La naturaleza de Miguel Galano es lírica, sus cuadros son líricos y misteriosos, y su lirismo es hondo, lleno de ensueños apagados y verdaderos. Diríamos: ascuas acunadas en la ceniza. Podríamos decir también de ellos sólo eso, y habríamos dicho mucho, mucho más de lo que podamos decir de casi nadie. Hay algo en él de metafísico. Al metafísico, si no trata de explicar el mundo y el trasmundo con palabras al modo de los filósofos, para lo cual es sabido que estos suelen necesitar muchas y no siempre claras, al metafísico, decía, parecen bastarle y aun sobrarle unos cuantos silencios, unas cuantas sombras, como mucho unas cuantas ausencias sugeridas. La primera ausencia de la pintura de Galano es la humana. Y sin embargo nadie diría que sus paisajes, sus casas, sus jardines, sus litorales y sus mares, sus templos abandonados y sus árboles invernales, estuviesen vacíos, ni mucho menos. En todos ellos sentimos que alguien acaba de irse, que alguien aparecerá en cualquier momento por un rincón del cuadro, como en una cita secreta y misteriosa.
Escenarios propicios para tales encuentros, más allá de lo real, y por eso decimos que los suyos son metafísicos, porque parecen tener lugar en la órbita de la poesía, escenarios que parecen estar convocándonos a tales encuentros misteriosos, sugeridos, son, en la pintura de Galano, qué duda cabe, su Norte brumoso, que tantas veces ha pintado, las carreteras solitarias que unen como un eslabón roto la frontera lejana entre Galicia y Asturias, en su país nativo, esos viejos caserones a las afueras de cualquier parte, “Brujas la muerta”, “Córdoba callada”, Varsovia la simbolista, Barcelona la gótica… Pero, ¿y Cartagena de Indias la luminosa, la Cartagena de Indias abierta al mar Caribe y mecida por los festivos vallenatos?
No sabemos las razones por las cuales acabó Galano en Cartagena de Indias, pero sí podemos sospechar las que le llevaron a retratarlo. Pues hay que decir que del mismo modo que otros retratan personas, Galano retrata lugares, les busca el alma y hace que esta les venga al rostro. Y el rostro de los lugares son esos viejos caserones, los muelles, sus barcos como parados en alta mar, las carreteras abrochando confines bajo la niebla, esos jardines sin jardinero, sin alma, de los que hablaba Manuel Machado…
Ha estado uno también dos veces en Cartagena de Indias Dios podrá recordar por qué razones, pero ha podido encontrar en las pinturas de Galano, para su alegría, aquella Cartagena que también nos sorprendió a nosotros, la que se vaciaba a partir de las doce de la noche, la de las calles en la que resonaban siempre unos pasos sin que llegáramos nunca a descubrir de dónde procedían, a veces los cascos cansinos de un jamelgo enganchado a un carricoche, la de las casas coloniales en las que parecerían estar esperando los fantasmas de todos aquellos que como Cervantes cifraron en esa ciudad su fortuna, sin que pudieran llegar a ella jamás, la de las plazas imponentes, con esos dragos y ficus decimonónicos y sus bancos de hierro en la que los mendigos tenían el aspecto de no ser sino las estatuas cansadas de estar de pie todo el día, la del maravilloso poeta cartagenero Luis Carlos López, tan verlainiano, tan lírico a su manera áspera (como lo fue Vighi), tan lírico a su modo sentimental (como lo fuese el otro López, López Velarde), tan vangohtiano, con sus viejas botas caminando solas, fantasmales, por la ciudad, en cada amanecer… Esa ciudad está en estas pinturas, aquella lejanía es ya nuestra cercana lejanía.
Galano es un pintor lírico, su lirismo es hondo, y su mirada suya, sólo suya. Dijo Antonio Machado de Baroja “En Londres o Madrid, Ginebra o Roma, / ha sorprendido, ingenuo paseante, / el mismo tedium vitae en vario idioma, / en múltiple careta igual semblante”, y podría decirse de él que ha llevado, como Baroja, a Cartagena de Indias su penumbrismo, su soledad, y, oh prodigio, un poco del invierno y de las brumas del Norte, como aquel personaje de Cien años de soledad que corría nieve en el trópico. Ha ido pues Galano a Cartagena de Indias no a traernos, sino a llevarles.
Galano ha hermanado Cartagena de Indias con Córdoba, con Cracovia, con Barcelona, con Ribadeo, ha puesto su ascua viva en la ceniza. Galano lírico, solitario, metafísico.
[Texto para el catálogo Miguel Galano, Cartagena de Indias, septiembre 2011]
Hermoso texto y la acuarela es preciosa, una pequeña joya.
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