SE publicó ayer este artículo en El País, y a él cabría añadir estas consideraciones apresuradas que deberían elaborarse:
Una de las tareas más urgentes es exigir respeto para aquellos que defienden los
argumentos unionistas. En el debate secesionista se hace patente algo que nos
diferencia de otras democracias más maduras, como la británica.
En Gran Bretaña se han llevado a cabo discusiones y confrontaciones dentro de un clima del
mínimo respeto entre los adversarios que defienden posiciones antagónicas a
favor y en contra de la independencia de Escocia.
En cambio en el caso del
conflicto planteado por el gobierno catalán, los argumentos
del nacionalismo han calado en el discurso de la opinión pública hasta el
extremo de que las posiciones unionistas son etiquetadas como de extrema
derecha. Esta consideración es un supuesto
generalizado en la izquierda que parece haberse olvidado de que la defensa de
la unidad del Estado se basa entre otras cosas en el concepto de ciudadanía
formulado a partir de la Revolución Francesa y derivado de los principios
kantianos de la Ilustración. Un concepto que tuvo un papel fundamental en la
lucha contra la esclavitud propugnada por los unionistas en la Guerra de Secesión
norteamericana. Principios que han sido los de la izquierda clásica durante los
siglos XIX y XX, pero que parecen haberse olvidado.
Y a esto se ha llegado con la colaboración de gran parte de los
medios de comunicación que han creado un estado de opinión contrario a la
posición unionista, en el que se tilda de fascistas a aquellos
ciudadanos que se atreven a declarar en público sus opiniones favorables a la
unidad de España.
Ante esta estigmatización la reacción comprensible de los
partidarios de la unidad es un silencio que tiene graves consecuencias para la
libertad de expresión, porque hay mucha gente contraria a la secesión que no se atreve
a decir en público lo que piensa en privado. Este déficit democrático dificulta las condiciones para lograr un estado de opinión pública
que refleje lo que piensan los ciudadanos.
* * *
VIEJUNOS
Se emplea esta palabra, viejunos, sacada del argot de los jóvenes, no porque la encuentre apropiada o bonita. Tampoco, claro, lo son los adjetivos viejuno/a. En realidad resultan términos bastante irritantes por todo el desprecio que parece venir larvado en ellos. La experiencia nos dice, sin embargo, que las palabras de cualquier argot se quedan viejas pronto y se olvidan. Basta echar una ojeada, por ejemplo, al Diccionario cheli de Francisco Umbral. La mayor parte de las que aparecen en él, que circularon y se celebraron tanto por ingeniosas hace treinta años, nos resultan hoy ininteligibles, sin gracia y estúpidas, cochambrosas y llenas de abolladuras como los cascos y corazas que los extras de una película de romanos arrojan al cesto de mimbre al acabar el rodaje. Así que si se emplea hoy aquí la palabra viejuno, es por sentirse uno también como un casco de atrezzo con la crinera apolillada.
Se emplea esta palabra, viejunos, sacada del argot de los jóvenes, no porque la encuentre apropiada o bonita. Tampoco, claro, lo son los adjetivos viejuno/a. En realidad resultan términos bastante irritantes por todo el desprecio que parece venir larvado en ellos. La experiencia nos dice, sin embargo, que las palabras de cualquier argot se quedan viejas pronto y se olvidan. Basta echar una ojeada, por ejemplo, al Diccionario cheli de Francisco Umbral. La mayor parte de las que aparecen en él, que circularon y se celebraron tanto por ingeniosas hace treinta años, nos resultan hoy ininteligibles, sin gracia y estúpidas, cochambrosas y llenas de abolladuras como los cascos y corazas que los extras de una película de romanos arrojan al cesto de mimbre al acabar el rodaje. Así que si se emplea hoy aquí la palabra viejuno, es por sentirse uno también como un casco de atrezzo con la crinera apolillada.
