SU mayor
encanto, en un mundo lleno de vanidad y de egotismos a menudo ridículos como es
el de la televisión y el de la literatura, fue la discreción. Y su mayor
talento, rodearse de gentes que él consideraba con un talento superior al suyo,
sin importarle que en su equipo hubiese excepciones a esta regla (yo mismo).
Había nacido en 1930 en León (“nadie es perfecto”, decía), hijo de un jerarca
local del Movimiento caído en desgracia por hedillista, y la Falange eterna y
el Sindicato pusieron en sus manos, años cincuenta, Acento cultural, una revista en la que colaboraban
muchos futuros defensores de la memoria histórica, ma non troppo. Sin salirnos del número dedicado a
Antonio Machado: Garciasol, Caballero Bonald, José Agustín Goytisolo, López
Pacheco, Moreno Galván, Luis de Pablo, García Hortelano, Alfonso Sastre, Juan
Goytisolo o Isaac Montero, a los que han de sumarse Castellet, López Salinas,
Celaya, Crémer o Blas de Otero como colaboradores habituales. Es decir: que ni
las cosas son lo que parecen, blancas o negras, ni se suelen recordar como
fueron. Con ese porte de hombre culto y tolerante llegó Carlos Vélez a finales
de los setenta a dirigir el único programa de literatura en la televisión, en
un país que contaba entonces sólo con una, la española, y dos cadenas.
En la
segunda, minoritaria, empezó sus Encuentros con las artes y las letras, que pasaría a ser un año después, Encuentros
con las letras. Dos
horas seguidas de literatura que Vélez puso a disposición de, entre otros,
Daniel Sueiro, Esther Benítez, Miguel Bilbatúa, Jesús Torbado, José Luis Jover
y el que pronto sería su colaborador más brillante, un Fernando Sánchez Dragó
todavía ágrafo y acaso quien mejores entrevistas acabó haciendo en ese medio,
largas y en profundidad. En cinco o seis años pasaron por los platós de Prado
del Rey o se les fue a ver a su casa Italo Calvino, Borges, Giorgio Bassani,
Michael Ende, Mújica Láinez, Severo Sarduy, Cortázar, Rulfo, Caro Baroja, Alberti, Larrea, Dámaso
Alonso, Savater... La lista sería interminable. Si no fuese una estupidez
enunciar algo así en literatura, podría decirse: todo el mundo.
Carlos Vélez
oía con atención las propuestas de sus redactores y por lo general les daba
curso sin cortapisas, generoso y austero, más cómodo siempre en el segundo que
en el primer plano, como un discípulo aplicado de Juan de Mairena (sus poetas
predilectos eran Machado y César Vallejo). Comprendió que la tarea de hacer de
España algo mejor, pasaba por el hecho de hacerla entre todos, dándoles la
palabra a famosos y desconocidos, viejos y jóvenes, progresistas y
conservadores. Es decir, lo único en blanco y negro entonces era la televisión.
Cada Encuentros se
esperaba como un soplo de aire fresco y los amantes de los libros lo seguían
desde todos los rincones de España (o casi, quedaban todavía muchos donde no
llegaba la señal) con una atención y respeto que hoy se nos antojan
irrecuperables. Mientras duró, cinco o seis años, hasta que las intrigas
acabaron con él, Vélez fue un hombre feliz, orgulloso de su trabajo. Tenía
sobradas razones para serlo.
[Publicado en El País el 8 de noviembre de 2014]
Me reconozco entre los amantes que evoca Andres Trapiello, atentos y respetuosos, sí, ante cada aparición de Encuentros, inquietante. Y era también la compañía semanal de Triunfo, y del cuadernillo literario de Informaciones, aquellos primeros y últimos años en los que creíamos reconocer en la realidad una forma de ilusión (Pessoa dixit), igualmente inútil según acabó por verse tiempo después.
RépondreSupprimer¿Qué cataclismo habrá sucedido en esta sociedad (o civilización quizás) para que programas así suenen a fantasía, a mundos ideales, a imposibles de plantear, emitir y contemplar o disfrutar? A veces pienso que este medio tiene la culpa de todo, que la democratización de la cultura que innegablemente puede favorecer, obliga a pasar por estos "sacrificios", estas carencias para los que conocimos momentos preinternet. O quizá esa es mi esperanza, que solo sea el paso intermedio intrínsecamente necesario para llegar a la total y verdadera democratización de la cultura, que no es otra cosa que el conocimiento del hombre y sus manifestaciones. Pero entonces recuerdo un pasaje de Juliano el apóstata donde expresa justamente lo contrario: la cultura solo será cultura si no llega al pueblo. Y entonces me entran ganas de pegarme un tiro.
RépondreSupprimerRecuerdo sus programas en mi plena adolescencia, creo que me iluminaron en mi casi recién descubierto gusto por la literatura.
Gracias por recordarlo.
