LLEGÓ un día, como otros envíos, por correo ordinario. Como tantos, era un delgado libro de versos, un puñado de folios. Como casi siempre, de un autor desconocido. Pero desde las primeras páginas, la sorpresa dio paso a la certeza como quien abre una puerta y con la mayor naturalidad nos pide que pasemos delante. Los poemas, con esa cortesía de la brevedad que ningún poema tiene en mayor grado que los haikús, podían ser de un poeta desconocido, pero en absoluto inmaduro. Bien al contrario, estaban escritos desde la plenitud, la de su autor, y la de la poesía. Todo en el libro parecía meditado, ponderado, escogido.

La niña coja En una grieta
–aún no sabe que es coja– la uva. Pasan los coches
juega y se ríe. sin aplastarla.
Sobre un coche A un lado y otro
del parking subterráneo –tapia del cementerio–
dos hojas secas. brotan las flores.
Es el primer libro de versos de Gavilanes, pero no, desde luego, su primer libro, porque tiene cuatro o cinco libros de narrativa ya publicados. Me alegra, eso sí, que ahora tenga un hueco en La Veleta
RépondreSupprimerPara uno, los haikús son una pincelada en el tiempo que captan un instante en su núcleo de eternidad; una imagen inmóvil, una instantánea como el objetivo de una cámara de fotos.
RépondreSupprimerPreciosos!
RépondreSupprimerUn libro magnífico.
RépondreSupprimerMe encantan los haikús. Lo leeré. Gracias por la información.
RépondreSupprimerUn saludo.
Muy bonitos, muy visuales, los veo como pequeños dibujos a línea, sensibles, pocos trazos pero expresivos, me recuerdan a aquellas postales humorísticas japonesas, fragmentos breves de la vida. A ver si encuentro este libro. Gracias por presentarlo aquí.
RépondreSupprimerAlgunos ya conocíamos la madurez y la hondura poética de Emilio Gavilanes a través de su narrativa (El río, La gota de ámbar, El bosque perdido, La primera aventura). Ahora leeremos con verdaderas ganas este libro de poemas. Luis Junco.
RépondreSupprimer¿Y el valor de prestar oído y algún tiempo, siendo Vos quien sois, a la humilde carta de un desconocido, cuando ABSOLUTAMENTE nadie hace ya eso, cuando sólo se apuesta -literatura de casino- por la última pendejada de los más que consagrados? Desde luego que un pez fuera/aparte del acuario
RépondreSupprimerNo me extraña el magisterio de Emilio Gavilanes en este género poético de la sencillez inexplicable. Su atención y sensibilidad dieron magníficos frutos en prosa (Una gota de ámbar, El río, El bosque perdido...). Sí me asombra su naturalidad en la brevedad tan rigurosa del haiku; cómo estalla el detalle poético en una mirada sabia, de hombre que sabe mirar. Dativo Donate.
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