CON la de hoy han sido mil y una noches.
Durante mil y un días he llegado a este almanaque, unas veces con algo y otras con poco.
Cada una de esas mil y una noches ha visto nacer una hoja. La mayor parte se las ha llevado el tiempo; otras esperan acaso formar parte de otras hojas nuevas.
Sé y no sé a quién hablo, y para no confundirme me hablo a mí mismo, que de todos los extraños soy el que tengo más a mano.
Para quienes han venido aquí cada noche a oír a esta Sherezade del Torío, incluso para aquellos que lo hacían con el propósito sultán de cortarme el pescuezo si no andaba fino esa velada, sólo puedo tener inmensa gratitud.
Para quienes han venido aquí cada noche a oír a esta Sherezade del Torío, incluso para aquellos que lo hacían con el propósito sultán de cortarme el pescuezo si no andaba fino esa velada, sólo puedo tener inmensa gratitud.
Hace muchos años publicó El País Semanal un reportaje sobre Michael Ende, un autor que acababa de descubrirse entonces en España y gozaba de gran popularidad. Hablaba el reportero de la casa en la que vivía el novelista, me parece que en Roma, y mencionaba cierto reloj de sol de su jardín, cuya leyenda era: "Sólo marco las horas apacibles". Tiempo después encontré la leyenda en latín, Horas non numero nisi serenas, y otras parecidas.
Siempre me han gustado mucho los relojes de sol, y cuanto ellos dicen, porque lo dicen en silencio, porque lo dicen claramente y porque lo dicen con una sombra sólo.
Muchas de esas leyendas son melancólicas, algunas incluso truculentas. Unamuno y Baroja citaron mucho una famosísima de cierto reloj que estaba en la torre de una iglesia vascongada: Omnes vulnerant, ultima necat, "Todas hieren, la última mata".
Desde el primer día, en realidad desde la primera de estas mil y una noches, ha tratado uno de que este Almanaque, por ser las de muchos, no sólo las mías, notase sólo las horas apacibles. Y no herir, ni mucho menos matar, a nadie.
Y en eso seguimos.
Para decirlo con otra de esas leyendas, que he visto citada alguna vez en Azorín como su preferida: Festina lente, "Apresúrate despacio".
Y en eso seguimos.
Para decirlo con otra de esas leyendas, que he visto citada alguna vez en Azorín como su preferida: Festina lente, "Apresúrate despacio".
Las mil y una noches, cuentos árabes por Galland. Establecimiento tipográfico de D.F. de P. Mellado, Madrid, 1845. Escrita ya esta hoja del almanaque, se tropezó uno este domingo pasado con los tres tomos de esta rara edición romántica profusamente ilustrada. Y no digo más, aunque el hecho, qué duda cabe, daría para mucho. |
Felicidades por estas mil y una noches, puntuales como un reloj de luna.
RépondreSupprimerFelicidades, y mil y un agradecimientos.
RépondreSupprimerQue su autor y los que por aquí paseamos podamos disfrutar las próximas mil y una páginas.
Carlos
Tres años y un día que diría un juez, pero en el caso de este almanaque no se puede hablar en ese tono pues no ha sido condena alguna, sino plena satisfacción, por los temas tratados, los libros comentados, las anécdotas narradas, y los mil afanes de esos mil días y noches, atrapados como Sheherazade tenía al Sultán. Esperando cada día la noticia de AT. Yo llegué tarde pero no tengo mas que agradecimiento para el autor y los lectores que animan las entradas con sus comentarios.
RépondreSupprimerLos relojes de sol no tienen una sombra de duda.
RépondreSupprimerMil gracias Andrés.
RépondreSupprimerFernando
En la emoción del papel o en el nuevo hechizo tecnológico, las gracias, pongamos mil, para usted. Que siga "en marcha" su novela durante muchos años, pues representa la grandeza del que escribe y la fortuna del que es leído y valorado, a veces, como no podía ser de otro modo en este caprichoso mundo, no de igual manera. Por lo demás, "DIGNITAS, GRAVITAS, HONESTAS".
