Puso M. en la pantalla de este ordenador, como hace tantas veces en nuestras mesas de trabajo, deslizando en silencio en ellas un vaso con flores, este documental sobre Simone Weil, aquella muchacha que definió la fe como una experiencia de la inteligencia iluminada por el amor. Habíamos estado ya con ella en aquella guerra de 1936 (ver Las armas y la letras, 2010), oyéndola decir lo que pocos se atrevieron a decir entonces: que ningún español ni ningún francés con los que se relacionó denunció los crímenes a los que todos ellos asistían indiferentes (Durruti mandando fusilar a un chico porque no quiso unirse a su columna anarquista, lo cuenta en su carta a Bernanos). Aquí vuelve a recordarlo, al tiempo que nos ofrece también un puñado de flores modestas, de cuneta, como ella misma: su relación con los obreros y los movimientos sindicales, con sus padres, con su hermano, con la filosofía, con las matemáticas, con la Resistencia, con su conversión (qué fácil vivir el cristianismo, qué inhóspita la Iglesia), con todos aquellos que, ya en plena guerra mundial, en los campos de exterminio, morían cada día y con los que ella, imitando su muerte, se dejó morir en Inglaterra en 1943. Inmolada. "La desgracia de los otros entró en mi carne", había escrito. Y también: "Hay que pasar por la muerte (...) Pero la muerte no es un suicidio. Es preciso que te maten, que sufras la gravedad, el peso del mundo. ¿Que de extraño tiene que un ser humano se duela con todo el peso del universo sobre sus costillas? (Cuadernos, 1941). Las imágenes, los textos, la música de este documental recrean con delicadeza la vida de una filósofa que nos habló siempre de una joie de vivre que no podía ser diferente de la joie d’apprendre. Algo de esa alegría, pese a lo triste de su muerte, se resiste a desaparecer, como el rastro de un ángel sobre la tierra. El ángel que sólo se manifiesta en la atención extrema.
Sócrates, Jesucristo y Simone Weil. Rosa mística en la pantalla: gracias a una y otro. “Cristiano, reza. Que la gracia se vuelva naturaleza”, había animado en alemán otro ángel. De Silesia. Ella la alcanzaba en vida. Ahora su naturaleza es tal vez ya gracia para siempre. Vivir es grave.
RépondreSupprimerAquí hay alguna información más sobre ese niño.
RépondreSupprimerhttp://www.fronterad.com/?q=node/266
Y aquí los documentos de la Causa General
RépondreSupprimerhttp://gimenologues.org/spip.php?article402
Muchas gracias por traer aquí estos enlaces, S. La carta a Bernanos es lúcida, clarificadora y admirable.
RépondreSupprimerDe Weil es fascinante su ensayo sobre la Ilíada. Está en La fuente griega, el libro que recopila sus estudios sobre autores griegos (en Trotta).
RépondreSupprimerEs de las cosas más profundas que he leído sobre Homero.
Por favor, alguien podría decir aquí que música es la que cierra el documental. La he escuchado mil veces y no se quien la compuso.
RépondreSupprimerGracias
Encontrado. Vivaldi, concierto para cello en e menor. Tercer movimiento.
RépondreSupprimerPues no, acabo de comprobar que es similar pero no es esa la música.
RépondreSupprimer¿Alguien me ayuda? La música con la que termina el documental.
Gracias
La música es de Bach: el el aria n. 39 de la Pasión según San Mateo (Erbarme dich mein Gott). Es, para mí, una de las obras más hermosa de la historia de la música occidental.
RépondreSupprimerMuchas gracias Servus.
RépondreSupprimerNo se quejará usted de los seguidores de su almanaque...¡Qué nivel!
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