QUIEN no tenga una idea más o menos
precisa de “la cuestión catalana” acaso no la tenga tampoco de “la cuestión
española”. Recordar este entrecomillado de Azaña es como mentar la soga en casa
del ahorcado, que es lo que parece vienen haciendo los políticos secesionistas,
ponerse una soga en el cuello de Cataluña. Claro que Cataluña no deja de ser el
cuello de España.
Podríamos formular lo que sigue de tres maneras: 1. De qué estamos hablando: 2. De qué vamos a hablar; y 3. Ya está todo hablado. En realidad hemos llegado a un punto en que muchos, tanto si desean hablar de la “cuestión catalana” en un sentido o en otro, a favor de la famosa consulta o en contra, prefieren mezclar las tres cuestiones, con excitante confusión.
1. De qué estamos hablando. Hablamos de que una parte de España ha decidido por su cuenta separarse del todo. Si no lo ha entendido uno mal, los secesionistas lo han presentado de la manera más ventajosa para ellos: como un divorcio. ¿Qué ventajas tiene presentarlo de ese modo? La principal es la de hacer creer que se trata de dos partes, más o menos simétricas y soberanas. Cataluña podría, así, al fin, mirar de tú a tú a España, incluso, ¿por qué no?, por encima del hombro. Hace uno o dos meses un jerarca catalán que exportaba el congreso España contra Cataluña a Holanda, afirmó en una de sus universidades que la cultura catalana actual era ya, a día de hoy, muy superior a la española. Lo hizo después de afirmarse allí que Cataluña había sufrido desde 1714 media docena de atropellos violentos. Se trae esto a la colada, porque una vez que se ha admitido que estamos ante un divorcio, la vía más rápida para justificarlo es la de los malos tratos sufridos, presentando al consorte, la España plural, como Una (Grande y Libre), hidra franquista a la que podrá cortársele la cabeza de un solo tajo.
Podríamos formular lo que sigue de tres maneras: 1. De qué estamos hablando: 2. De qué vamos a hablar; y 3. Ya está todo hablado. En realidad hemos llegado a un punto en que muchos, tanto si desean hablar de la “cuestión catalana” en un sentido o en otro, a favor de la famosa consulta o en contra, prefieren mezclar las tres cuestiones, con excitante confusión.
1. De qué estamos hablando. Hablamos de que una parte de España ha decidido por su cuenta separarse del todo. Si no lo ha entendido uno mal, los secesionistas lo han presentado de la manera más ventajosa para ellos: como un divorcio. ¿Qué ventajas tiene presentarlo de ese modo? La principal es la de hacer creer que se trata de dos partes, más o menos simétricas y soberanas. Cataluña podría, así, al fin, mirar de tú a tú a España, incluso, ¿por qué no?, por encima del hombro. Hace uno o dos meses un jerarca catalán que exportaba el congreso España contra Cataluña a Holanda, afirmó en una de sus universidades que la cultura catalana actual era ya, a día de hoy, muy superior a la española. Lo hizo después de afirmarse allí que Cataluña había sufrido desde 1714 media docena de atropellos violentos. Se trae esto a la colada, porque una vez que se ha admitido que estamos ante un divorcio, la vía más rápida para justificarlo es la de los malos tratos sufridos, presentando al consorte, la España plural, como Una (Grande y Libre), hidra franquista a la que podrá cortársele la cabeza de un solo tajo.
Pero más que de un divorcio parecería que
se trata de un pro indiviso, España, de la que forman parte otros muchos
propietarios e inquilinos, andaluces, vascos, castellanos, navarros, gallegos,
etc, cada cual con sus problemas propios y su idiosincrasia. Para ser exactos,
17+2. En vez de pensar en un matrimonio, pensemos en un inmueble. Un inmueble
que hemos levantado entre todos. Los políticos secesionistas han pensado que
Cataluña, que por razones históricas y económicas no siempre equitativas y
otras justificadísimas ocupa de ese inmueble zonas privilegiadas (algunos de
los locales comerciales más codiciados, acceso exclusivo a zonas verdes, la
sede del club náutico y, por supuesto, una buena porción de la planta noble),
puede quedarse con ellas, dejando al resto de los propietarios por su mala
cabeza y su haraganería la escalera de servicio, pisos superiores, buhardillas
y, naturalmente, el tejado, con el tácito mandato de que cuiden de las goteras.
