HA sido un larga estancia en el agro. Durante este tiempo apenas hemos visto a nadie, si exceptuamos a la cajera del súper una vez por semana. Es comprensible que mire uno con inquietud la vuelta a la ciudad. Se nos viene a la memoria esta frase del Diario de un pintor, de Ramón Gaya: "Creo en Dios, en la naturaleza, en la realidad, pero absolutamente nada en la sociedad –sea la que sea–; y creo también en la persona, en las personas, incluso creo en las gentes, y, sobre todo, me gustan las gentes, aunque espero muy poco de ellas”. Es una manera muy cervantina de ver el asunto, sobre todo en quien como él era muy partidario de Velázquez y un poco menos de Cervantes, acaso porque encontraba que el humor en Cervantes había sido una debilidad (lo cual, tratándose de un escritor que durante mucho tiempo ha pasado por un humorista es una objeción considerable). Pero ¿cómo hacer, si no es con un poco de humor, que las gentes nos resulten tolerables, de hacernos tolerables a ellas?
(Foto: Monte Santa Cruz, 2 de septiembre, 2011)
El humor no será el bálsamo de Fierabrás, pero se le parece bastante, porque en lo que tiene de actividad humanística, no sólo palía el dolor, sino que ayuda a mirar la vida sin solemnidades, sin rigidices. Nos hace reír a la vez que reflexionar.
RépondreSupprimerEso es. Y ahora entiende uno por qué bajo los sitemas totalitarios la sonrisa está casi siempre ausente. Es lógico que los que pretenden conocer ls leyes del cambio histórico y dicen estar representando el futuro de la Humanidad en sus formas más rutilantes, admitan pocas bromas a los que tratan como súbditos.
RépondreSupprimerCuando vuelves de vacaciones y entras por Plaza de España te sientes un poco como en el Show de Truman, como si todos los demás fueran actores y la ciudad un decorado más.
RépondreSupprimerLa vida en el campo resulta auténtica al instante.
Buen viaje.
RépondreSupprimerLo que pasa es que el gran humor siempre es triste. La risa sin embargo es agresiva. Siempre nos reímos de alguien.
RépondreSupprimerProfunda melancolía "vanmorrisoniana" destila ese monte desolado pero lleno de la buena gente de Dersu Uzala.
RépondreSupprimerSaludos cordiales.
Me identifico absolutamente con el pensamiento de nuestro querido Ramón.
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