DECÍAMOS ayer... que la actualidad nos apartó momentáneamente de cierta historia relativa a Juan Ramón Jiménez. Al hilo del prólogo que escribía para la edición facsímil que prepara el diario Abc de Platero y yo, tuvo uno que consultar la antología para niños que hizo Zenobia con poemas y prosas de JRJ. Conociendo a este hay que suponer que la antología fuese tanto de uno como de otra.
En nuestra biblioteca hay dos ejemplares de esa edición de Signo, de 1932, regalo uno de ellos de nuestro amigo José Muñoz Millanes, que vive, escribe y enseña literatura en la Universidad de Nueva York. Allí fue vecino de casa, y de universidad, de la también profesora Soledad Carrasco Urgoiti. A la muerte de esta (Elorza escribió una preciosa necrológica), sus herederos, antes de deshacer casa y biblioteca le invitaron a que tomara de esta los libros que deseara, en atención a tantos años de una relación que acabó teniendo más de familiar que vecindaria, y JM., pensando en uno, tomó ese ejemplar de la antología de JRJ, que yo agradecí infinito. Cierto que estaba mucho más deteriorado que el mío, con algunas hojas y el lomo desprendidos, pero tenía algo que lo hace precioso: está firmado por Zenobia, en lápiz negro, y por JRJ, que añadió la fecha en su característico lápiz rojo de esos años: enero del 33. Probablemente fuese un regalo de navidad a aquella niña que entonces tenía once.
Que el ejemplar estaba firmado por los dos era algo que recordaba, pero hasta el otro día no descubrí los dos papelitos que había dentro, guardados sin duda por la propietaria, que conservó ese libro toda su vida. Un recorte de un periódico con la noticia de la muerte de Zenobia y una nota en un papelito. El "suelto" puede serlo de uno de los periódicos que el hermano mayor de Zenobia tenía en NY (lo sugiere esa mezcla de castellano e inglés del titular) y el papelito, una ficha de trabajo de la estudiosa Soledad Carrasco. Lo encabeza la palabra "Justicia", y sigue: "C.171. La justicia de Peralbillo que después de ahorcado el hombre le leen la sentencia del delito".
En un momento y con todas esas pistas delante, sintió uno la llamada de los paleontólogos, la de reconstruir un pasado tan lejano como hermético a partir sólo de dos o tres sordos destellos, y la necesidad de recordar aquí con el mayor afecto a una mujer que ni siquiera llegó uno a ver en vida, aunque sí la esté viendo ahora, ante mí, como una niña de once años, con ese libro nuevo que le acaban de regalar dos personas del lejano mundo de los adultos.
Ni que decir tiene que coloqué en su sitio la hoja con las firmas de JRJ y Zenobia y metí de nuevo en el libro esos dos papelitos que alguien volverá a exhumar quién sabe en qué trasmundo.
C.171
RépondreSupprimer(un papelito exhumado para Andrés Trapiello el día que me llega El final de Sancho Panza y otras suertes, con todo mi afecto)
C. seguramente vela el apellido Correas, el humanista que el año 1627 -siendo catedrático de griego y hebreo en la universidad de Salamanca- juntó el "Vocabulario de refranes y frases proverbiales y otras fórmulas comunes de la lengua castellana". Un contemporáneo de Cervantes que imagino nacido al lado mismo de Las Viñas, en Jaraíz de la Vera.
171 es sin duda el número de la página del libro del Maestro Gonzalo Correas editado en Madrid el año 1906 (Establecimiento Tipográfico de Jaime Ratés). Ahí, en esa página, encontramos dos refranes sobre la justicia de Peralvillo: uno, el que copió Soledad Carrasco Urgoiti (tal vez al tiempo de morir en 1956 Zenobia Camprubí), en el papelito que guarda Andrés Trapiello entre las poesías escojidas para niños de JRJ; y otro, el que transcribo aquí con su nota explicativa y todo: "La justicia de Peralvillo, que ahorcado el hombre hacíale pesquisa del delito. (Peralvillo es cerca de Ciudad Real, donde justicia la Santa Hermandad)". Y según antes nos contó Alonso de Palencia (1423-1492) en su crónicon Décadas, lo que dió pie a los refranes sobre la justicia de Peralvillo fue en los casos de Hermandad la justicia sumaria de los Alcaldes (no los jueces ordinarios, sino ciudadanos o pecheros legos elegidos cada seis meses).
Y sí, Andrés, decíamos ayer...
La justicia de Peralvillo, que ahorcado el hombre hacíale pesquisa del delito (Correas).
RépondreSupprimerPeralvillo es cerca de Ciudad Real, donde justicia la Santa Hermandad.
PERALVILLO es un pueblín de la provincia de Ciudad Real en el que, según José María Iribarren, el tribunal de la Santa Hermandad ejecutaba a los delincuentes que cometían crímenes en despoblado. Tan diligente era el tribunal y tan sumarísimos sus procedimientos, que, en cuanto apresaban un asesino, por presunto que resultara, lo trasladaban a Peralvillo, lo ejecutaban e iniciaban después las pesquisas correspondientes, encaminadas a descubrir las circunstancias del asesinato ya castigado. En un alarde de respeto procesal, un alguacil procedía tras concluirse la instrucción y dictada sentencia, a leerla ante el cadáver del ajusticiado. Así pasó a los anales de los dichos acuñados en la expresión popular, como afirmación de la ligereza de quien no debiera tenerla. Eso es «la justicia de Peralvillo». (M. Martín Ferrand, ABC, 31.01.09)
RépondreSupprimerMaravilloso El final de Sancho Panza... Como no puedo leer sin subrayar, ahí va mi primera frase "underlined":
RépondreSupprimer... La ignorancia es también, por esa razón, la mejor amiga de la felicidad...