La víspera del 9N acudí como protagonista al primero
y último acto político público al que he asistido y asistiré probablemente en
mi vida: la lectura en la plaza mayor de Cáceres de un manifiesto a favor de la
libertad e igualdad de todos los españoles frente a quienes al día siguiente
iban a atentar contra una y otra en Cataluña. Pues sabíamos todos o teníamos
indicios de que ese atentado se perpetraría al margen de la ley y de los
dictámenes del Tribunal Constitucional. Lo que ni sabía ni podía sospechar
nadie era que el atentado se llevaría a cabo no sólo con impunidad sino con
jactancia: “Aquí estoy yo para lo que quiera la Fiscalía”, retó provocador Mas
el mismo 9N. Su famoso órdago le estaba saliendo gratis, es un decir, porque
probablemente nunca se sabrá cuánto le ha costado a los catalanes ese guateque
al que finalmente no acudieron dos tercios. Además el Estado y la Historia
parecían darle la razón: como había prometido, en Cataluña el 9N se habían
sacado las urnas a la calle, contra lo que había asegurado el presidente del
gobierno de España, tenían al Estado a sus pies y la Historia la estaban
escribiendo ellos.
El manifiesto que iba a leer era breve y claro, sin
énfasis, sin retórica. Creo sinceramente que ningún demócrata hubiera dejado de
suscribirlo. Lo había redactado un hombre, Fernando Savater, a quien debe tanto
en su lucha decidida contra el terror, los liberticidas y toda forma de
matonismo un Estado de Derecho que puede permitirse el lujo de tirarlo también
a un cesto de mimbre, por viejuno.
No digo que viajásemos mi mujer y yo a Cáceres
pensando que acudiría una multitud a oír el manifiesto, pero no esperábamos
aquello, que tenía algo de chaplinesco: los únicos que habían acudido al
llamamiento eran dos muchachos de la Televisión de Extremadura, enviados por
sus jefes. Era difícil no tener la sensación de haber estafado a la prensa
prometiéndoles un hecho, y por tanto, una noticia, que no iba a producirse, y
les dije que entendería que se marcharan, y acto seguido subí dos o tres
escalones de esa plaza, para que se me viera desde Portugal, donde tal vez le
hicieran a uno un poco más de caso, y pedí a mi mujer que se pusiera delante,
resuelto a leerle el manifiesto a ella sola. En ese momento se acercaron
tímidamente tres personas, luego una más, luego otras dos. Se quedaron aquí y
allá, en la explanada vacía de los Foros de los Balbos, sueltas, donde caían,
como cuentas de un collar roto. Contando a los reporteros, que tuvieron a bien
hacernos la caridad de quedarse, fuimos trece. Al terminar, di la mano y las
gracias a los congregados, uno por uno, antes de dispersarnos en silencio,
abismado cada cual en estoicas
misantropías. Ni siquiera la presencia de los reporteros ni la de otro
joven consiguió rebajar la media de edad de los allí reunidos, todos viejunos.
Lo extraño es que en ese mismo momento y en la misma
ciudad, a unos cientos de metros, estaba reunido el Partido Popular en pleno,
el extremeño y el nacional, con la mayor parte del gobierno de España y su
presidente a la cabeza. Parece que habían montado aquello para hablar de la
corrupción, pero la realidad les había jugado otra mala pasada: un par de días
antes había estallado el “escándalo de los viajes” del presidente regional extremeño, cuyo desarrollo
esperpéntico deja a Valle-Inclán en el Padre Coloma. Al no dedicarse uno a la agitprop pensé, ingenuo, que en
algún momento de nuestro acto cívico aparecería alguien del Pp excusando
presencia. A mí, personalmente, me habría dado lo mismo, pero tampoco sucedió.
