El título de este artículo no hace referencia, como es de suponer, a los resultados de las últimas elecciones. Los vencedores creen que después de ellas la democracia estará mejor representada con ellos, y los perdedores... Da igual, porque ¿desde cuándo ha importado lo que piensen los perdedores? No, el título hace referencia a algunas de las cosas que con más o menos balbuceos expresaron durante unos días unos miles de jóvenes de toda España acampados en el centro de las ciudades. ¿Se acuerdan? No lo que algunos políticos dijeron entonces que expresaban, sino lo que expresaban de verdad, por ejemplo, lo que les parecían algunos de los políticos, incluidos esos que aseguraban estar de su lado, a saber: una cuadrilla de jetas y mediocres, cuando no de chupones y de corruptos. Los jóvenes son así de tremendos.
Pensaban, por ejemplo, y esperemos que sigan pensando, que en España había llegado ya el momento de que se reformara la Ley electoral y, sobre todo, de que hubiera listas abiertas. Durante la campaña electoral oímos por la radio a un sesudo catedrático de no sé qué afirmar que lo de las listas abiertas sería un engorro para el ciudadano, ya que quitanto la mayor parte de las veces, no conocemos ni de nombre a los candidatos, únicamente a los cabezas de las listas. Así es, y precisamente por eso, porque la gente los conoce y los ha oído diciendo paridas o les ha visto haciendo enjuagues y pasteleos, querría no tener que votarlos de modo obligatorio sólo porque están blindados.
Pensaban también esos jóvenes, y esperemos que sigan haciéndolo, a veces en letreros del tamaño de una cuartilla, que habría que revisar el Estado de las autonomías. La sola mención de este asunto pone en guardia a miles de políticos de toda España, que viendo amenazadas sus poltronas, se erizan de una manera tan irracional como cómica. Porque en realidad no hablaban de suprimir el Estado de las autonomías, sino de revisarlo y corregirlo. ¿Alguien cree verdaderamente, decía alguno de esos papeles, que los españoles necesitamos tres o cuatro museos de Arte Contemporáneo por comunidad, cientos de altos funcionarios con un abigarrado y lujoso parque móvil y consejeros que a su vez ponen en nómina a otros seis o siete consejeros que le aconsejan a él? Las cosas que se escriben en una cuartilla en letra pequeña se suelen entender mucho mejor que las que leemos en una pancarta en letras descomunales. Decían también: ¿Qué democracia es esta que permite a un hombre ganar ocho millones y medio de euros al mismo tiempo que despide a seis mil empleados?
No sabemos qué van a hacer los perdedores de estas elecciones para recuperar el gobierno, aparte de entregarse a la melancolía. Pero acaso no estaría de más que asumieran en su programa electoral algunas de las demandas de esos jóvenes que hasta ahora no les han suscitado sino sonrisas paternalistas. Por ejemplo: listas abiertas. Cierto que se arriesgan a que gracias a esa reforma de la Ley electoral muchos de ellos tendrían que dejar la política, pero es cosa evidente que la democracia saldría así corregida, mejorada y aumentada.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 12 de junio de 2011]
A los residentes en la Comunidad de Madrid quizá les convendría saber que, pese a estar España sumida en plena crisis económica y con más de un 20% de tasa de paro, el número de diputados autonómicos se ha incrementado en nueve con respecto a la anterior legislatura, lo que supone un aumento del 7,5% sobre los 120 con que contaba ésta y más de un 3,7% sobre los 94 elegidos en su primera legislatura de 1983. La excusa con la que se pretende justificar este dispendio es que el Estatuto de Autonomía contempla una proporcionalidad entre la población total de la Comunidad de Madrid y el número de diputados autonómicos. Por lo que se ve, nuestros políticos siempre se las apañan para que las vacas flacas no les afecten a ellos, acaparando, por si fuera poco, la escasa leche que éstas pudieran dar.
RépondreSupprimerTotally agree(pina)! Superfan de las listas abiertas... y de los pogromos autonómicos. Aún recuerdo una surrealista entrevista que Servidora tuvo el dudoso placer de hacerle a una insigne Consjera de Cultura autonómica. En medio de un monólogo egotrípico interminable, en el que no paraba de agitar sus pezuñitas, se detuvo y, contemplándolas fascinada, dijo: "¿Has visto que manitas tan pequeñas?". Me quedé de piedra pómez. Cuando, años después, la hicieron Ministra de Cultura se me pusieron los pelos como escarpias. Especialmente, cada vez que hacía una declaración pública...
RépondreSupprimerA propósito de dinero público y autonomías, me gustó una cuartilla de los indignados que vi aquí en Pamplona. Es un poco larga pero su claridad es eso, indignante: "No tenemos dinero para la educación, para la sanidad, para los servicios sociales. Pero tenemos la autopista a la nieve, el Museo de los Sanfermines, el TAV a Madrid y unos gestores del dinero público inmejorables".
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