3 novembre 2014

Parad esta locura (1)


RECUERDA uno, como si fuese hoy, la primera vez que vio las Meninas. Tenían metido el cuadro en una pequeña sala. Frente a la pintura, a la entrada y a un lado, habían colocado un espejo en el que se reflejaba la escena que pintó Velázquez, de modo que el visitante podía llegar a creer, si miraba el espejo, que formaba parte de ella. Los responsables del museo que habían ideado aquella atracción lo habían hecho, seguramente, con la mejor voluntad, para mostrar la maestría del pintor, capaz de conseguir no sólo que los personajes del cuadro parecieran reales, sino que cada uno de nosotros pareciéramos figurados. Recuerdo también que cuando entré había unas seis o siete personas, que se marcharon al rato, dejándole a uno completamente solo unos minutos, hasta que llegaron otros visitantes, siempre pocos, pausados, silenciosos. Enternecía aquella puesta en escena por lo que tenía de ingenua e inofensiva, pero lo cierto es que con ella se había dado paso al arte como espectáculo.

Hace unas semanas ha sido uno testigo de una escena pavorosa, esta vez en el Museo del Louvre: miles de visitantes a lo largo del día (ocho millones y medio al año) congregados frente a la Gioconda. Como las apreturas y la excitación de las gentes hacían imposible ver nada, la mayor parte de aquellas gentes llegadas de todos los rincones de la Tierra se limitaba a hacer con sus móviles una fotografía del cuadro que acreditara su paso por aquel lugar y a menudo sin haberlo podido ver de cerca. Los más estúpidos lograban entre codazos su selfie, y corrían hacia el siguiente trofeo: la Victoria de Samotracia. El griterío era ensordecedor, propio de un mercado persa, más que de un museo. La experiencia volvió a repetirse dos días después en la gran exposición de Hokusai en el Grand Palais: cientos de visitantes, por fortuna silenciosos y educados, se hacinaban en salas en las que no se podía dar un paso en un ambiente que el calor humano hacía irrespirable y sofocante. A veces hasta seis o siete cabezas apretadas  tratando de ver por encima del hombro de otros curiosos algo de unas estampas siempre delicadas, de reducidísimo formato y que por razones obvias se mostraban en la completa penumbra. La frase más oída a lo largo del recorrido fue: “Esto es una locura”: y el tono, de resignación e impotencia. Pero la pregunta que acaso muchos se hicieron a la salida fuese esta: ¿De qué sirve ver las cosas así?
   [Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 2 de noviembre de 2014]

18 commentaires:

  1. Al margen de la demografía que, por encima de estos inconvenientes, no se olvide, es la consecuencia más clara del éxito, no solo biológico sino también moral, de la especie.

    Nada tiene que ver con eso, pero lo cierto es que unas cosas llevan a otras y la lectura ahora mismo de esta palabra trapiellogaldosiana me incita a mandársela…:
    «El novelista Richard Powers ha escrito que el Concierto para Clarinete [de Mozart] suena como sonaría la misericordia, y esa fue exactamente la vivencia que yo tuve en 1997. "Misericordia", aunque sea una palabra que hoy en día requiere una explicación. No se refiere únicamente a la capacidad de un tirano para suspender un castigo que él mismo ha impuesto. Puede significar -y en este caso significa- recibir un poco de bondad en lugar de las consecuencias razonables de un acto, o además de las consecuencias razonables de un acto. Recibir algo de bondad cuando uno solo esperaba las consecuencias. No es cuestión de que un juez de Densas cejas decida no castigarnos. Es también cuestión de que algo mejor de lo que uno podía esperar se incorpora sigilosamente a un proceso que ya estaba en marcha de todos modos. La misericordia es...» (Impenitente. Una defensa emocional de la fe. F. Spufford. Edit. Turner)

