19 janvier 2014

Silencios escogidos (José Mateos)

EL segundo libro de La Veleta que comparece aquí, Silencios escogidos, de aforismos, es de José Mateos, de quien ya otras veces se ha hablado en este almanaque, siempre con el mayor elogio. ¿Podría ser de otro modo? Los aforismos que nos hacen pensar o nos conmueven o nos arrancan una sonrisa legítima,  son como puntas de iceberg, que llevan debajo de lo que vemos una masa infinitamente más grande que lo que está a la vista, mientras se desplazan majestuosos por el mar helado del pensamiento, un mar que los templa al tiempo que ellos lo enfrían. Ese equilibrio. De no ser así, los aforismos vienen a ser como pompas de jabón o luces de bengala, en el mejor de los casos.
Como ayer hicimos con la antología del haiku en español, abrimos al azar este hondísimo libro por unos cuantos sitios, tal y como solemos hacer en la librería con el libro del desconocido, antes de llevárnoslo con nosotros. ¿Alguien devolvería este libro a su anaquel después de leer estos cuatro aforismos? ¿Podría alguien no querer llevárselo para leerlo en casa en el mayor y escogido de los silencios? "Maravilloso silencio" acostumbra a decirnos Cervantes cuando un silencio está lleno de vida, y así diríamos de estos.

CUANDO no hay Dios, la más dura y peligrosa de las tareas humanas es la necesidad de agradecer.
* * *
TODOS los poemas posibles están escritos dentro de cada lector; el poeta sólo se los despierta.
* * *
EL alma que agradece, ¿qué podrá mancharla? 
* * *
SIN fragilidad no hay, no puede haber belleza.


6 commentaires:

  1. Peazo vendaval,
    nido de golondrinas,
    amanece tal cual.

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  2. Haya o no haya Dios, lo difícil es la tarea de agradecer, directamente; su necesidad, desde el primer vahído, nos viene impuesta de fábrica. Saber agradecer, hacerlo medianamente bien, nos cuesta Dios y ayuda.

    El comienzo del aforismo recuerda el “Si no hay Dios, todo está permitido” de Dostoyevski. Ay Fiodor Mijailovich, si hubieras nacido un siglo más tarde, las experiencias totalitarias en la madre Rusia y en el padre Alemanio, te hubieran llevado a confirmar aterrorizado tu kamarasova formulación. Y la inquisitorial contraria, “Con Dios, todo está permitido", desgraciadamente tampoco te hubiera disonado si hubieras llegado al mundo unos cuantos siglos antes. ¿Ven alguno decente desde ahí tus barbas?

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  3. Los aforismos que nos trae Andrés Trapiello me recuerdan algunos suyos, y también unos versos de Segunda oscuridad:
    Llegará un día en que Dios nos necesitará, y tampoco estaremos.
    Cuando la gratitud es una virtud animal, y por tanto desinteresada, es sublime.
    La belleza siempre lleva un traje de diario. Incluso vestida, va desnuda.
    No me importa, poema,quien te escriba/ ni cuándo ni en qué sitio,/ni si no fuera yo.
    Y añado yo ahora que con los aforismos de Andrés Trapiello podría hacerse lo mismo que a su entender podría hacerse con los de JRJ: un retrato moral, estético y personal de AT.

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  4. Sentimos que la gracia viene de la mano de la luz y a ella revierte; pero cuando los rasgos de humanidad se desdibujan ya no hay lugar para el agradecimiento; cuando se pierde la capacidad de percibir la belleza allí donde se encuentre, cuando esas líneas que delimitan nuestra condición se borran, entonces, es cuando todo puede estar permitido.

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  5. "No seáis bestias con ansias de Dios,
    con ser hombres os basta" (Blas de Otero).
    Quizás si como dice el aforismo "TODOS los poemas posibles están escritos dentro de cada lector; el poeta sólo se los despierta". Es posible que ese dios este dentro de cada ser y algo que desconocemos en un momento determinado lo despierte.

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  6. ¿Baile de leyes? Verbena para uno que, como yo, vive en una aldea, y megaconcierto si fuese un moderno; y es que en España tenemos el paraíso de la hemorragia, también llamada diarrea, legislativa: hay en vigor más de 100.000 leyes y normas de todo tipo, incluidas las 65.000 de carácter autonómico, y cada año aumentan, y aumentan, y aumentan.
    Está bien calculado que en 2013 los boletines oficiales imprimieron más de 1.200.000 páginas, algo así como, con perdón, 3.000 ejemplares de Miseria y compañía. Y digo perdón porque el lenguaje de las leyes es otra historia, abundante en aberraciones y monstruosidades de tomo y lomo. Allá se fueron los tiempos de leyes claras y precisas, aquellos en los que Unamuno encontraba en sus caminatas paisanos leyendo tan ricamente el código civil.
    En fin. Toda una voracidad reguladora, insegura y asfixiante por añadidura, que aunque afecte muy decisivamente a todos, al fisco, a la educación y a la salud, como dice AT, dura menos que un baile porque, a mi entender, lo que importa no es que la pieza suene bien, sino quién la toca, y todos quieren tocar la suya. ¿Bailamos?

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