No vino nadie tampoco del Psoe ni de ningún otro partido político o entidad
cultural, universitaria, profesional que quisiera sumarse a trece ciudadanos
que pedían, a quienes se suponía tenían en su mano hacerlo, que se cumpliese la
Constitución…
De hecho, a esa misma hora también, no muy lejos de
Extremadura, en Sevilla, Pedro Sánchez, líder de los socialistas, hablaba de
ella. En realidad, de su reforma. Viene haciéndolo desde hace meses como un
mantra, para “encajar” a unos secesionistas que a estas alturas ya están
desencajados y no sienten el menor interés ni respeto por ella ni por el estado
federal. Como Sánchez sabe que ni la Constitución ni la ley ni el estado
federal solucionarán el problema de los independentistas, y menos aún una
reforma de la Constitución, como queremos tantos, que acabe de una vez por
todas con los privilegios, fueros, cupos y ventajas fiscales o electorales que
han favorecido las desigualdades y la insolidaridad entre regiones, como no
cree, decía, que nada de eso ayude mucho a “hacer política”, otro mantra,
Sánchez recurrió al catalán macarrónico, de película de romanos, para gritar
una declaración patética de amor: “Cataluña, te queremos; catalanes, os
queremos”. Estuvo a la altura de aquel famoso cup of coffee de la alcaldesa Botella.
“Yo no amo al pueblo judío ni a ningún otro pueblo; yo sólo amo a mis amigos”,
dijo Hannah Arendt, y desde luego no resulta fácil tener por amigos a quienes
tratan de privarte de tu ciudadanía y de tus derechos de ciudadano (y de paso,
si pudieran, de un 20% del pib que es de todos), desprecian las leyes que te
obligan a cumplir y se quieren separar precisamente porque se sienten mejores y
superiores a ti, creyéndote parte de una nación viejuna como España, sin el
futuro de su futuro país, aunque el suyo sea nonato aún y no sepa nadie si dará
en criatura sana y rolliza o en aborto.
Después de ver lo que sucedió en Cataluña el 9N,
donde el independentismo logró en doce horas lo que no logró el terrorismo de
Eta en treinta años, liquidar el Estado, las opiniones de Jiménez Villarejo o
Francesc de Carreras, publicadas en este periódico, y las de tantos más, no se
pueden ventilar tachándolas de “conservadoras”, “fachas” o “inmovilistas”.
Claro que echa uno cuentas, y ha de concluir que por inteligentes que sean, se
trata siempre de viejunos. Albert Rivera podría rebajar también la media de
edad, o Upyd subir la media moral y política del país tras denunciar ante la
Justicia a Mas por prevaricación en el mismo momento en que la cometía, pero
son a todas luces insuficientes. ¿Los justicieros de Podemos? Estos ni están ni
se les espera: “perfil bajo” tituló este periódico en relación a su postura en
el 9N, sabiendo que los podemistas, tan jóvenes y gimnásticos, quieren acabar a
un tiempo, también por viejunos, con un Régimen y una Constitución que tienen,
sin embargo, la misma edad que la mayoría de sus dirigentes: treinta y cinco
años.
En fin. Lo que empezó para uno la víspera de manera
tan desangelada, terminó igual el 9N: el presidente del gobierno, se nos dijo
en la tele, seguía desde Moncloa atentamente el transcurso de la jornada en
Cataluña. Era fácil imaginarle la tarde de ese domingo viendo los telediarios
con un transistor pegado a la oreja, oyendo “Carrusel Deportivo”. Se sintió uno
uno de aquellos viejunos apátridas de Baroja, que van sin afeitar y con su lema
a rastras, repitiéndose sarcásticos “nunca pasa nada, y cuando pasa, no
importa”: de todos los españoles, Rajoy era tal vez el único que ese día estaba
feliz y más pendiente de la quiniela que de los resultados inanes del ensayo
general de referéndum.
