Hace ahora un año, organizado por Mariona Fernández e Isabel Olesti de Talleres Islados, le convocaron a uno a cierto cabildo literario que tendría lugar en una casa menorquina a propósito del Salón de pasos perdidos. Las razones por las que uno aceptó, conociendo sus pocas dotes pedagógicas y su nulo propósito proselitista, queden para contadas en otro lugar. Más interés tuvo, sin embargo, el ejercicio propuesto a los cofrades, uno de los cuales, Àlex Figueras, acaba de sacarlo a la luz en los Papeles del Sitio de Sevilla, en tirada de cien ejemplares de esmeradísima edición, con el título de Cuaderno de Binissaida. No sabemos la circulación que querrá darle el autor, pero nada podría habernos placido más, por decirlo al modo de micer Azorín. Van en él los recuerdos de aquellos días, como estampas de un libro de horas. Al autor, discreto y minucioso, le gusta amortecer la luz, dejarla casi en penumbra, si hablamos del mediodía meridional y deslumbrante, levantarla de la candela, si es de noche. Unos cuantos nombres, Emily Dickinson, Juan Ramón, Pla, Rimbaud, Marià Manent, a modo de señales, parpadean entre líneas, como las bujías que veíamos cabecear en el mar durante la noche. En las palabras de Figueras han vuelto aquellos días de septiembre y aquí siguen, con nosotros, mejorados por dentro y por fuera, y cuánto, justificando el haber ido tan lejos cuando no le movían a uno ni la pedagogía ni el proselitismo.
La palabra 'precioso' se reviste en el libro de Álex de su sentido más afilado. La emoción encontró nueva fuente aquel septiembre. Y sigue manando. Gracias, otra vez y de nuevo.
RépondreSupprimerSólo con pasear los dedos sobre este cuidado libro impreso en papel verjurado de Antalis, del que se han hecho cien ejemplares numerados a mano, el lector podrá vislumbrar el verdadero alcance de aquel Encuentro de Binissaida, del que poca cosa se dice a título informativo, pues el cuándo y el quiénes aparecen intencionadamente velados. Es el enorme hilván en hilo de seda azul que despunta en mitad del libro lo que nos retrotrae a ese mar omnipresente, enmarcado por los tres majestuosos arcos de la concurrida galería, prometido pero casi inalcanzable, que tanto anhela Figueras. ¿Qué si no es metáfora de escritura en este libro? ¿No es sino un viaje iniciático el paseo de Figueras por entre esos muros de piedra seca claustrofóbicos en su búsqueda por la pulsión de su propio mar de escritura? Con agradecimiento, I.
RépondreSupprimerNunca pensé que pudiera uno encontrar tantas verdaderas amistades, tantas afinididades, en tan pocos días. Enhorabuena a Alex y gracias a AT y a todos los islados.
RépondreSupprimerLa pedagogía auténtica es una cosa muy misteriosa, como todo vínculo o afinidad entre seres humanos. Los grandes maestros pueden hallar buenos discípulos con total naturalidad, con su ejemplo continuado, sin necesidad desde luego de receta pedagógica alguna. En cuanto al proselitismo espurio, en fin, es tan ajeno al verdadero magisterio de un autor de la talla de Trapiello que ni siquiera entra en consideración.
RépondreSupprimerFue un privilegio poder estar en Binissaida asistiendo a una lección que demuestra su fertilidad en un fruto tan espléndido como el de Figueras.
Podría escribir muchas cosas, pero resultarían superfluas. Así que sólo quiero darte las gracias, Andrés, por tus palabras. Y el mismo agradecimiento también por todos los comentarios.
RépondreSupprimer(En cuanto a la circulación del Cuaderno, es éste como un vehículo de ritmo lento, que no irá muy lejos, pero quien esté interesado podrá encontrarlo en el sitio de internet de Los Papeles del Sitio, Sevilla).
Pregunta el Maestro:
RépondreSupprimer-¿El abecé de la escritura?
Una voz insinúa:
-Trío de Ases + Topónimo + Tarea
El alumno aventajado responde:
-(Àlex, Andrés, Abel) + (Binissaida) + (Cuaderno)
Azaroso juego el de la escritura que con sus infinitas expresiones jamás será atrapado en un único enunciado y airoso ejercicio de pizarra el de Cuaderno de Binissaida.
(La maestría ni es pedagogía ni es proselitismo pero sí es necesaria para moldear las buenas brazadas de la escritura, al igual que esas bujías cabeceantes en el mar de la noche…)