Hubo, Sofía, un momento histórico en el que la cultura quería ser también el pan de los pobres, aquel en que hombres como Federico se subían a un fotingo y llevaban el teatro a los rincones más desheredados de la patria. Luego -ya se sabe- gente que odiaba la cultura o que entendía -como el Apóstata- que solo la cuna y el parné estaban legitimados para el acceso a semejante bien, dieron a traste con la mayor oportunidad que vieron los siglos de regeneración cultural hispana. Volvieron con saña y odio incontenido los liberticidas y sembraron de sal la tierra, y solo restaron algunos oasis (como el que en esta entrada de A.T. se mencionan) que, por minoritarios, carecieron de la trascendencia cultural que era de desear y apenas si su influencia fue más allá de los cenáculos de los iniciados. A fuer de sinceros, hemos de reconocer que era un estado de cosas que tenemos muy poco por qué envidiar actualmente pues, pese a la ignorancia generalizada, existen amplias minorías que participan de la cultura. Estamos mal, pero no idealicemos tiempos pasados de bárbara represión, en los que aun cosas como las que estoy diciendo estaban vedadas de salir en los periódicos.
RépondreSupprimerPero si nos refiriésemos en exclusiva a los primeros años de la actual Democracia, aquellos de las dos cadenas en blanco y negro, sí que podemos decir que la degradación ha existido. Actualmente, algo instrumental como es la política (que precisamente debiera existir para facilitarnos el acceso a los "bienes de la tierra") ha suplantado el disfrute de los bienes. El mundo al revés.
Estimado Rob, conozco el tiempo al que alude, aunque solo sea por referencias y por mi capacidad (mayor o menor) para situarme en tiempos que no son los que una haya podido vivir realmente, y conozco los posteriores, y por supuesto y ya fehacientemente los que sobrevinieron tras la transición. Por eso NUNCA se me ocurriría comparar una reflexión de un personaje de una novela, por muy literaria fidedignamente que esté concebida, con una reflexión de siglos actuales (al igual que tampoco se me ocurriría pegarme un tiro -fehacientemente, subrayo- por muchas barbaridades que oiga/lea/viva): o sea, metáfora, juego literario en mi comentario, aparte de que no recuerdo ni con leve exactitud las palabras exactas que Gore Vidal pone en boca del emperador Juliano (ni nunca logro encontrar el pasaje exacto). O sea, tome mi comentario como una reflexión pseudo poética. Jamás me verá idealizar tiempos pretéritos en ninguno de sus aspectos, por mucho que me guste un traje largo y una puñeta en las camisas de los caballeros. Prefiero 40 millones de analfabetos funcionales a un sabio torturado por sus ideales o conocimientos. Lamento que mi comentario se haya prestado a la confusión. Mis disculpas.
SupprimerCreo, Sofía, que he sido yo quien se ha expresado mal: no existe ningún reproche para Sofía en lo escrito por Rob.
RépondreSupprimerCon afecto.
Ni yo lo he sentido así, estimado Rob. Tan solo fue desafortunada expresión por mi parte. De ahí mis disculpas, que reitero.
SupprimerCon afecto igualmente.
Sofía, en la foto número 17 tienes un look tremendo de Frida Kahlo. Más guapa y con mejores cejas tú, claro.
SupprimerPuede que yo tenga algo de Rivera...
¿Cuál es la foto número 17?... :) No sé de dónde has podido extraer ese número, con el jaleo de fotos que tengo hechas ( y cantidad), jamás se me ha ocurrido numerarlas "ordinariamente", por eso no sé a cual aludes. Pero imagino que te refieres a la misma que más o menos encabeza uno de mis blogs. Me lo han comentado alguna vez, no sé si con ese u otro autorretrato, algo de lo que nunca fui consciente. Total, que aunque amante del arte, nunca me dio por abundar mucho en su trabajo, no me llamaba especialmente la atención Frida, la verdad, pero a raíz de esos comentarios la estudié un poquillo mejor, y, lógicamente, me salió el poema :)... en fin, me di cuenta de que esencialmente éramos el mismo tipo de espíritu. Puede que sí, que tú tengas algo de Rivera... jajaja (me callo la interjección coloquial que me sale). Un saludo (gracias por lo de mejores cejas, las mías son de nacimiento así, lo mismo me las hubiera dejado como las de ellas si las hubiera tenido igual de pobladas :). Y muy agradecida por tu interés, Rob.
RépondreSupprimerMe he equivocado, Sofía: es la foto número 13 la que digo. Me he limitado a pinchar sobre tu nombre y se ha abierto uno de esos edenes recoletos que pululan por Red. Allí, está tu efigie en un bonito tondo; pico sobre él y aparece una secuencias de fotos de la artista (¿sevillana?): la número trece, Frida Kahalo (q.e.p.d.) rediviva, pero cejiperfilada y de labio lampiño. Los ojos, los merititos.
SupprimerEn Frida, cuesta separar su peripecia vital de la obra pictórica... El lecho del dolor fue su musa más apremiante: mala consejera suele ser. Pero vivir en la estela de mi cuate Diego Rivera, marca. Cuate que se parece bien poco a servidor en el careto pero..., alguna otra analogía compartimos.
Un beso (ahora, oso), Sofía.
