Las letras hablan, incluso en colores del arco iris, como las de Rimbaud. A veces, raras, pueden ser también poesía, y entonan una canción en blanco y negro. Entonces dejamos de verlas, y las letras también van por dentro. Esa es la razón por la cual las letras feas pueden ser también bonitas si lo que llevan dentro lo es y la razón por la que la tipografía no resulta fácil de entender y de explicar y de aplicar. Como casi todo, en tipografía las cosas vienen de atrás, a veces de muy lejos.
Lo que cuenta Steve Jobs: las letras le hablaron, después de años en silencio. Entre letra y letra, como entre los días de nuestra vida, hay arcos de piedra, con su clave, en el largo viaducto del existir. Unas clases de caligrafía recibidas en su mocedad, asegura con una hipérbole (la vida se construye con hipérboles, como la literatura, desde Homero), le salvarían: quería que sus ordenadores tuvieran una tipografía aceptable, no esas cochinadas que se ven en microsoft, dirá él más en serio de lo que parece. Jobs no quería hacer de Apple un club distinguido, ni mucho menos pijo, contra lo que se piensa. Lo que quiere es que el mundo entero se haga mejor, y sea un gran club del que todos puedan formar parte. Seguramente muchos lo tildaron de iluso, como a nuestros institucionistas, pero la gente no se deja engañar, y al igual que distingue entre un vino bueno y otro malo, distingue entre las letras, reconoce la que le está diciendo algo especial y la que trata de venderle dios sabe qué. El tiempo le dió la razón a Steve Jobs, sin tener ni siquiera que quitársela a Bill Gates: en el fondo ni le tuvo en cuenta.
Bien, Apple logró poner en sus ordenadores una tipografía adecuada (le bastó mirar hacia la futura y la helvética, como hacen los ganaderos de reses bravas cuando cruzan sus animales).
De todos modos, falta aún mucho para limpiar la red de ruido tipográfico y contaminación gráfica. Quien logre hacer programas versátiles y sencillos para que cada cual, sin esfuerzo, pueda ser "editor de su propia y sola obra", ese día, internet será perfecto, y se habrá convertido en nuestra casa en toda la extensión de la palabra, será parte de ella, como las ventanas. Muchos bibelots espeluznantes, mucho mobiliario atroz todavía por todos sus rincones. Internet se parece aún demasiado a una publicidad de saldos, incluso lo más alto y escaso parece aquí muchas veces de rebajas. Que por defecto tengamos que apencar con las tipografías de internet, o con la rigidez de cajas, interlíneas y demás, no resulta razonable, porque uno no puede comprender cómo son capaces de hacer ordenadores cada más pequeños, complejos y veloces cada día, y en cambio no un programa sencillo y versátil que nos permitiera maquetar cómodamente a los que todo lo hacemos de oído.
De todos modos, falta aún mucho para limpiar la red de ruido tipográfico y contaminación gráfica. Quien logre hacer programas versátiles y sencillos para que cada cual, sin esfuerzo, pueda ser "editor de su propia y sola obra", ese día, internet será perfecto, y se habrá convertido en nuestra casa en toda la extensión de la palabra, será parte de ella, como las ventanas. Muchos bibelots espeluznantes, mucho mobiliario atroz todavía por todos sus rincones. Internet se parece aún demasiado a una publicidad de saldos, incluso lo más alto y escaso parece aquí muchas veces de rebajas. Que por defecto tengamos que apencar con las tipografías de internet, o con la rigidez de cajas, interlíneas y demás, no resulta razonable, porque uno no puede comprender cómo son capaces de hacer ordenadores cada más pequeños, complejos y veloces cada día, y en cambio no un programa sencillo y versátil que nos permitiera maquetar cómodamente a los que todo lo hacemos de oído.
Tipográficamente, le decía al amigo A. hace unos días, tararea uno aquí en este almanaque de oído también, como toca la ocarina un ciego. Pero el corazón se le ensancha de gratitud oyendo a quienes como Jobs nos recuerdan que la verdad y la belleza en el fondo tampoco tienen en cuenta los negocios o el éxito, aunque puedan hablar de ellos. Creo que si Jobs lo hace en esta memorable intervención suya, de negocio y de éxitos, es por pudor, para no tener que hacerlo de lo que en verdad le importa: las letras hablan y a veces son el canto, la poesía. A eso le ha dedicado tantos años: a hacer el trabajo de millones de personas más hermoso y quién sabe si más verdadero.
Puff, Andrés, los pelos de punta esta mañana. Gracias.
RépondreSupprimer"...las letras feas pueden ser bonitas si lo que llevan dentro lo es". Como las personas entonces, ¿no? Sólo que, en estos tiempos hipervisuales, quién es el guapo y la guapa que le da una oportunidad a una letra poco agraciada?
RépondreSupprimerA donde quiera que el hombre va, lleva consigo su novela. ¡Qué novela la de Steve Jobs! Gracias, Andrés. Impresionante.
RépondreSupprimerIbarra Real YA! (por lo menos en el BOE)
RépondreSupprimerMerece que Apple le regale sus próximos productos, como mínimo.
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