Es comprensible, dentro de la ficción que es todo
nacionalismo, que alguien crea que, por el hecho de haber usado en exclusividad
esas partes de la casa durante muchos años, estas le pertenecen. Pero habrá de convencer
al resto de los propietarios de ello. No estando aquí ante un problema de
pareja, pues, sino en una comunidad de vecinos, lo importarte no es quererse
(aunque desde luego es bonito ir repartiendo besos en el ascensor cada vez que
se entra en él), sino llevarse lo mejor posible. Ahora, arrebatar parte del
inmueble, el uso de algunas zonas comunes y el derecho a decidir sobre el
conjunto sólo porque “Cataluña no se siente querida” y afirmar que, puesto que
“no me quieren, me maltratan”, no deja de ser una forma romántica de entender
la propiedad privada y sobre todo la ajena.
2. De qué vamos a hablar. En un primer
momento se hizo de asuntos fiscales, o sea de gastos comunitarios, derramas y
esas cosas de las que se habla en las juntas de comunidad. Como había una gran
disparidad de criterios entre los propietarios, dieron en creer los
nacionalistas catalanes, o en hacer creer, que se les atropellaba no en tanto
que vecinos, sino en tanto que catalanes, y sólo entonces empezaron a circular
su identidad y a tirar de manual de agravios, pero al hacerlo, se tropezaron
con un gran escollo, los Estatutos de la Comunidad, conocidos también con el
nombre de Constitución, un río que había sido hasta ese momento navegable para
todos, incluidos ellos.
Los secesionistas urgieron, pues, cambiar
la Constitución, y poner este cambio en el orden del día, antes que otros
asuntos acaso más acuciantes e importantes para todos, incluidos ellos: paro,
corrupción política, recortes… y en tanto llegara ese día, poner en dique seco
el barco, o sea Cataluña. Convencidos de que un barco como ese, de tan
grandísimo calado, merece aguas más profundas y océanos que lo lleven lejos,
empezaron a echar cientos de mensajes en botellas al Mare nostrum, (nostrum,
nostrum, parece que
oigamos), tal vez sin
pensar en la ponzoñosa melancolía que podría sobrevenirles si esos mensajes no
obtenían respuesta.
Pero no sólo hablan de la Constitución
los secesionistas, sino otros que no lo son en absoluto y que se encuentran,
como suele decirse, entre dos aguas. Viendo estos últimos todo ese lío del
barco y tratando de persuadirles de que no larguen velas, empezaron a hablar de
mejoras por lo demás deseables: drenar el fondo del río de los lodos
acumulados, etc. (ahorremos al lector los pormenores de la metáfora). Inútil.
Así se lo han hecho saber los secesionistas: “Llegáis tarde. Agradecemos
vuestra buena voluntad federal, pero tenemos ya el aparejo presto; sólo
esperamos que suba la última gran marea popular para poder zarpar. ¿Adónde? Ya
se irá viendo”.
3. Ya está todo hablado. Se supone que en
este apartado se encuentran únicamente aquellos que, frente a los pilotos de
altura y los marineros de agua dulce, no quieren cambiarla en absoluto, por
encontrarse cómodamente en una tierra tan firme como la Constitución. Aunque es
cierto que estos papistas de la Constitución tienen un buen argumento (¿Cómo
vamos a hablar de la Constitución con quienes han decidido prescindir de
ella?), esa tierra es engañosamente firme: basta reconocer la creciente
desafección popular hacia la monarquía. Sin embargo hay algo en todo esto que
no parece cuadrar: ¿por qué los secesionistas, que también parecen tenerlo ya
todo hablado entre sí, reclaman con tanta insistencia una reunión de vecinos, o
ni siquiera, una reunión sólo con el presidente de la comunidad, al margen de
los vecinos? No es posible que crean o esperen que España firme de mil amores
los famosos papeles de su divorcio, o lo que presentan como tal, dando por
bueno el originalísimo reparto de gananciales que presumiblemente podrían
presentar. ¿Entonces? “En privado, Mas admite que la consulta no se hará”,
acaba de afirmar una de las contramaestres constiturreformistas. ¿Será todo
acaso un vodevil?
Y aquí estamos los pobres desgraciados
que creemos que la gran cultura catalana no puede ser superior a la española,
ni al revés, porque nada puede ser superior o inferior a sí mismo. Claro que
asistimos atónitos al espectáculo, encogidos por no saber si será de los que
acaban en vísperas sicilianas o en la función del bombero torero. ¿Qué ocurrirá
cuando Cataluña, subida a una banqueta, despierte de ese sueño real o fingido?