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  2. El asunto es polémico. Mientras unos piensan que no está hecha la miel...y no se atreven a decirlo por temor a ser calificados de fascistas, otros creen que el interés popular por el arte, aunque se produzca a través de la masificación y la simple curiosidad, es una buena noticia que reafirma el objetivo cultural de la democracia. Sea como sea, poco apetece asistir a esas atractivas exposiciones temporales sabiendo que casi es mejor sentarse en el sofá de casa, abrir el ordenador, disfrutar de lentos tragos de café o cerveza y pedirle imágenes de la muestra aunque las ofrezca wikipedia. La decisión, no por poco sociable, puede ayudar a maravillarnos de lo de allí estando aquí, circunstancia antes imposible y ahora - justo es recordarlo a los feroces lapidadores - al alcance de cualquiera.

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  3. Cuando sufro agobios como los que describe AT pienso, con envidia, en los viajeros del XIX. Pero enseguida me doy cuenta de que, en ese tiempo, el grupo social al que pertenezco (gente que vive de su trabajo) no llegaría ni a la posibilidad del placer de la contemplación, ni al gran tour.
    Soplar y sorber no puede ser. Salud. Victoria

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  4. En los Ayuntamientos y las Autonomías, los antiguos servicios culturales han sido englobados (y tienden a disolverse) en amplias áreas relacionadas con el Comercio y el Turismo, y se supeditan a esas estrategias, definidas por “gerentes” de vario pelo, procedentes y en relación activa con grupos de presión que nada tienen que ver con la cultura, salvo la afición a hacer negocio privado a través de ella. Cosas del "emprendimiento".
    A ver si los "emprenden" a todos, como a tanto golfo apandador enmascarado bajo la supuesta eficacia y el éxito masivo.

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  5. ¿Y tú a qué fuiste allí?, ¿Tienes más derechos que otros?, ¿quién viaja en octubre a París?, ¿quién paga todo esto, que decía el otro?, ¿el artículo en el periódico es público o privado?, ¿se incluye en el viaje los réditos obtenidos por el propio viaje? mcs

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    1. Ya sabe lo que dicen: "Pregunta, que algo queda". Y la próxima vez, usted, a mí y aquí, de usted.

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    2. Con vuestro permiso querría contar aquí una reciente experiencia mía, radicalmente opuesta a la de A. Trapiello en el Louvre, también reciente como la de él, pues me refiero a un viaje que hice a Praga en setiembre pasado.
      Tenía interés por visitar el museo de Alfons Mucha (Kaunický Palác, muy céntrico, por si le interesa a alguien que esto lea), además de admirar la obra que tiene dispersa por la capital el genial artista. Hecha la visita, a la mañana siguiente tomé el tranvía de la línea 17, atravesé el Moldava, y un rato después me apeaba delante de la Galería Nacional, sección Arte Contemporáneo (la G.N. tiene tres secciones, en edificios diferentes y distantes). Es un edificio muy interesante que, cuando se inauguró en 1928 (para recinto ferial) ya causaba admiración al mismo Le Curbusier); parece una obra de alta arquitectura actual. Allí se exponía -en muestra temporal- la "Epopeya Eslava" de A. Mucha, pintada a lo largo de veinte años, en formatos descomunales (algunos rebasarían los veinte metros cuadrados), y que plasma escenas de la mitología y de la historia del pueblo eslavo. En una planta inmensa del museo, con luz tenue solo enfatizada en algún detalle de las pinturas, con una calidad extraordinaria, puedo asegurar que es una exposición fuera de lo común.
      Pero lo que me mueve a escribir esto es que disfruté la experiencia en casi total soledad; apenas el discreto perfil de los celadores, entrevisto en la penumbra ambiente, una pareja de jóvenes orientales y poco más que recuerde...
      Y salí del museo mejor que entré; reconciliado con esta especie de cazadores-recolectores que venimos a ser si nos hurgan un poco en la epidermis..., pero capaces de dar a luz tanta belleza, tanto talento.
      Creo que queda un poco de esperanza, ¿no?

