Desde hace quince o veinte años, si no más, nuestro amigo César Moreno nos envía desde Elche una caja de granadas. Esa llegada es todo un acontecimiento, porque a pesar de que las esperamos, vivimos las semanas antes de su llegada fingiendo que lo hemos olvidado, y de ese modo no hay año que no nos sintamos sorprendidos cuando llegan, y la alegría que sentimos entonces es la misma que cuando llegan las golondrinas en primavera, sólo que esto viene a suceder en otoño, cuando ya se espera poco de días cada vez más cortos.
Algún año las granadas se retrasan, y entonces nos invade una extraña congoja, porque pensamos que le habrá sucedido algo malo a nuestro amigo. Ocurrió una o dos veces. Una cuando su padre estaba muy enfermo. Ni siquiera nos atrevíamos a recordarnos que las granadas no habían llegado, ni menos aún hablarlo con él, telefoneándole, por superchería, pero nuestro amigo también envió su regalo ese año triste, y al llegar nosotros las recibimos como se recibiría a una paloma mensajera con una ramita de olivo en el pico, porque venían a decirnos que detrás de la tempestad las aguas habían bajado ya.
Cuando Ramón Gaya vivía, apenas llegaban las granadas de C. le llevábamos unas cuantas y R., a veces al día siguiente, las hacía entrar en una de sus pinturas, como se le da la entrada a un cantante en una ópera. De ese modo, y con la misma puntualidad que C. nos enviaba sus granadas, R. la retrataba. Las granadas de muchos de los cuadros de R.G. de esos últimos años suyos son las de C.M. y de ese modo, cuando llegan ahora, hacen que nos acordemos también del amigo que no está con nosotros, porque pensamos que le habría gustado pintarlas, y de ese modo tan sencillo logramos verlas tal como llegan y tal como serían si el amigo pintor siguiera viviendo aquí al lado, en la plaza de la Villa de París.
Es raro que no haya una fruta o un fruto que no pueda ser pintado, porque todos son pictógénicos a su manera, los cardos de Sánchez Cotán, las ciruelas veladas de Chardin, los girasoles de Van Gogh, la raja de melón en las manos de los niños murilleses. Pero las granadas son, si nos lo permiten decir esas otras frutas y verduras, acaso más hermosas y fascinantes. Hay frutas que lo que tienen, lo tienen por fuera, como las cerezas, y otras que lo que tienen, lo tienen por dentro, como las granadas. En el caso de las granadas acaso porque ese exterior hermético suyo no se corresponde con su aspecto cristalino de dentro, como si fuesen en realidad una geoda, o mejor aún, como una copa llena de diamantes ya tallados, con todos esos brillos que sólo se despliegan en los calidoscopios.
Le habría gustado a uno compartir con todos los que leen estas líneas una de las granadas de nuestro amigo C., como las compartíamos hace años con Cuca y con Ramón, hacer que esta página estallase como los proyectiles que tomaron de ellas el nombre y que algo de su magia llegara a todos los rincones del universo, pero no se me ocurre de qué forma podría hacer algo así tan prodigioso, y me resigno a este almanaque, pobre y limitado.
Foto: G., 18 de octubre de 2011 |
¿Pobre y limitado este almanaque? No, no lo cree uno de este mechinal donde se almacenan fotografías, grabados, pinturas, portadas de libros... Y hoy despensa, para guardar esas viejas bolsas de cuero con rubíes que son las granadas.
RépondreSupprimerEsta entrada es una emocionante obra maestra.
RépondreSupprimerJM Jurado.
¿Toscas por fuera? Para mi son cabecitas de princesas campesinas, de piel morena y de mejillas acaloradas...y tan dignas con su coronita de oro. Pero es cierto que también en ellas el tesoro está dentro...
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RépondreSupprimerEs verdad... Tosco no es un adjetivo para una granada. Demasiado tosco. Buscaré otro a lo largo del día. Gracias. (Por cierto, la anterior entrada era esta misma, que desapareció. Misterios) A.T.
RépondreSupprimerBien dice Manuel, no pobre y limitado sino despensa (y refugio siempre, añado yo)este lugar. La delicada belleza de las granadas, del gesto del amigo y del que sabe recibir han llegado hasta nosotros, como rocío.
RépondreSupprimerLa granada que vea en la caja de la frutería, que coloque con cuidado en la mesa,que vea sin mirarla, que desgrane no tan distraídamente, tendrá algo de esa de Elche, que le mandó C, que pintó RG...
Justa y bonita la descripción de Epolenep; pero también me parece muy justo el decir tosco de la granada; porque la tosquedad no excluye siempre la belleza, y yo sí la veo tosca, como si el creador estuviese ensayando cómo hacer una fruta: se ve que partió de la tierra, de las en otro sentido toscas cebollas o patatas y cómo las elevó. Luego también se artistizó un poco y le salieron la mar de frutas perfectas, ya nada toscas,es verdad.
RépondreSupprimerLa granada es una fruta muy entretenida. Utiliza el mismo caparazón de las tortugas. Seguro que se han dejado de escribir muchos poemas por dedicar demasiado tiempo a comer una granada. Saludos, Andrés.
RépondreSupprimerAndrés, ya has conseguido ese prodigio, y a mi mesa hoy han llegado también tus granadas, las de Cesar Moreno, las de Ramón Gaya, las de cada otoño en el jardín del parque. Gracias, Carlos
RépondreSupprimerPues sí, José Luis, la granada tiene la misma textura que el caparazón de una tortuga. ¿Y si además le añadiéramos el dibujo de la chirimoya?
RépondreSupprimerEn cuanto llegue a casa releeré un capítulo de Platero que habla de granadas...
RépondreSupprimera mí no me parece en absoluto tosca por fuera la granada:esos tonos mates y flamígeros al tiempo entreverados,esa disolución de los tostados en los carmesíes y viceversa, los sienas arrebatados en escarlata, esos bermellones fusos en lenguas de fuego gualdas, los arreboles difuminados de albero y rojo vivo... hacen casi olvidar la promesa de un arrecife de madreperlas encendidas que la granada dentro de sí encierra.
RépondreSupprimerSe os olvida decir que están buenísimas! Buen provecho.
RépondreSupprimerY como los amigos, como las amigas, duras por fuera y por dentro..., por dentro dulces y amargas. Como de los amigos, como de las amigas, hay que saber separar la fina telilla que separa y oculta y tomar solo el grano dulce que estalla en la boca, dulce, pleno. Y es verdad, están buenísimas. ¡Ah, esos granos rojos jugando con el verde de la ensalada vestida de aceite virgen de oliva! Buen provecho, sí señores (por la entrada de hoy y por la granada en ensalada).
RépondreSupprimerla entrada es una emocionante obra maestra... y las intervenciones... que nivelazo hoy!!! enhorabuena!!!
RépondreSupprimerA mí me han sabido a gloria ;)
RépondreSupprimerLas granadas contienen todo el otoño.Con toda el alma, gracias Sr. Trapiello.
RépondreSupprimerGranadas arriba, granadas abajo; lo infinitamente grande, lo infinitamente pequeño. Y uno en medio.
RépondreSupprimeraunque no me han llegado en caja, !Qué hermoso regalo¡
RépondreSupprimerQué gusto el de las granadas... de Ramón Gaya
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