¿Qué, cuando los 17+2 adviertan que pueden dejar de respirar si finalmente
Cataluña pierde pie? No lo sabe nadie, pero si no fuese porque no habla uno en
nombre propio, sino en el de aquellos que tienen derecho a heredar lo que se
construyó entre todos, le entrarían a uno ganas de dejar su parte infinitesimal
y usufructuaria de buhardilla y lanzarse a vivir a la intemperie, libre de
estos enconos eviternos, agotadores y bastante mezquinos.
[Publicado en El País el 29 de enero de 2014]
No quiero pecar de pesado pero, este articulo, es lo mejor que leí sobre la cuestión catalana,
RépondreSupprimerSi el estatuto no hubiera sido recurrido en el Tribunal Constitucional y no se hubieran derogado los artículos en los que se hablaba de Cataluña como una nación, ahora no estaríamos en esta tesitura. Se estaría hablando de balanzas fiscales y del pago de la deuda y déficit. Y seguirá así hasta el agotamiento.
RépondreSupprimerA lo mejor Catalunya quiere vivir en casitas pareadas (con andaluces, gallegos, extremeños etc.) en lugar de en el edificio obsoleto y ruinoso con el administrador de fincas actual
RépondreSupprimerIncluso ver a los andaluces, gallegos, extremeños y catalanes no secesionistas que viven en Cataluña ocupando el salón de la mansión, conduciendo el yate y a los secesionistas la chambre de bonne. ¿Si eso ocurre en los cuentos de hadas, por qué no en la ficción nacionalista? A lo mejor.
SupprimerEl artículo "El milagro del sol" (publicado en este almanaque) terminaba diciendo: Un día la visión se desvanecerá y muchos se preguntarán: ¿qué vimos?, y otros: ¿estábamos ciegos? Tal vez ese día alguien recuerde que, en efecto, antes de la independencia los catalanes pagaban más (como los madrileños, por cierto) no porque fuesen catalanes, sino porque eran más ricos, y que estos, los ricos, no se sabe cómo sugestionaron a tantas gentes haciéndoles creer durante un tiempo, hasta que llegó la independencia, que antes que pobres eran catalanes. Lo probable es que después de la independencia estos mismos vuelvan a ser lo que siempre fueron: antes que catalanes, pobres.
SupprimerLas casitas pareadas suelen ser pequeñas con espacios comunes. Los cuentos de hadas en los que salen yates no los he leído lo siento.
SupprimerDe acuerdo con usted. Pero recuerde que en ningún proyecto nacionalista hay espacios comunes. Sólo propios, frente a los otros. Y los propios, naturalmente, los mejores (con yates, desde luego); los demás, a pie (sobre las aguas: o sea, hasta arrojarlos en el mar).
SupprimerHay tantos vecinos que no entienden la independencia como un nacionalismo (ser mejor que el otro) sino que sienten el miedo a desaparecer y quieren un cambio,:vivir en su pequeña casa apareada, sí con espacios comunes en el que encontrarse con los otros vecinos y un dia compartir “pa amb tomaquet” y otro “salmorejo” o “migas”.
SupprimerQuizàs algunos tambien se suman a los proyectos nacionalistas como respuesta a otros proyectos nacionalistas.
Actualmente hay , creo, 50 naciones independientes con casitas apareadas y ninguno ha querido volver a vivir en el inmueble edificado entre todos que ya está más que amortizado.
Un placer leerle.
A.P.S.
Como la pela es la pela le recomiendo que compre usted dos chalés apareados, los monte uno encima de otro y espere nueve meses el nacimiento de un nuevo apareado. No me diga que no le propongo rentabilidad por encima de todo. Que una cosa es la cuestión de la economía y otra muy distinta la de la economía, ¿O no?
SupprimerNo enseñen, por favor, la patita los que llevan a España en el corazón. La evidencia será total. La marca no ha funcionado nunca. Solo hay que mirar el mapa y viajar por él. Con estas cargas nos hundimos todos, sin remisión. Y el instinto de supervivencia es completamente legítimo.
SupprimerTengo la esperanza de que prevalezca la cordura pues el nacionalismo, que tantas lágrimas ha amasado, es producto caduco y obsoleto, propio del siglo XIX, y hoy lo que se lleva es la integración y compactación de territorios.
