mover las alas, dejándose caer, aterrizando en los mechinales y ménsulas cubiertas de polvo y oscuridad, observándote, mudas, con el sigilo prudente de quien proviene de la nada, como (parafraseándote) "quizá otro verso sin poema". La poesía tiene algo del inquietante vuelo de la lechuza, del obsesivo martilleo de la polilla en el cristal de los faroles. Pero la verdad es que no sé qué hago yo aquí hablando de curuxas y de montes sagrados. Voy a darme una vuelta. Hoy ha salido el sol.

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    3. Muy hermosas tus dos intervenciones, amigo Anónimo. Enorme, un viejo aguacate servía de refugio a una lechuza en el instituto donde yo daba clases nocturnas (Gaona, cerca de la Plaza de la Merced, Málaga). Alguna vez, quizá el arcipreste de Hita, los pocos alumnos y yo guardamos silencio para escuchar su canto, el grito, la queja sincopada que dice el poema. “Bastaba el ulular de la lechuza”: último verso sin poema de hoy.

      Gracias de nuevo. Recuerdo con mucho gusto la cocina de Placeres, donde a veces comía, a un paseo del CIR nº 13. La muy tímida galleguita que me servía queso de postre, si al “Cordobés, ¿queres queixo?” de la dueña yo contestaba que sí. La muy guapa Chola, en cambio, vivía en una casita, casi dentro del campamento, junto al puesto de guardia de la entrada. Recuerdo que era costumbre formarla, con espíritu no enteramente militar, y darle a la Chola la novedad cuando iba a la fuente con su cántaro.

      Pero a callar Parga, *Jitiriz, *Lujo. En la rebotica de los comentarios, hoy, el asiento mejor, solo para el anónimo tuyo.

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  3. Los hijos y los poemas.
    Siempre en guerra ser y Ser,
    las divinidades ciegas.

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  4. D' abuten , los poemas hechos por poetas en edad más joven pueden parecer mejor que los que haga de mayor , ya que al ser joven emite un sentimiento más puro que da punch al texto y el texto llega a más gente ; Cuestión de gustos porque los grandes poetas nacen para ello y siempre son artistas ; se puede aprender a escribir cosas interesantes pero aprender a ser poeta es una utopia ,

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  5. Excelente poema y foto
    De Antonio Machado :
    Tarde tranquila , casi
    con placidez de alma,
    para ser joven, para haberlo sido
    cuando Dios quiso , para
    tener algunas alegrías ....lejos,
    y poder dulcemente recordarlas.

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  6. Preciosísimo poema y preciosos niños que ahora tienen la edad de mis hijos...

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