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    3. Sobre las “trolleras” preguntas del anónimo “mcs”. ¿No hubiera sido mejor no haberlas admitido? De publicarlas, señor Trapiello, desde luego sin su reconvención, que aquí sobra tanto como quizá falta su convención en algún que otro bien distinto caso.

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    4. Tiene usted razón. No debería haber publicado ni la otra ni esta suya. Pero es lo que tiene estar en la propia casa: puede uno hacer lo que quiere sin tener que dar cuenta a nadie, y menos aún a los anónimos, que como usted debe saber también pueden llegar a ser todos el mismo, por indiferenciados.

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    5. “Todas las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla, dize aquel gran sabio Eráclito en este modo: «Omnia secundum litem fiunt»”. (Fernando de Rojas).

      ¿Y si uno no debiera pero imaginara saber que a base de mejores, milagrosas educaciones generales y particulares, a finales del siglo XXV por ejemplo los anónimos por indiferenciados empezaran a ser todos el mismo, sí, pero con poca o ninguna mala “litem”, “buenos” en sentido ético y estético, o sea, poético, por contagio universal hoy increíble? Consolatoria, boba utopía de uno, tan respetable como la predisposición de otro a la garra súbita que indiferencia "¿Y tú en octubre a qué fuiste a París?” de cualquier otra objeción en su territorio, su casa, su almanaque.

      “De ahí que se aferre uno a la voz apagada y a la pequeña hoja de un almanaque. No nos garantizan la sutileza del pensamiento, desde luego, pero de ese modo tenemos la seguridad de que, si nos equivocamos, cosa frecuente, será menos grave”. (AT. Hemeroflexia, 04.11.2014).

      Desde el anonimato menos grave que uno puede, cordialmente amigo suyo.

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  6. Estuve en la exposición de Hokusai en el Grand Palais hace dos semanas y las vitrinas casi nunca estaban vacías con lo cual la visita se hace en fila india y avanzando un pie sobre otro. Todo un ejercicio de concentración muy oriental. Para visitar estas muestras hay que armarse de paciencia, estuve cuatro horas. Claro, he aprendido y saco el billete electrónico para llegar en el horario correspondiente, con lo cual no se hace la cola infernal y al menos las primeras salas están menos llenas. Estas muestras son costosas. Organizarlas, lograr reunir todas las obras, los seguros, los grandes museos parisinos son empresas que deben ser rentables y generar beneficios suficientes para cubrir los gastos y poder seguir produciendo exposiciones para sus espacios. Es una lógica económica la que mueve toda la maquinaria publicitaria, se venden billetes de paseo por el Sena o el paris-visite para turistas con entradas de oferta a varios museos, aunque a veces no se incluyan las grandes exposiciones monográficas. Para ver la de Monet estuve dos veces y desistí por el gentío; hasta que me fui a las siete de la mañana hice la cola y entré cuando abrieron, así pude ver las primeras salas con muy pocas personas. El Louvre es un gran supermercado de lujo que mantiene sus colecciones de arte, pero es un gran mercado, hasta la pirámide es como los techos transparentes de las frandes superficies comerciales. Ir a primera hora sigue siendo la mejor opción. Prohibir los móviles en los museos no sería una mala idea. Ver a la Gioconda es como estar al pie de un escenario de una estrella de rock, es increíble, la gente empujándose por fotografiarse con el rostro enigmático y lejano protegido por una barrera a metros de distancia. La próxima visita, madrugue, o saque el billete electrónico.

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  7. Observando el mapa de Libreseiguales la provincia de León queda en solitario: huérfana durante el 8 de N. ¿Por qué Cáceres ?. ¿Será tal vez por aquello de "nadie es profeta en ...?.
    Por cierto entre el día de ayer y la noche he leído "Ayer no más". Un relato excepcional. Mezcla de ficción y realidad sabiamente aparejada.

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  8. ¿Y por qué no Cáceres?
    Tenía pensado comentar el horrible espectáculo de los cruceros sobre el Gran Canal de Venecia, lleno de turistas, pero alguien se ha acordado de mi tierra...