RépondreSupprimerPor otro lado, la gente joven, que está en conexión a través de Internet y sus redes, pondrá a los nacionalistas en su sitio, que es la página más negra de la historia de la Humanidad.
Ya se ha visto con la cuadrilla Eta, que ha tenido que jubilarse ante la libertad de los foros, chats, webs, blogs y redes sociales, que imposibilita su terrible "omertá" sobre el pueblo vasco.
Me llama la atención que un partido que se dice de izquierdas (pero que obviamente no lo es) como ERC, defienda la fragmentación y división territorial, cuando la izquierda o es internacionalista o no es izquierda.
Decir "izquierda nacionalista" es una aberración y un disparate, pues son dos palabras antitéticas que se contradicen entre sí. Por tanto, es un oxímoron y un contrasentido, como decir "hielo frito" o "inteligencia militar".
Las personas de izquierdas desean la igualdad, y por eso nunca y bajo ningún concepto pueden ser nacionalistas, ya que el nacionalismo es a los pueblos lo que el egoísmo es a las personas.
"El hielo frito", más que oxímoron, parece más bien nutritivo postre mexicano:
Supprimerhttp://vivabien.co/crema-mexicana-de-hielo-frito---%C2%BFqu%C3%A9-es-y-c%C3%B3mo-hacerlo_54219.html
"¿Va a durar mucho este 2014?"
RépondreSupprimerEsta fabulita de Lope aparece en un libro- almanaque infantil del año de gracia de mil novecientos ochenta y dos y acompaña al día 30 de enero:
UN lobito muy zorro
junto a un cortijo
se ha encontrado a una niña
y así le dijo:
--Mi niña, vente conmigo a mi viña
te daré uvas y castañas.
Y respondió la niña.
-- No, que me engañas.
En la misma hoja, encima del poema, hay un hueco en blanco para que la personita dueña del libro escriba lo que quiera, pero ese lugar sigue vacío, sólo un diminuto conejo negro parece animar desde una esquina con su aro rodante.
¿Algo que ver todo esto con la cuestión catalana?... El eterno asunto de la vida, la muerte y la clepsidra.
Leo el artículo que hoy trae aquí Andrés Trapiello y descubro las maneras -no es broma- de un avezado civilista, ducho en no confundir el derecho de familia con las relaciones de vecindad, ni las cosas del querer con la propiedad privada; pero el artículo sobre todo me hace recordar algo que ya dijo el propio AT hace años a propósito de la vida misma y también de la mano del derecho civil, más o menos que "lo mejor, por salud mental, sería pensar que todo lo que tenemos es en usufructo", empezando, sin duda, como él, por nuestra buhardilla.
RépondreSupprimerHARPO Marx : " ha llegado el momento de echar a volar la imaginación , tumbarse al sol , quitarme los zapatos y , por fin hablar " . Es un hecho que las ratas no matan a las ratas pero somos humanos y sabemos que nadie te va a regalar una patria si el ideal no es tan cierto como para que estés dispuesto a dar tu vida y arriesgar la de tu familia , todo para cambiar de patrón y no conseguir nunca salir de pobre . No creo sea delito decir que este
RépondreSupprimerBodevil puede acabar en esperpento bélico si no ponemos el cascabel al gato .
Andrés:
RépondreSupprimerCon toda la lucidez que exhibes en tu brillante exposición, servidor apostillaría un comentario que a ti y a los de nuestra generación pretende reprocharnos los delirios juveniles y los insaciables ataques de democracia que sufrimos en los años mozos y posteriores, cuando hicimos de Cataluña el símbolo de las reivindicaciones y todos, estúpidamente, nos sentíamos tan cercanos a Cataluña como a la causa etarra que nos liberaría de la tiranía franquista. Hay que recordarlo y no olvidar que el papanatismo se extendió con enorme facilidad y coaccionó a los incrédulos.
En aquella época se sembraron las semillas que con el tiempo y la incapacidad de los gobernantes sucesivos consiguieron este esperpento genuinamente español que ahora tanto lamentamos. ¿O es que la izquierda, embriagada de responsabilidad democrática y monopolizando el sentido ético, no se ha dedicado la mayoría de estos años a propiciar el federalismo aldeano casi cantonalista, con tal de mantener constante el reto a la derecha? ¿Ha hecho falta llegar a 2014 para concluir que el agravio ha llegado demasiado lejos? ¿De verdad hubiera sido posible que este artículo tuyo de hoy lo hubieras escrito en los ochenta o en los noventa o a principios de este siglo? ¿Por qué tanto retraso en descubrir a voces que la vía de agua está inundando las sentinas?
