1. En la luz, nacarada, de un cielo de ida y vuelta; en los altos pinos verdes, negros, que abren los brazos frente al mar; en los reflejos dorados de la ría; en las gaviotas elevándose en el aire como cometas rotas; en el canto del estornino que no sabe distinguir ya su propio canto de todos aquellos cantos que aprendió de otros pájaros; en las tierras rojas que hablan la lengua del arado; en la campana del monasterio que suena de noche para el viento; en el verde salitroso de las marismas; en las velas que dejan en el agua un reflejo de plata, y en todo lo que el poeta recordó mientras pudo, en la otra orilla, de todo lo fatal.
2. Llegó a La Rábida para decir: "He sido juanraminiano de primera hora, desde mi lejana juventud", camisa vieja de los juanramonianos, como si dijéramos, y para demostrarlo metió la mano en su balandrán y sacó con usura un ejemplar aculatado, deslucido y marchito de la Segunda Antolojía, a punto de romperse. Añadió: "Lo compré en tal sitio, era un libro prohibido", y bla, bla, bla. También, igual, lo dicen otros, con su birlibirloque.
Y uno se sonríe y dice, bien está. Nada en la obra de esos hombres, en su vida, ética y estética, abona sus palabras. Pero bien está. Lo que viene sucediendo con JRJ le recuerda a la lucha antifranquista, al concierto de los Beatles en Madrid, a los amigos de Lorca: todos corrimos delante de los grises, todos estuvimos en Las Ventas aquel día, todos acompañamos a "Federico" la víspera de su viaje a Granada camino de su muerte, y, sí, todos hemos sido juanramonianos desde la lactancia. Si les hace felices, puedes no creerlos, pero déjales contarlo. Acaso de ese modo dejarán tranquila su Segunda Antolojía en casa y así podrá durar un poco más, ya sólo para aquellos que la merezcan.
3. Y la alegría de saber que nos espera El silencio de oro (ed. José Antonio Expósito), el segundo Epistolario (Ed. Alfonso Alegre) y Monumento de amor (Ed. María Jesús Domínguez Sío) con setecientas cartas del poeta a su amada, y todo ese misterio del que acabó escribiendo fatalmente: “A Zenobia de mi alma, este último recuerdo de su Juan Ramón, que la adoró como la mujer más completa del mundo, y no pudo hacerla feliz”. Y que, sin embargo, fue feliz con él. Además. Perfecto e imperfecto: completo, había dicho. Como las horas pasadas en La Rábida, perfectas, completándose con tantas imperfectas en tantos sitios.
(Foto: Gato y limones, La Rábida, 25 de octubre de 2011) |
Quiero darte las gracias. No soy de los primeros juanramonianos. Más bien de los últimos. Lectos obligado en la adolescencia de "Platero y yo", no había vuelto a él. Tus diarios lo ofrecían como una granada en un cuadro de Gaya: espléndido. No dejé pasar la oportunidad.
RépondreSupprimerNada puede impedir que cada uno cuente lo que quiera,de sí mismo o de JRJ. Pero ya lo dice el pueblo: "la mentira tiene las patas muy cortas" Y lo sucedido en torno a JRJ es una prueba de ello.
RépondreSupprimerQué gran noticia la edición del segundo volumen del epistolario: el primero era excepcional, tanto po el editor como por el propio contenido.
RépondreSupprimerJuan Ramón encontró esa dedicatoria, a la vez romántica y austera, que todos andamos buscando. Saludos cordiales
RépondreSupprimerA mí, que soy menos que la sombra de la Dickinson, a Juan Ramón Jiménez me lo descubrió usted. Y quiero, como si fueran palabra y cosa nuevas y relucientes, darle las gracias.
RépondreSupprimer¿Cómo era aquello de los artistas que renegaban de la academia pero en cambio toda su obra la aceptaba...? A estos recién "juanramonianos" de última hora, podría aplicárseles algo parecido pero al revés: Toda su obra ( y su vida) reniega de Juan Ramón, pero ellos como "artistas" lo reivindican. Como muy bien dice Ud. , hay sitio para todos. Hágase el milagro...
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