Es comprensible que algunos católicos se crean perseguidos o como mínimo objeto de mofa y de chuflas más o menos irreverentes. Resulta difícil incluso no caer en la tentación de hacerlas viendo a muchos de sus pastores, la voz meliflua que sacan o los zapatos rojos del vicario de Cristo en la Tierra, por no hablar, claro, de algunas de las cosas que dicen o defienden, a propósito de la eutanasia, por ejemplo, o de la libertad de investigación científica, pero estas más que mover a risa, causan asombro, si no preocupación. Pero con todo, sí, no le gustan a uno los chistes fáciles a cuenta de los católicos, y no porque no los merezcan o por tener uno tan buenos amigos católicos, sino por fáciles y porque, además, suele uno oírselos a quienes menos derecho tienen a hacerlos. Todavía recuerda uno la irritación de algunos progres al leer en cierta novela que las monjas de la caridad habían hecho más por los parias del mundo que todos los soviets juntos. O sea, que sarcasmos sí, pero no con Lenin.
Los chistes fáciles sobre los católicos han vuelto a menudear con ocasión de la multitudinaria reunión de papistas en Madrid. Claro que a menudo los propiciaban ellos mismos con consignas un tanto pijas (“esta mochila, me la he pagado yo”), que nos recordaban que la mayoría de aquellos jóvenes eran, al contrario que los de la película de Scola, guapos, limpios, encantadores, o eso parecían en televisión, representantes de la iglesia de los ricos tanto como de Ralph Lauren, más que la de los pobres. Pobres, lo que se dice pobres, no parecían. Los pobres suelen ser “brutti, sporchi e cattivi” o sea, feos, sucios y bordes y no tienen dónde caerse muertos, no digamos para viajar en avión. Pero sí, pobres o ricos, tenían derecho a reunirse (como los gays, dijeron algunas autoridades con peineta, en qué estarían pensando, antes de recibir a Benedicto XVI, y, por cierto,“somos adictos a Benedicto” fue otra de sus consignas estupefacientes).
Nadie a estas alturas aboliría la separación del Estado y de la Iglesia, aunque ciertas jerarquías católicas se resistieran coléricas a aceptarla, al igual que a perder el monopolio de la enseñanza. Pero es bueno, ha leído uno hace un rato en Vargas Llosa, que en los estados laicos y democráticos haya una iglesia católica fuerte, a pesar de que como iglesia no pueda ser nunca una organización democrática. “Una rica vida espiritual” es un “antídoto permanente”, asegura, contra el individualismo voraz y sin escrúpulos. O sea, que cuanto más fuerte sean las iglesias, habrá menos mafia y menos pederastas y menos violencia de género y más gente favorable a la eutanasia y a la libertad científica. ¿Y sólo es posible una vida espiritual rica dentro de una religión? En fin, como es premio nobel le dejaremos que se saque de la manga los naipes que quiera, pero sí es verdad en cambio su afirmación de que mientras el hombre encuentre intolerable desaparecer de este mundo, habrá religiones, ya que ni la ciencia ni la cultura son enteramente consoladoras. Cierto: acaso sólo un Dios pueda salvarnos, decía Heidegger. Claro que parece uno estar oyendo a Gaya recordandonos que basta que uno funde una religión, para que Dios se vaya a otra parte.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 18 de septiembre de 2011]
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 18 de septiembre de 2011]
No sé qué autoridad ni en qué sentido comparó el encuentro de los jóvenes con su ídolo con las marchas gays. Pero no me parece mala comparación. A mí al menos me provocan el mismo desafecto: si veo a los unos me hago el firme propósito de enderezarme e interesarme por el sexo opuesto, como Dios manda; si veo a los otros me acuerdo de Baroja: un país sin curas, sin moscas (carabineros creo que ya no hay)
RépondreSupprimerAl final me gusta (y quisiera quedarme) con ese Dios de Gaya porque de él nunca se podrán apropiar los idólatras
Un alma limpia, o una conciencia libre de pesadumbres, una vida impoluta, un comportamiento intachable, la probidad del santo varón, etc ... en fin, el signo de la beatitud o la santidad muchas veces no vino acompañado sino de todo lo contrario, de una vida disoluta antes del arrepentimiento, de una precariedad física posterior a una noble ostentación (vida de San Agustín, o de San Francisco de Asís, por ej.) y en la dialéctica entre lo material y lo espiritual, la dignidad moral y el rechazo de los placeres mundanos, es una pugna inexigible hoy en día, trasnochada, y menos a la juventud; fueron las personales e individuales condiciones de aquellos las que como un faro de conciencia parece guiar a una indefinible congregación eclesiástica, heteróclita a la fuerza.
RépondreSupprimerEs cierto que la iglesia católica ha metido a menudo la pata en muchos temas...Quedémonos al menos con la idea de la labor humilde, a menudo anónima y callada de algunas órdenes religiosas y pequeñas parroquias católicas, sí, católicas, con presupuestos poco boyantes, aquí y en el extranjero; sin su esfuerzo y apoyo muchas familias se encontrarían en los tiempos actuales completamente desamparadas.
RépondreSupprimerEran ricos, en tiempo de crisis solo viajan quienes tienen posibles; eran..., había guapos y feos y lo de limpios, solo había que ver cómo dejaban el lugar por donde pasaban; eran militantes acríticos, alienados diría Hegel, con una sonrisa obligada porque esa era la consigna: había que estar alegres para que la gente viese el contento nacido de la fe católica, todo impostado. Del artículo, decir lo que se dice en un sms que llegó a mi teléfono a las ocho de la mañana de hoy lunes (solo lo que entusiasma puede llevar a alguien a mandar un sms a las ocho de la mañana): "Soy Alicia X, mi familia seguidores de tu hermano, leído artículo de ayer, je,je con Bolonia un 14 bsts"
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