AL igual que Demófilo o Rodríguez Marín hicieron con los cantares populares y anónimos, le gustaría a uno ir poniendo en el arca de Noé de los tipógrafos aquellos papeles ejemplares que la vida deja tirados aquí y allá, como medias verónicas, salvarlos para siempre del despiadado anonimato. Cuánta poesía en las imprentas de pueblo, en los impresos provincianos, en aquellos pliegos de cordel; hasta los crímenes más atroces parecían en ellos tener un algo delicado, como los rojos estambres de la flor del azafrán. Imaginamos al cajista de turno trabajando en la forma, al igual que los que trenzan las palmas de Elche con filigranas imposibles lo hacen de un modo religioso.
Entre las cosas curiosas que se tropezó uno en la última feria de libros viejos de Recoletos, estas dos. La primera, "poesías, historietas, pensamientos, cantares, epigramas, logogrifos, charadas y otros pasatiempos", todos ellos escritos sin la vocal U por su autor, el señor Sebastián López Arrojo, abogado del colegio de Madrid y Santander, que hizo con tal empresa honor a su apellido. Uno nunca se atrevería a diseñar una cubierta como esa, pero admira el valor de quien la realizó. Y la segunda, esta revista, Muro, hecha en la prisión de Burgos por los presos, en los años sesenta, de modo artesanal, a mano, como un códice. De esta última sólo tenía interés tipográfico, y mucho, esta notabilísima portada a la que tanto se parecen los diapasones que el Tono pintaba sobre los muros de Madrid (el resto, incluidos los poemas de Marcos Ana, caligrafiados con lápices de colores, no pasaban de ser trabajos manuales de jardín de infancia).
Nada más. Frente a otras tipografías virtuosas que parecen sonar como un stradivarius, la música de estos papeles recuerda un poco a la de un rústico rabel o, mejor aún, a la de una de aquellas ocarinas que tocaban los ciegos en la soledad de los campos para hacerse más llevadera la vida a sí mismos y hacérsela a su lazarillo y de paso, recordándolos, a nosotros.
Excelente, para qué queres más
RépondreSupprimerCuantas veces hemos echado en falta en la cubiera de un libro actual que solo hubise habido cuatro letras. A otros, no solo les sobra la U sino el emperifollamiento de colores que poco o nada casan con el equilibrio ni visual ni tipográfico.
RépondreSupprimerSi parece ser que vamos a vivir en general con menos dinero, ¿cabría la posibilidad de soñar con que los libros vuelvan a tener un aspecto un poco más sencillo y bonito? y ya puestos a soñar ¿no podría haber algunos menos?
RépondreSupprimerAnónimo de las 11:21: Aún queda alguna editorial que emplea estas tipografías virtuosas, si bien es cierto que de continuar con estos pasos, sólo podremos seguir viéndolas en los envoltorios de papel de seda de los polvorones.
RépondreSupprimerCon tanto sincretismo alguien dejó sin U la portada, y otros hemos perdido entre los dedos del teclado la e de "hubiese". Sin e no hay palabra, sino palabro.
RépondreSupprimerPor supuesto que se siguen haciendo libros bonitos. En que estos pudiesen verse más o tener una mayor presencia era en lo que pensaba. Lamento la generalización.
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