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    1. Perdon, perdon...sólo pretendia animar a T. que fuera a León, pero en el fondo creo que Cáceres es más bonito y acogedor.

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  9. He estado sólo una vez en el Louvre, y tuve la misma desagradable experiencia que explica usted viendo la Gioconda . El caso es que la miré de lejos y ella, paciente, me miró a mi , con lo que quedé mínimamente satisfecho.

    Mejor estuvo la selección de Sorolla en el Cosmocaixa, no había tenido la oportunidad de ver su obra en directo, y fué todo un descubrimiento.

    Lo bueno de este blog, por otra parte, es que, leyendolo el domingo, puedo acercarme hasta aquí a comentarle.

    O sea que gracias, y saludos.

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  10. Es impresionante como han destruido los museos, especialmente sus obras maestras. La pintura está ahí, ahora, como aprisionada un poco.
    No por casualidad, gracias a Dios, en el momento que los museos se empezaron a llenar los libros de arte fueron cada vez mejores. Ya sé que no es lo mismo, pero... Todo nos expulsa, AT, al paraíso de los buenos libros.
    Las Meninas en todo caso no es la estrella del Museo, frente a Los fusilamientos, El jardín de las delicias, Los borrachos o las Pinturas negras. Hasta en eso es un cuadro raro. Jaime

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  11. Es una situación un poco incómoda, pero permite el acceso (aunque en condiciones precarias) a ciertas experiencias artísticas de gente que de otro modo las tendría, si no vedadas, al menos mucho más difíciles. Un poco como los alimentos que, a cambio de una pérdida evidente de sabor, pueden llegar a gente que de otro modo tendría complicado catarlos. Y, en el fondo, un problema de formación. Yo recuerdo la retrospectiva de Velázquez, hace ya bastantes años, que fue un poco el pistoletazo de salida de todo esto de ahora. Había cuadros que por sí solos justificaban aquella incomodísima visita. Pero la inmensa mayoría están siempre en el Prado, a disposición permanente de muchos que, sin aquel reclamo, simplemente no acuden. Váyase lo uno por lo otro. Cuando se habla de las hordas de turistas, yo siempre pienso que no existen tales "hordas", sino individuos, cada uno con su historia personal y sus muy respetables motivos privados. Las "masas" son una invención sociológica, no una realidad; lo real son las personas, una a una.

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  12. Es obvio que la Gioconda en especial, y muchas otras, no muestran el original -si es que ese es el original, los avatares por los que ha pasado permiten ponerlo en duda- sino una copia, porque con los años que llevan disparando flashes contra ella estaría totalmente sin color.

    Por lo tanto podrían poner copias perfectas, hoy la tecnología existe, en varios lados y evitar agobios locales.

    Lo siento por haberos pinchado el globo de que hemos visto la Giocnoda, ya saben Uds, "ese cielo azul que veis ahora / ni es cielo ni es azul / lástima grande / que no sea verdad tanta belleza. " pero si el simulacro giocondo es idéntico símil al real Gioconda, ha ocupado el giocondo lugar del real .

    Y el Guernika no es el Guernika, aunque tenga un museo alrededor, bruto edificio: cuando lo trajeron el suplemento dominical de El País
    publicó con amplias fotos todas las diferencias entre el original y el simulacro que les habían enviado, y eran muchas y bien visibles.
    El Guernika lo deben tener en el American Secrets sótano ese.

    En Bilbao tienen un excelente museo de Bellas Artes, no la lata de titanio esa, y se visita en completa soledad al menos los días laborables.
    Eso debe costar una fortuna, pero el bilbaino es persona de ningún aprecio por la cultura y alto aprecio por el bofar y el beber, eso que salen ganando las minorías naturales educadas, la colección es excelente, o algunas de sus cosas.

    A no perderse la colección de arte vasco, con esas señoras de mandíbula neanderthal como para cascar nueces, y esos bersolaris, admirados por abuelas cara de liebre, matronas, y fértiles jóvenas donde descansan los óvulos de la raza, talmente.

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