Para Malcolm Otero Barral
Es normal que el lector actual de este almanaque note la ausencia en él, o casi, de los problemas colosales de los que la prensa diaria y la televisión dan cuenta con puntualidad y minucia, guerras, cataclismos bursátiles, corruptelas políticas, desempleo de millones de personas, precariedad del Estado de bienestar, terrorismo… Pero también es razonable pensar que el lector futuro (¿qué lector?) agradezca que sólo se traten en él asuntos inactuales con minuciosa vaguedad, el tiempo que hace, las nubes que pasan, el Génesis, el otoño y los mirlos, la rosa firme, la lectura de un libro de poemas, el adiós a un amigo...
Claro que algunos encontrarán presuntuoso pensar que nadie va a querer leer en el futuro (¿qué futuro?) estas palabras, pero no se crea; no lo es en absoluto, o lo es tanto como creer que tenemos derecho a algún lector actual sólo porque se publica cada día y podrían verlo millones de personas.
O sea, que mientras el mundo se hunde y nosotros con él, seguiremos retransmitiendo el tiempo que hace, las nubes que pasan, el Génesis, el otoño y los mirlos, la rosa firme, la lectura de un libro de poemas, el adiós a un amigo… "Es bueno amar tantas cosas como se pueda; ahí radica la verdadera fuerza; quien ama mucho, hace mucho, puede mucho, y lo que se hace con amor está bien hecho", le dice en 1878 Vincent Van Gogh a su hermano Theo, cuando ni siquiera podía saber lo mucho que estaba llamado a hacer. Un mes antes le había escrito incluso: "Es bastante dudoso que triunfe, que haga todo lo que se exige de mí".
En tiempo de tribulación es justo cuando no se debe perder el espacio de la poesía, en él la razón encuentra la paz necesaria para construir el pensamiento político adecuado, el discurso coherente, la voluntad perfectamente conformada. Así que, si no hace ninguna excursión a áridos alcores de la vida, no importa, todos estamos en ellos y no es necesario que también usted nos lo recuerde. Siga haciéndonos sentir, pensar e incluso escribir, aunque sean estos pequeños comentarios.
RépondreSupprimerQuerido Andrés:
RépondreSupprimerEste haiku lo escribí la otra tarde en unos jardines de Edimburgo. "El otoño y los mirlos"... Veo ahora que es para ti la instantánea, el fotograma aislado, con gratitud de lector. Con un abrazo.
HAMBRE
Negro en el verde.
Y se traga el naranja
súbito el mirlo.
Se agradece esa "inactualidad", Andrés.Lo otro es ruido. Un abrazo.
RépondreSupprimerLa actualidad es efímera. Un día los medios dejan de hablar sobre algo y, automáticamente, deja de existir. En cambio, los mirlos... La literatura es inabarcable. Saludos cordiales
RépondreSupprimerSuscribo el comentario de José Manuel Benítez.
RépondreSupprimerSe agradecen estos asuntos inactuales y eternos. Se agradece el amor, la pasión, la lucidez y la verdad.
Cosas que se echan en falta en todos estos asuntos tan actuales y finitos que vemos a diario.
Esas vaguedades de las que usted nos habla, a la postre resultan ser lo más sustancial de nuestras vidas.
RépondreSupprimerUn dia mi tia me invito a conocer sus letras y profundizar mas en mi lectura y como dicen la curiosidad mato al gato me atrevi a leer.Muchas gracias tia y muchas gracias a usted por escribir cada dia algo nuevo y con tanto talento.LUY
RépondreSupprimerLo que no veo yo nada claro es que lo que se escribe en un blog sea leído en un futuro, salvo que salte a otro formato. El blog es un medio efímero: en el momento en que se publica una nueva entrada la anterior queda sepultada poco menos que en el olvido, y prácticamente nadie volverá a ella. A cambio se gana mucho en frescura, y no, como bien indica usted, porque se aborden asuntos de actualidad, sino por el hecho de compartir escritos, algunas veces sublimes e intemporales, en el mismo momento en que se crean. Ahí está, a mi modo de ver, la grandeza del blog. Para perdurar, me temo que hoy por hoy la alternativa es el libro, en papel o en bytes.
RépondreSupprimerSaludos.
Los periódicos de hoy llenaran los cubos de basura de mañana.
RépondreSupprimerPero para que a uno, siendo nadie, le lean, como para ver las estrellas en Nueva York, como decía A Miller, hay que partirse la nuca, vale decir, salir en la tele,matar a alguien, o que alguien importante le empuje a ese uno; de lo contrario los don nadie se pierden -excepto la Dickinson y su sombra- como gorilas obstinados entre la niebla triste del anonimato. Salvo que se crea en los milagros, claro.
RépondreSupprimerEste mundo está más necesitado de la lírica que de la épica.Gracias por hacer extraordinario lo ordinario.
RépondreSupprimerDar la espalda, por soez, a un parte del espectáculo, es una opción, que aunque legítima, creo que no tiene su nombre registrado.
RépondreSupprimer¿Dar la espalda? Aquí, creo que nadie da la espalda al compromiso político, social. No hablar de "esa parte del espectáculo" (triste denominación de las graves consecuencias de un modelo productivo especulativo y depredador que tiene sujetos responsables política, ética y, ¿por qué no?, penalmente)no es darle la espalda sino enfrentarla en el foro y en el espacio que le corresponde.
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