En estas cuestiones secesionistas opino lo mismo que cuando se atribuye a Zapatero, la banca y las inmobiliarias la total responsabilidad de la crisis que nos azota, pretendiendo de ese modo infantil y consolador exculparnos de los muchos momentos en que entre todos fuimos poniendo el pequeño o grande grano de arena que fue conformando la pirámide. Y lo triste, y en esto ocurre también lo mismo que con la cuestión nacionalista, es que cada vez que se enuncia el famoso "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y parte de la tragedia se debe a esa actitud" los miles y miles de predicadores de la izquierda encuentran tufos de derechismo, porque los feligreses de su parroquia no han sucumbido jamás a la orgía consumista, jamás se han rendido a la comodidad burguesa. ¿Quién nos iba a decir, querido Andrés, que las ilusiones de años atrás iban a traernos una izquierda cuya similitud con la derecha es tan escandalosa que permite confundirlas? Al problema catalán le hemos venido poniendo amplificador durante un cuarto de siglo todos lo que encontrábamos asociable la integridad nacional a la España vertical que atribuíamos a la derechona rancia, retrógrada e intransigente. Se nos llenó la boca afirmando que España nunca existió, que el mapa de hoy es el perímetro de nacionalidades incompatibles, que somos el único país del universo que orgullosamente reniega y abjura de sus orígenes, que vomita con inmenso placer ante ese trapo llamado bandera, que la patria es una música represiva compuesta a medias por el diablo y la iglesia. Y si hemos jugado gustosamente a este puzzle siniestro, ¿tiene sentido lamentarnos a estas alturas?, ¿qué vamos a resolver si la pinza consigue imponer todavía que quien critica a la izquierda es de derechas?
Hoy por hoy servidor no movería un dedo por atajar el delirio secesionista porque el tiempo en que me correspondía haber obrado con responsabilidad lo fui agotando mientras claudicaba a la demagogia y la retórica.
El hacer la pelota, en sí, no es malo. Si se repite mucho, pesado es. Y si se utiliza como propio trampolín para exhibirse, un mucho ruin. Y un delirio, claro.
SupprimerEntienda usted mi comentario como la broma de un arquitecto al que siempre le ha hecho gracia el calificativo de apareados dirigido a los chales adosados (o pareados). Precisamente porque solo pretendí meter una pincelada de humor al acalorado debate, y nunca ofensa o mofa, le pido públicamente disculpas si le he molestado. Un saludo.
SupprimerEn efecto, el juego del "puzzle siniestro" a puntito está de costarnos lo que no podíamos creer que nos iba a costar. También es verdad que unos antes que otros empezamos a darnos cuenta de que la sangre vertida lo era por española y que los que la vertían merecían ser medidos con su misma vara. Lo mismo nos pasó con algunos gestos que nos empeñábamos en creer inofensivos en aquella Barcelona que tan "europea" nos parecía a muchos y a la que tanto nos gustaba visitar y hasta pasar temporadas en ella, como si quisiéramos descansar de Madrid. Todo eso quedó irremediablemente atrás, y ni lo uno se repetirá ni el burle aquel a lo tonto tiene remedio. Otra cosa es que el tiempo se haya acabado, porque la partida se sigue juando. Muchos desde luego no moverán un dedo, ni por eso ni por nada. Ahora bien, de ahí a pensar que nadie lo hará media un abismo. Tenga por seguro que no faltará quien presente, llegada la ocasión, cuentas estrechas que se pagarán de grado o a la fuerza, que a esto, entre unos y otros, hemos dado lugar. La enormidad que pretenden conseguir una piara de ladrones, hayan conseguido lobotomizar a más o a menos lo mismo da a estas alturas, es tal que cualquiera con dos dedos de frente ve a la legua que les viene grande. Eso y que el tiempo de las palabras para hacerlos entrar en razón se agota.
SupprimerP. Montero-Martín.
La tribu aria interplanetaria .
RépondreSupprimerEn todos los sitios se ve como una idea bizarra , extraña y obstinada .
Tierra abonada para empresas al borde de la locura , la legalidad y la simpleza .
Su singladura comienza en el punto álgido , dedicado íntegramente a rebatir la legalidad .
Estas frases han sido extraídas por azar de la pagina 226 de la La Literatura nazi en America de Roberto Bolaño.
