EN 1993 se publicaba Locuras sin fundamento, y en él, el fragmento que reproduzco a continuación. Hace veinte años aún faltaban algunas pinceladas que adornarían sin duda esa semblanza que se escribió como sinopsis de un episodio nacional: amantes, elefantes, tigres (saltos del), yernos, princesas republicanas, infantas... "La reina y yo somos también de la misma opinión: respetamos las decisiones judiciales", podríamos decir.
Esto nuestro es sólo literatura:
"NUESTRO rey, siendo un muchacho, mató en un accidente de armas a su hermano menor. Su tío, sordomudo y heredero legítimo a la corona de España, abdicó en su hermano, padre de aquél, llamado don Juan, quien, a pesar de haber llegado a viejo, jamás pudo reinar; tuvo que conformarse con llevar tatuados los brazos hasta el codo y errar a bordo de un viejo barco. No obstante, conoció la efímera gloria de oírse decir Juan III por el único periódico monárquico español, que se pasó durante cuarenta años adulando a Franco y llamándole Su Excelencia.
Pudo reinar, pero tampoco se calzó la corona en las sienes, el primogénito del sordomudo, duque de Cádiz, si su suegro, Franco, lo hubiera querido, pero éste prefirió darle el trono a su primo, saltándose a la torera al padre del primo, el susodicho Juan III, quien tiene además una hija ciega de la que se cuentan pintoresquísimas anécdotas. Con el tiempo, aquel joven duque mataría a uno de sus hijos en un accidente de coche y él mismo se decapitaría en una pista de esquí, después de una vida desdichada, ya que su mujer, nieta del dictador, se le fugó con un anticuario de París.
Durante cuarenta años don Juan aceptó el trato con el general que le había escamoteado la corona con toda clase de subterfugios legales y promesas infundadas, y no se negó a que el delfín, su hijo, aceptara los preceptores y confesores que el dictador le impuso y que eran adictos no a la monarquía, sino a los principios fundamentales del régimen. Cuando Franco murió, padre e hijo, conde y príncipe, puestos o no de acuerdo (que esto jamás se sabrá) reinaron juntos unos años con la misma legitimidad, aunque la titularidad la tuviera el hijo y no el padre, embrollo del que no deberíamos excluir la conjura de dos de los pocos generales monárquicos capitaneados por quien fue confidente del rey, pistoleros de los sindicatos fascistas y alguno de los últimos jerifaltes del carlismo, y sin contar las leyendas que rodean a nuestro monarca acerca de las mujeres, las mismas leyendas casticistas de vicetiples y suripantas que rodearon a su abuelo Alfonso XIII... Con mucho menos Shakespeare o los antiguos griegos habrían escrito una gran tragedia. Pero tendremos que esperar a los bárbaros para que se oiga en boca de Juan Carlos un monólogo a lo Enrique V".
¿Y no tuviste ningún problema por haber escrito eso hace 20 años? ¿O, como decía Azaña, en España la mejor manera de guardar un secreto es escribirlo en un libro?
RépondreSupprimerA propósito de libros, por el Net circulan dos prohibidos sobre el Rey, que es fácil encontrar:
"Juan Carlos I, el último Borbón. Las mentiras de la monarquía española", de A.Martínez Inglés y "Un rey golpe a golpe", de Patricia Sverlo.
Y otros tres que no sé si también lo están: "Una monarquía protegida por la censura", de Iñaki Anasagasti, "23-F, el rey y su secreto", de Jesús Palacios, "La soledad de la reina", de Pilar Eyre.
Aunque creo que no lo leyó nadie, imagino que incluso los que no lo leyeran tomarían buena nota de ello, quiero decir, que visto desde hoy, sí, no parece que ese fuese el mejor camino para obtener las mercedes de su majestad ni de sus seres queridos ni de cuantos lo han servido en las diferentes oficinas del Estado. Aunque suponer que haya sido sólo por eso el no haberlas obtenido, es también una gran fantasía. Todo es menos siempre, y viendo que a menudo nos dan lo que no merecemos, es preferible merecer sobre todo lo que no nos dan.
RépondreSupprimerPág. 222-223
SupprimerA propósito de libros de nuevo: entrevista muy interesante con Claude Durand, uno de los grandes editores franceses vivos (de Soljenitsyn, García Márquez o Michel Houellebecq, entre otros), además de traductor del español y del inglés, y escritor:
RépondreSupprimer« Oui, les prix littéraires sont truqués ! »
http://www.lefigaro.fr/livres/2010/05/07/03005-20100507ARTFIG00431-claude-durand-oui-les-prix-litteraires-sont-truques.php
Este era un rey
RépondreSupprimerQue tenía tres hijas;
Las metió en una banasta,
Y con esto basta.
(Antigua rima infantil en el Rodríguez Marín.)
Ibídem:
Supprimer"Cordoncito de oro traigo
Que se me biene quebrando,
Preguntando, preguntando
Cuántas hijas tiene el rey.
Que tenga las que tubiere,
Con ellas me mantendré
Y de todas las que tenga
Escojo la más mujé.
Ésta escojo por esposa.
Sarg' usté, cara de rosa.
Si usté n' ha comido nada,
Comerá usté una ensalada,
Comerá usté una perdiz
Con su pico y su nariz
Y las patas coloradas.
Sarg' usté, señá casada."
Decimonónicos, ¡al corro todos!:
Te pasaste, Urdangarín,
cuando también afanaste
la nariz de la perdiz.
La cuñá republicana
muy pronto saldrá corriendo
con sus patas coloradas.
Etc.
Al rey le pesa la corona, la corona que le puso Su Excelencia, esa corona que su padre no pudo ponerse y que tantos esfuerzos hizo desde Estoril para que El Caudillo le reconociera "su derecho dinástico", se ofreció como oficial voluntario al Glorioso Ejército Nacional, pero fue rechazado, al final quedó en Conde de Barcelona, la ciudad condal, abdicó en su hijo y éste JCBB I tendrá que abdicar de sí mismo el día menos pensado. Es el rey pasmado, suegro del duque empalmado y de la princesa republicana, padre de hijo ensimismado y marido ausente de la reina exiliada.
RépondreSupprimerAh, Sr.Trapiello, yo sí lo leí en "Locuras sin..."y le cito a Ud. muchas veces en conversaciones acerca del monarca y su entorno:"No hay constancia gráfica del rey leyendo un libro".El siglo de las luces lo representan aquí las eléctricas. Saludos.
RépondreSupprimerUn sordo mudo está incapacitado para ser Rey. No puede decir El mensaje de Navidad.
RépondreSupprimerSi la actualidad hace rabiar a tantos, que rabien también los reyes, como antiguamente.
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