RépondreSupprimerEnhorabuena y gracias. Siguiendo dando el latín (dos gerundios seguidos, no parece muy correcto), IN PETRIS, HERBIS VIS EST, SED MAXIMA VERBIS. Las piedras y las hierbas tienen virtudes, pero mucho más las palabras. Aforismo medieval, según parece. Si así fuera, cabe pensar que la terrible y mágica Edad Media, en algunos aspectos, nos lleva la delantera.
RépondreSupprimerConforme iba leyendo el texto me invadía la sensación de que se avecinaba una despedida. Pero al llegar al final compruebo, con mucha satisfacción, que la novela sigue en marcha.
RépondreSupprimerGracias Andrés por tu generosidad. Victoria (una que viene aquí cada mañana)
Mil y una noches apacibles con la compañía de este Almanaque me han hecho sentir, al modo cervantino, un lector suave. La inmensa gratitud, Andrés, es la nuestra.
RépondreSupprimerFelicitaciones y mi admiración sincera.
RépondreSupprimerMe asomo un rato, leo, y me uno con afecto al coro que te felicita. ¿Qué será de nosotros cuando llegues a las dos mil dos noches?
RépondreSupprimerOtra vez enhorabuena, Andrés y un fuerte abrazo.
Gracias mil con los pájaros lectores de Damasco (“Los pájaros leían, la alberca era el papel, el viento escribía y las nubes puntuaban”: así tradujo don Juan Vernet la metáfora continuada del último de los versos aquí copiados. Las traducciones: tan infinitas como las noches, diría Borges, prefiriendo la de su amigo y maestro Rafael).
RépondreSupprimerhttp://es.wikisource.org/wiki/Las_mil_y_una_noches:40
"Las mil y una noches / Pero cuando llegó la 23ª noche / de Anónimo
(…) Y después de darle gracias mil y hacer votos por su engrandecimiento, prosternándose ante él [ante el sultán] y besando la tierra entre sus manos, el visir se despidió. Inmediatamente hizo los preparativos para la marcha y partió con su hija Sett El-Hosn y con Agib.
Anduvieron el primer día y el segundo y el tercero, y así sucesivamente, en dirección a Damasco, y por fin llegaron sin dificultades a Damasco. Y se detuvieron cerca de las puertas, en el Meidán de Asba, donde armaron sus tiendas para descansar dos días antes de seguir el camino. Y les pareció Damasco una ciudad admirable, llena de árboles y aguas corrientes, siendo en realidad como la cantó el poeta:
«¡He pasado un día y una noche en Damasco! ¡Damasco! ¡Su creador juró no hacer en adelante nada parecido!
¡La noche cubre amorosamente a Damasco con sus alas! ¡Y cuando llega el día, tiende por encima la sombra de sus árboles frondosos!
¡El rocío en las ramas de estos árboles no es rocío, sino perlas, perlas que caen como copos de nieve a merced de la brisa que las empuja!
¡En sus bosques luce la Naturaleza todas sus galas: el ave da su lectura matutina; el agua es como una página blanca abierta; la brisa responde y escribe lo que dicta el ave, y las blancas nubes derraman gotas para la escritura!»”.
...Pues me hablas también a mí, que leo este Almanaque todos los días a las seis de la mañana, cuando salgo del trabajo.
RépondreSupprimer¡Felicidades por todo ello!
Estuve ausente y se echa de menos el almanaque , es una obra que los demás no pueden decir que tengan y que espero dure siempre .
RépondreSupprimerHoy a las 22h. En Radio 3 radio teatro , Blade Runner . de Philip K. Dick ( sueñan los androides con ovejas eléctricas ) con Alex Angulo encabezando el elenco ( mañana pondrán el podcast ) .
Gracias mil , Sr.Trapiello, por este almanaque que es imprescindible para tantos de los que acudimos a la hemeroflexia cada día.Y gracias también a la compañía por sus aportaciones .Negus, me voy a Radio 3 ya.
RépondreSupprimerSaludos .
Victoria .(Otra)