A parte de muy bien escrito trasmite el coraje que supuso su escritura ; es un articulo que olla cumbre , de 10 .
Saludos .
Un poco de realidad, no sé si justificada o no :
RépondreSupprimerPor lo que sé de números- las famosas balanzas fiscales -, en el año 2010 Catalunya aportó sobre el 20% del total de ingresos fiscales del Estado por el total de autonomías. Recibió sobre un 14% del total de gastos del Estado hacia las autonomías. En miles de millones de euros, unos 16.000 de diferencia entre unos y otros. Por habitante catalán , 2.260 €. Eso sin tener en cuenta los plazos en los pagos - los ingresos hacia Madrid, puntualísimos -, que obliga al consiguiente endeudamiento de la Generalitat.
Montoro, en el fondo, tiene razón.
En fin, ese es un 50% de la cuestión. El otro 50%, en mi caso - y lo admito - es lo que le comentaba el sr. anónimo de más arriba.
De todas formas, entiendo su punto de vista. Se expresa usted muy bien.
Saludos.
Ya. ¿Qué hacemos entonces hablando de problemas identitarios? Como madrileño pago más impuestos que un catalán o que un extremeño, pero no se me ocurriría pensar que es porque España no me quiere. Como mucho pienso que alguien ha hecho mal las cuentas, no en el reich de los Mil Años.
SupprimerSin duda se expresa usted muy bien, repito. Sería higiénico que no se lo creyera todo. En cualquier caso si, a mí, España no me quiere me da absolutamente igual. A menudo siento vergüenza y no puedo vencerla. Demasiada gente, millones, con Síndrome de Estocolmo.
SupprimerHollar no ollar , se le va a uno la olla .
RépondreSupprimerJoan estamos hartos de plañideras y sortilegios de bruja , todos estamos mal pero lo afrontamos con valentía ¿ Por que habría de importarme lo que penséis ? Cataluña es tan mia como tuya y si no estas contento pues a emigrar como hacen otros españoles , somos inquilinos de España no dueños , somos mortales no dioses y si declaráis la Independencia los españoles entraremos a controlar nuestra querida patria catalano- española y lo demás son cantos de sirena . Hablando números te recuerdo que la mayoría de inmuebles y empresas importantes de Cataluña no son de españoles nacidos en esa querida región .
Ya le he comentado que creo entender su punto de vista. Los problemas identitarios dice usted...supongo que no los tiene. Yo, si.
RépondreSupprimerMe ha dolido, eso del reich de los mil años.
Y ya no le molesto más, que mañana madrugo.
Buenas noches (...y buena suerte )
Sr. Cancio, estaba hablando con el maestro A:T. pero muchas gracias por su “asesoramiento” a mis 82 años sus palabras me producen desasosiego. Nosotros ( mi guapa Cordobesa quiere que la incluya) queremos vivir en una casita independiente, con espacios amplios para recibirle si viene a visitarnos. Un saludo A,P.S
RépondreSupprimerEsto iba para usted, pero la informática y el diablo lo han desviado a dirección indeseable. A ver si ahora es posible.
SupprimerEntienda usted mi comentario como la broma de un arquitecto al que siempre le ha hecho gracia el calificativo de apareados dirigido a los chales adosados (o pareados). Precisamente porque solo pretendí meter una pincelada de humor al acalorado debate, y nunca ofensa o mofa, le pido públicamente disculpas si le he molestado. Un saludo.
Lo del reich de los mil años no es más que una metáfora, amigo Joan. Lo que por desgracia sí es más que una metáfora es el presunto maltrato de los trescientos años, ése que ahora se reivindica por todo lo bajo con motivo del centenario, y que ocasiona objetividades como la del famoso simposio "España contra Cataluña", públicamente apoyado, financiado y celebrado, o, supongo, el "síndrome de Estocolmo" al que se refiere mi tocayo de arriba. Verdaderamente, es difícil entenderse con quien no aporta (ni escucha) razones, sino fábulas (presuntamente identitarias) y delirios (de grandeza). Y aun así hay que intentarlo, y luego... seguirlo intentando. No hay virtud política tan importante como la paciencia. Y no cabe duda de que a veces hace falta.
RépondreSupprimerEste excelente artículo y sus opiniones deberían ser leídas por los catalanes. Con el permiso de todos ustedes los comparto con la redacción del periódico más leído en Catalunya. Gracias.
RépondreSupprimer