Trujillo desde la carretera de Cáceres, 8N de 2014 |
Admiro que aún le queden fuerzas para defender la sensatez, la lógica, la decencia, la política "real", es decir, ser congruentes con esas normas que por activa o por pasiva aceptamos en su día que nos gobernaran como grupo humano, para nada inamovibles, desde luego. De fascistas nos tildaron a muchos hace ni un lustro por simplemente expresar nuestra opinión sobre lo que se avecinaba. Entonces oí a ningún intelectual de palabra con altavoz avisar o defender. Fue realmente doloroso, realmente. Haberse educado en la lucha contra una dictadura, haberse formado en el valor social de un estado de derecho, haber peleado porque algunos hoy mismo puedan tildar de fascista a alguien que es todo lo contrario, y encontrarse con la nulidad de cerebros, no encuentro otra expresión más real, me ha llevado literalmente a no creer en nada, salvo en mí y poco, la verdad. Comparto su pesar por esa decepción en la Plaza mayor de Cáceres. tengo una bonita (al menos para mí lo es) fotografía sobre ella que hice un junio de esos particulares momentos muy negros para mis creencias sociales y políticas. me gustaría poder dársela, como un abrazo en medio de tanto desconsuelo. Porque a mí todo esto, es lo único que me provoca, un desconsuelo inmenso (ya he superado el miedo, pánico, que sentí ante tanta barbarie de palabra, será que soy también viejuna).
RépondreSupprimerUn inmenso y fuerte abrazo en principio, incluidos los dice o trece espectadores. Siendo andalucista, creo en España. Le acabo el gusto y el esfuerzo. Le aseguro que alguna otra vez protagonizará actos políticos. Y se lo agradeceremos.
RépondreSupprimerEs usted andalucista. ¿Y eso que significa? ¿Es usted estudioso de todo lo referido a Andalucía?
SupprimerEstudioso, sí. Y además creo que Andalucía debe tener voz y vida propia. Y afiliado a una organización política similar. Me considero de izquierda, demócrata y creo en la unidad de España. Contradicciones? las precisas.
SupprimerSi en la portada de El País de hoy hubieran añadido el nombre de Trapiello a aquellos de la ¿"generación de oro"? que publican libro, sin duda ésta habría quedado mucho más adecuada. Aunque considerando la opinión que Andrés tiene en algunas ocasiones para estas cosas, lo mismo prefiere que no le hayan sacado en el escaparate.
RépondreSupprimerFelicidades por todo, y ello incluye el Viejunos de ayer y El final de Sancho Panza, que ya debo de tener en Correos.
Aunque no estoy bien informada (o precisamente por eso), creo que falló totalmente la convocatoria a los ciudadanos para estos actos, que luego he sabido se hicieron en todas las capitales de provincia.
RépondreSupprimerSi yo lo hubiera sabido con antelación, habría intentado dar publicidad a la convocatoria a través de las webs en que participo, y habría pedido a mis amigos que hicieran lo propio. Pero me enteré el mismo sábado por la mañana, leyendo este blog en el descanso del partido de baloncesto.al que llevé a mi hija para jugar con su equipo. Así que tampoco pude ir a la convocatoria de mi provincia.
Pero, insisto, si me hubiera enterado habría hecho lo posible por alterar mi jornada y acudir. Y creo que mucha gente también lo habría intentado.
Estoy convencida de que, si la población de Cáceres se hubiera enterado, habría acudido en mucha mayor medida, también para conocer en persona a Trapiello. Así que creo que se hizo mal, y es una pena porque en estos tiempos las redes sociales suplen el frecuente pacto de silencio mediático, tan eficaz antes de Internet.
Para el futuro habrá que hacer mejor las cosas. No creo que haya que deprimirse, sino aprender. Por lo demás, a la ciudadanía no le da igual lo que pase en Cataluña, pues, como ya he dicho en otras ocasiones, la fragmentación no sería solo destructiva para España, sino (por el efecto llamada para todas las regiones con lengua propia, que en Europa son muy numerosas) para el conjunto de la Unión Europea, cuyo sueño integrador quedaría herido de muerte.
