“¡HISTORIA abscondita! (historia escondida). Todo gran hombre posee una fuerza de efectos retroactivos: Gracias a él toda historia se pone de nuevo en la balanza y miles de secretos saldrán arrastrándose de sus escondrijos –hasta alcanzar su sol. No se puede prever todo lo que será historia alguna vez. ¡Tal vez el pasado sigue todavía esencialmente sin descubrir! ¡Necesita aún tantas fuerzas retroactivas!”.
Cuando citamos tal o cual pasaje de un autor célebre no buscamos en él un guardaespaldas ni alguien que sepa defendernos de los ataques de nuestros contemporáneos, ni siquiera una dama de compañía, ya que sentimos que los viajes intelectuales más importantes, como aprender a andar en bicicleta, hemos de realizarlos solos. Ni siquiera nos lleva a ello el impulso narcisista de mostrarle al mundo no ya la afinidad de nuestro pensamiento con el de ese autor o, más ridículo aún, el de ese autor, por lo general muerto hace siglos, con nosotros. No. Nos lo tropezamos en nuestro camino por casualidad, y celebramos en ello... el azar, el confirmar que todos los hombres, geniales o no, tienen en común, al margen de sus hallazgos, el impulso de buscar la verdad incluso en ese lugar, el pasado, en el que muchas veces antes estuvimos buscando sin hallar nada.
Y, claro, también cuando ve uno expresado mucho mejor de lo que hubiese sospechado ideas torpemente esbozadas por él antes, como cuando, unas páginas más adelante leemos, en ese mismo libro (La gaya ciencia), a propósito del epígrafe "Los explosivos", algo que cuadra a la perfección con la determinación de los jóvenes españoles de 1936: "Cuando se considera en qué medida la fuerza de los hombres jóvenes necesita estallar, no sorprende verlos decidirse por este o aquel asunto de un modo tan poco selectivo y tan grosero: porque lo que les excita no es el asunto como tal, sino la visión del ardor existente en torno a una cosa y, por así decirlo, la visión de la mecha encendida. De ahí que los seductores más sutiles sean expertos en dejar entrever la explosión, prescindiendo de las razones del asunto: ¡nadie se gana la simpatía de estos barriles de pólvora con razones!".
El Rastro. 22 de abril de 2012. |
La razón es un ente abstracto, hay muchos/as que siempre queremos tenerla por lo que no es una verdad sino una creencia.
RépondreSupprimerGracias a Internet podemos encontrar artistas al azar , sin estar subyugados a opiniones ajenas ni a clasificaciones interesadas sino simplemente a nuestro gusto, a usted y a otros grandes escritores les conozco por internet, en cambio Vargas Llosa despotrica contra internet porque no tiene la humildad de interactuar con los lectores, aunque es un gran artista no da cuartelillo gratis y se aprende mucho más de los escritores humildes, incluso creo que un escritor se enriquece con sus lectores interactuantes aunque en una medida mucho menor que sus seguidores,
un saludo
¿Qué haces?
RépondreSupprimerEstoy pasando el tiempo con los brazos cruzados sin pensar en nada.
¿Qué haces?
Con los brazos
que trenzan la postura
de hacer tiempo. Sabemos
que no pensar en nada es un cobijo.
Carlos Pujol
También estoy de acuerdo con lo que dice corocota.
es como si a menudo, en todas las épocas, quisieran los adolescentes suplantar y disfrazar su lógica ignorancia con la pirotecnia de su fanatismo impulsivo e irracional.
RépondreSupprimersaludos
Mi máxima es " no importa lo que sepas, importa lo que puedas aprender ". Yo enseguida me enganche a Internet, llevo un año y aprendo por curiosidad y consejo , incluso he leído 5 libros y escribo comentarios en blogs magistrales ( los blogs )
RépondreSupprimerSaludos
Como en la entrada de hoy aparece -aunque tangencialmente- una referencia a la verdad , quiero recordar lo que decía Sansón Carrasco en Al morir don Quijote:
RépondreSupprimer" El historiador ha de escribir, sin añadir ni quitar una coma a la verdad. Que los hechos son sólo unos, se miren del lado que se miren, y todo lo demás son florituras y adornos. La literatura es otra cosa" Palabras siempre pertinentes y novela preciosa.
Un saludos,
Javier
Mi desacuerdo con la opinión de José Antonio del Pozo. Los adolescentes no son, sólo por serlo, más "ignorantes" de lo que corresponde a su edad y a su experiencia del mundo, y quienes ya no lo somos hace mucho no carecemos por eso de ignorancia, sino que tenemos la propia de nuestros años, que a veces es pavorosa. Ni menos son por definición "fanáticos". Sólo que, de algún modo, están estrenando el mundo, y lo hacen con una pasión que los años templan o se llevan. Desdeñarlos desde una presunta posición de superioridad dada por los años propios me parece no entenderlos; ni a ellos ni a uno mismo.
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