Antes de ponerme a escribir este artículo, se ha metido uno en internet buscando rastros del mítico toro Ratón que mató hace unas semanas de una cornada a un mozo borracho en un festejo en un pueblo de mala muerte, dicho esto en sentido estricto. En los muchos artículos e informaciones encontrados llama la atención, en primer lugar, que nadie se pone de acuerdo a la hora de afirmar si han sido dos o tres las vidas humanas que Ratón se ha llevado ya por delante. Significa esto que Ratón ya es un animal legendario, pues eso es precisamente una leyenda, abrumar los contornos con esa fina niebla que todo lo vuelve a un tiempo impreciso y misterioso, magnificándolo.
Sí hay mayor acuerdo, en cambio, en eximir al toro de responsabilidad. ¿Podría ser de otro modo? ¿Qué culpa tiene la criatura?, nos repiten. ¿No es esa su naturaleza? Pero la discordia reaparece cuando tratan de dilucidar el futuro de un animal sólo peligroso si se le sueltan entre los mozos del pueblo, riau, riau. El ganadero y dueño del toro, por ejemplo, asegura que ya antes de esa última muerte había pensado retirarlo de los cosos, pero que se lo había impedido el público, y él y su toro, como los artistas, se deben a su público, que tanto les quiere. ¿Y está consternado el ganadero? Cómo no estarlo. Claro que como suele decirse: los duelos con pan son menos. El cachet de Ratón se dispara cada vez que cornea a alguien. Por eso al ganadero le gustaría clonarlo, aunque se queja de que algo tan costoso no esté al alcance de ganaderos modestos como él, por lo que pide a la autoridad competente que lo haga. Es un clamor popular. Cierto que en el clamor no se entiende bien lo que dicen: si “Oigo, pueblo, tu aflicción” u “Oye al pueblo, a la afición”. En fin, algo nos ha quedado claro: no querríamos en ningún caso que se clonara al ganadero. Ni tampoco a la afición ni a las autoridades.
Las declaraciones de los alcaldes cuyos ayuntamientos han contratado al “toro, toro asesino”, parecen, sin embargo, clonadas de las declaraciones de tantos políticos, especialistas en demostrar que la culpa siempre es de otros: “Esos festejos sólo son responsabilidad de las empresas que los contratan”. ¿Y quién decide en estos pueblos la clase de festejos que deben o no celebrarse? ¿El maestro armero, a quien han de dirigirse las reclamaciones? Y sí, queda por último el público, el famoso público, que reclama la presencia del astado (siempre quiso saber uno el nombre del primero que llamó al toro, en un arranque poético, “astado”, o mejor aún, al primero al que se le ocurrió, en un arranque de cinismo, lo de “respetable público”, gran oxímoron). Estuvo uno hace tres o cuatro años por curiosidad solanesca en una de esas capeas pueblerinas. Causaba congoja, al ser testigo de tanto cerrilismo en el ruedo y en los tendidos, que los españoles siguiéramos siendo... así. Por eso ante la fiera estampa de ese toro bragado llamado Ratón, le asaltan a uno ideas muy raras. Le animaría por ejemplo a Ratón a que terminara su trabajo en tantos pueblos de mala muerte. Lo que no hubiera dado Eugenio Noel por tener un aliado como ese en sus campañas regeneracionistas y antitaurinas.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 11 de septiembre de 2011]
No tenía ni idea de que un animal pudiese aumentar su precio o valor por haber matado a una persona, aunque fuese en el ejercicio de sus funciones.
RépondreSupprimerMe pregunto qué sentirían delante de él los familiares de la persona fallecida; supongo que será una trágica manera de dejar de ser público.
Eso de pagar o cobrar por ver matar o matar mismo, pues el público de estos encierros sin pudor reconoce que le impulsa en varios casos más que el riesgo la sed de sangre, no veo claro que se utilice en contra de esa otra gran fiesta nacional, de dignísimos procedimientos artísticos contra la suerte. De nuevo es el pueblo de sencillas costumbres patrias el que habría que deconstruir genéticamente para enderezar tamaña abominación pública.
RépondreSupprimerEstá usted en lo cierto, maestro. Habría que remontarse a 1907, con la "Plaza de las ventas",de Solana, para ver algo que se pueda parecer a este verano de vinazo y mocerío. Lo peor no es eso. Lo peor es que a lo hora de los comicios todo el mundo vota. Y con esos miembres tan zafios se sigue montando el tiglado político de la antigua farsa. La democracia como abuso de la estdística, que ya dejó dicho Borges. ¡Porca miseria!
RépondreSupprimerQue a unas tradiciones bárbaras seguidas por un sector de la población se les considere cultura, por el hecho de ser parte de su forma de vida, sin entrar en más consideraciones, es igual de reprobable que si se tratara de equiparar costumbres salvajes de algunas tribus de Oceanía con la pasión del pueblo austriaco por la música clásica.
RépondreSupprimer¿No encuentra, Don Andrés, en esto del toro "Ratón" una parábola política? ¿No ve en el pueblo de Sueca al pueblo español, que como el de aquel sube el valor del toro Ratón este sube el valor de Rajoy? Los dos cornean, el primero en las plazas de toros por las que ha corrido; el segundo, todos lo saben, lo hará en cuanto lo saquen al ruedo nacional como eso, toro de lidia. " El ganadero y dueño del toro, por ejemplo, asegura que ya antes de esa última muerte había pensado retirarlo de los cosos, pero que se lo había impedido el público, y él y su toro, como los artistas, se deben a su público, que tanto les quiere". El ganadero y dueño de Rajoy, el capital más depredador y especulativo (la derecha más egoísta y retrógrada) asegura que había pensado retirarlo de los cosos, pero que se lo había impedido el público, y él y su toro, como los artistas, se deben a su público, que tanto les quiere.
RépondreSupprimerVa por ustedes, respetable público... pero tenga por seguro que nos corneará en la ingle hasta morir desangrados,el uno y el otro.
Pero, Anónimo, si el toro anterior nos ha dejado sin sangre, poca nos puede derramar ya el siguiente.
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