Muchas gracias, mucho ánimo y mucha suerte, Sr. Trapiello.
No sé yo... Los "viejunos" que asistieron, ¿se enteraron por las redes sociales?
SupprimerY los trabajadores, hombres y mujeres, de Cataluña gritando airados independencia frente a trabajadores de Cataluña negando con la cabeza. ¿Pero qué han de ganar de esta contienda? No va con ellos, ¿no lo saben? Que viajen por Croacia, hubo muerte y dolor inmenso, allí ya no tienen que discutir con Belgrado, ahora obedecen a Berlín... y las mujeres, los hombres trabajadores siguen obligados a mal vender su fuerza de trabajo a quienes sí ganaron con la "independencia".
RépondreSupprimerCuenta Savater que en las primeras concentraciones de Basta ya! eran 15, después no se cabía en la plaza.
RépondreSupprimerEl 8N en muchas plazas españolas a la misma hora se leía un precioso texto. Fue algo hermoso.
Gracias Sr. Trapiello y gracias a M.
"y porque amor no es aureola
ni cándida moraleja
y porque somos pareja
que sabe que no está sola"
Mario Benedetti
http://www.youtube.com/watch?v=i0X4Yu8GZr8
Para Sandra Suárez: Libres e iguales está presente en las redes sociales y comunica a sus seguidores los eventos, envía resúmenes de prensa, artículos, etc.
RépondreSupprimerhttp://www.libreseiguales.es/
¿Fraternidad? Ni está ni se le espera. ¿Libres e iguales?
RépondreSupprimer"El mundo cabe en diecisiete sílabas". Pero era el otro.
SupprimerA usted le habrán dicho maximalista miles de veces.
RépondreSupprimerMi línea anterior iba dirigida al Anónimo de las 19:51 y no al señor Trapiello. Perdón.
SupprimerLa crónica del día de la lectura es muy buena, y el artículo, pero no se deje vencer por los molinos; darle las gracias de nuevo y a Miriam Moreno por estar allí.
RépondreSupprimerNo estoy en absoluto de acuerdo con el aire de pésame, lamento, condolencia y triste fracaso que se le está dando a la ausencia de asistentes a la convocatoria de Cáceres. De igual forma que tampoco creo que la afluencia masiva a charangas y derivados múltiples signifique precisamente ni éxito ni una buena noticia. La única realidad es que nuestro pueblo prioriza otros intereses y solo reacciona cuando el agua le llega a la barbilla. La historia refrenda ampliamente esta afirmación, por eso lo poco que hemos mejorado ha sido a base de avanzar con el paso cambiado y dando frecuentes traspiés.
RépondreSupprimerEstoy completamente de acuerdo con usted, Jose: "La única realidad es que nuestro pueblo prioriza otros intereses y solo reacciona cuando el agua le llega a la barbilla", y apuntalo de mi cosecha aun sabiendo ekl consiguiente garrotazo que me llevaré, tal como exactamente sucedió en el famoso 15M, que este pueblo solo reaccionó cuando vio "de pronto" que no podía pagar sus hipotecas. Ni más, ni menos.
SupprimerCuando le leo a usted recobro la esperanza.
SupprimerEs maravilloso T v E 1 y 2. ,Antena3,Tele 5, la Sexta, Prisa,Planeta , El Correo, ABC,El Mundo, el periodico mas ilustrado Allende de los mares La Razon, la Conferència Episcopal que le debe un o mil monumentos a Rouco Varela, todos los falangistas habidos y por haber. Todos y mas una BANDA DE INDEPENDENTISTAS pero de los de verdad. Secta català..japonesa de ingenieros que pretenden separar Cata,... FISICAMENTE de ESPAÑA CaTaLUNYa nueva ISLA del Mediterraneo . Y ustedes en Madrid petrificados, sin salvar nada
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