LE dedicamos una hora de teléfono, por recordarlo vivo, por sabernos vivos. Fueron más de treinta años que vinieron a juntarnos tantas veces en tantos lugares, y entonces nuestro amigo E. quiso abrochar el recordar, lo vivo, con uno de sus poemas últimos:
EDAD Y POESÍA
Estuvo siempre en mí
Este caudal decible
Este río de oro
En el que siempre navegó
Mi voz sin salvavidas
Y nunca cesa de correr su ímpetu
Sus altas aguas con su propia edad
Con su mismo oro joven
Porque ahora veo que no vino
Todo este tiempo acompañándome
Soy yo quien ha de acompañarlo
Hasta el día que siga ya sin mí.
Tomás Segovia, Estuario
Sincero, cierto, como la voz que no utiliza salvavidas. Saludos
RépondreSupprimerYa sí él, pero no sin su agua.
RépondreSupprimerUno de la Judería