PD.- Un blog de un fotógrafo excelente, David Hornero: "Viendo la vida posar" (sic). Lo frecuento. Si te place, allí nos vemos, Sofía.
Osa (usted lo dice) un beso, pero no osa (yo lo digo) usar nombre o pseudónimo de perfil identificable en blogger con lo cual, por mucho que lo haya buscado en el blog de su fotógrafo recomendado, no he conseguido encontrarle (mi intento ha sido debido más que nada por dejar este Bar (con mayúscula) libre de nuestras cuitas). Así que, mi muy apreciado Rob, o pica directamente en mi perfil, que le llevará a mis blogs, o puede que suceda, como a mí me ha sucedido, que al introducir mi nombre en google le aparezca en el número trece la, respetable pero nada identitaria, efigie de un señor de provecta edad (más provecta que la mía), eso sí, con pobladas cejas "a lo Frida", solo que blancas, o sea, profusamente canosas. Puedo jurarle por todos los santos, ateos, católicos, apostólicos, calvinistas, ortodoxos, musulmanes, hebreos, hindúes y hasta acólitos de Manitú que ESE no soy yo. Es casi de lo único que estoy segura en esta vida (si en otras posibles, dejo el análisis a los amantes de lo esotérico, no descarto nada ;)
RépondreSupprimerQuerido Rob, este es mi correo, sfserra@gmail.com, es público en el perfil de mis blogs y en toda internet. No llevo 13 años quemándome en este medio, con mi nombre y apellidos, con la poesía y la fotografía, para juegos que, por mucho que me hagan sonreír (reconozco la carcajada que me ha salido cuando he tecleado mi nombre en google " a instancias" suyas) sé bien que solo sirven de divertimento, que no son desagradables, por supuesto, pero que, le aseguro, al final terminan por desencadenarme el gesto amargo. Y yo, se lo juro, soy sevillana por los cuatro costados hasta tópicamente hablando, es decir, alegre, risueña, abierta con lo ajeno y muy expresiva. Le ruego se moleste en buscar algo más que una imagen de mí en google (aparecen más menús en ese buscador) y quizás así dé con el poema en el que uní a Frida Kahlo con Los Beatles. Tal vez de esa manera comprenda que el verbo "osar", desde mi punto de vista, jamás debe relacionarse con una muestra de afecto.
Y estoy segura de que ella, Frida, me apoyaría en esta opinión que le transmito (si no me aplaudiría y hasta sería capaz de marcarse una rumba con huesos rotos y todo).
Nota: En Frida es completamente diferenciable su experiencia físicamente dolorosa de su expresión artística. Solo fue la "excusa" que su "alma" necesitó/encontró para expresar otro tipo de dolores o carencias, eso sí, visualmente muy morbosas para cualquier observador/diletante/espectador de "arte". Este es el problema, con ella y con otros muchos artistas/mitos... Cuate.
Un beso, querido Rob.
Sofía Serra Giráldez
Pero, Sofía, questo e un maledetto imbroglio, yo me refería a este nombre tuyo de "aquí arriba", el que aparece al lado de la fotita con tu vera efigie; nada de buscar "gugles" ni cosa por el estilo. En tu blog, apareces dentro de una mandorlita, tondo o circulito fotogénico; he picado encima y se despliega una secuencia con 18 fotos tuyas -hermosa y enigmática-, y en la número 13 está Frida Kahlo Depilada. Así que nada de anciano con cejas de cosaco.
RépondreSupprimerEn cuanto al blog "Viendo la vida...", es cierto que meto letra con mote distinto (soy un poco pessoílla y me pirrio por los heterónimos inofensivos). Así que si pasas por la casa de David (esto suena a Antiguo Testamento, ¿no?), estaré a tu disposición bajo el mortadédilo disfraz de Fred.
Esta vez no oso osar, que te me amargas.
PS.- Disculpas a A.T.por los excesos evidentes.
Aaahhh....embrollo aclarado, perdón por mi torpeza. Se lo agradezco porque me abre un mundo nuevo por descubrir (no tenía npi de que eso pasaba cuando se pica en la foto del perfil de nadie...es más, he picado en el mío y me dice que no hay ninguna foto donde aparezca, lo cual tiene miga, habida mi afición, antigua, a los autorretratos, y su exposición, es evidente... Oséase, que me quedo igual que estaba...
SupprimerMenos mal, sobre todo para A. T., que ya hemos hablado por correo, y por ahí, sí podré enterarme de qué joía foto es mi gemela de Frida, si usted tiene la deferencia de entretenerse en mostrármela mediante enlace o lo que sea. Iré a la casa de David a buscarle, Fred.
Firmado: Ginger
(Casa de David, Fred, Ginger...¿estaremos siendo "extras" de una peli de Hollywood tipo Cecil B. De Mille? ... ;)
Andrés Trapiello, mis disculpas con toda mi sinceridad, como ya le he expuesto, quedará usted ipso facto liberado del compromiso de hacer posible la comunicación entre el señor Rob ( o Fred) y yo misma sobre este asunto. Con mi gratitud por su paciencia y comprensión.)