EL espejo y la novela. La imagen de Stendhal es bien conocida. El novelista es un
ser errante. Lleva consigo su espejo, y su novela, a lo largo del camino, y no
se detiene en ningún lugar. No podría. La novela es un itinerario en el espacio
y en el tiempo, por dentro y por fuera. El cronista es otra cosa. Vive en una
ciudad. También se ha hecho él un espejo. Lo instala en medio de una plaza, como
los feriantes, y basta que alguien ponga un espejo en una plaza para que todos sus paisanos sientan
una gran curiosidad por mirarse en él. Pero no es gratis. Cobra la entrada a quienes quieran verse reflejados. Lo que ven, ecos de sociedad también, no puede gustarles más. El espejo como elogio de las masas. El dueño de ese espejo lo llama también novela, convencido de que lo sustancial de la novela no es el camino, sino su espejo.
Vara del Rey, 12 de octubre de 2014 |
Herido en su camilla, antes de morir ejecutado por los mambises el general Vara del Rey se acarició la barba y sonrió recordando que el capitán norteamericano que le había atacado todo el día ―6899 yanquis contra 550 españoles, gallegos la mayoría― se apellidaba Capron.
RépondreSupprimerMuchos gallegos dejaron la vida en la isla, en la guerra hispano norteamericana o trabajando como esclavos o casi. Llegaban, pobres y en muchos casos analfabetos, pasaban la cuarentena en triscornia, el ellis island de la fidelísima habana, y allí mismo, en Casablanca los montaban en trenes directos a la ciénaga de Zapata, con cocodrilos y mosquitos a cavar canales y hacer carbón. Los catalanes recuerdan mucho a los cubanos cien años después. No es solo la banderita.
SupprimerBien derecho apunta usted a lo que hay debajo de tanta tela (retal o “retall”): lo que siempre se quiere esconder y olvidar.
SupprimerLos ecos del espejo casi siempre van de lo feo a lo monstruoso, sin necesidad de que su superficie sea deformante. ¿Esas “malformaciones” serían la novela?
RépondreSupprimerLas plazas y sus ferias están llenas de efectos especiales, sorprendentes por un rato y halagadores del gusto de la buscada clientela, ávida de novedades. Demasiado a menudo producen vértigo, por mareo o por empacho, y casi siempre acaban dejando mal cuerpo y dolor de cabeza. Y una enorme sensación de pérdida de tiempo.
Pero, ¿de qué estamos hablando?
¿y los espejos cóncavos de Valle-Inclán?
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