“PECIOS” fue en origen, en la obra de Ferlosio, el nombre de aquellos fragmentos o aforismos que quedaban de textos mayores venidos a pique. Con el tiempo, se diría que su autor ha empezado a fabricarlos ex profeso, antes de la botadura y aun del armazón de los buques a los que deberían pertenecer, como algunas editoriales, pienso en Taschen, fabrican libros de saldo que nunca pasarán por las librerías, camino directo de los grandes almacenes en los que un márketing bastante sofisticado los presentará como una oportunidad.
Claro que puede ser entendido el pecio en sentido lato, justificado en la imposibilidad de expresar nada que no sea únicamente reliquia de un pensar inabarcable.
Con todo, no me resisto a reproducir este, aparecido hace unos días en El País, que expresa mejor que ninguno el verdadero talento de su autor, tanto más firme cuanto más sensorial, la imagen de un gato caminando entre los cristales erizados de una tapia, o esta bombilla: “(El progreso) Los adelantos pueden conseguir tristezas nunca antes conocidas; ya algún pintor francés del siglo XIX nos mostró cómo la luz de una bombilla puede llegar a ser infinitamente más triste que la de un candil”.
Cabría objetar, sin embargo, que el de la tristeza es un camino que lo recorren todas las cosas alguna vez, bombillas y candiles, y que cada una de ellas lo lleva hasta un final propio al que no podría llegar ninguna otra. Por no mencionar que pocos inventos tan poéticos como esa ampolla de cristal en la que monta guardia una araña incandescente que nos permite por un segundo ser dioses: Hágase la luz, y la luz queda hecha, por nuestra mano, a menudo lejos de donde estamos.
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RépondreSupprimerEs verdad la tristeza siempre está ahí, indiferente a las cosas. Algo o alguien la puede atravesar, quedarse en ella, permanecer o sufrirla solo unos instantes, sea bombilla o candil. Ya lo decía Cortázar la hermosura provoca tristeza ¿O era al contrario?
RépondreSupprimerEs claro que no hay progreso sin retroceso. Mis hijos juegan con ordenador, play-station, game-boy y todo lo que yo no tuve de pequeño porque no existía. Sí, pero también yo tuve cosas. Tuve una calle de pueblo por la que apenas pasaban coches, una pelota de goma, un río que cruzaba cerca... Y sobre todo tuve (o sea, no tuve) lo que ellos sí tienen: eso que les ata, secuestra y limita para salir de casa, juntarse con otros chicos y... jugar.
RépondreSupprimerdesde zumo-de-poesia.blogspot.com
AITOR SUÁREZ
Pero a la araña sólo se la puede mirar cuando está dormida. Si despierta, te ciega al mirarla. Pura mitología.
RépondreSupprimerEl precio del progreso ha empezado a sorprendernos y cada vez irá adoptando caretas más engañosas, hasta que civilizaciones futuras, más lúcidas, sean capaces de encontrar el quimérico equilibrio entre progreso y tradición. Mis ojos ya no existirán en ese momento, y los de mis hijos tal vez tampoco. Serán necesarias nuevas conflagraciones.
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