ACABA de publicarse Madrid 1936-1939. Una guía de la capital en guerra, de Fernando Cohnen (Ediciones La Librería, Madrid, 2013).
No está en mi propósito hablar de este interesante libro en el que, dicho sea de paso, no he visto por ningún lado rastros del extraordinario Madrid-Moscú de Carlos García-Alix, antecedente claro del de Cohnen, quien debería acaso aficionarse a reconocer los préstamos.
Únicamente hablaré del prólogo, obra del sindicalista Nicolás Sartorius.
Dice este no estar de acuerdo "ni mucho menos, con la actual tendencia de algunos autores de establecer una especie de equidistancia entre ambos bandos respecto a los desmanes que cometieron o lo que es lo mismo, considerar que como se perpetraron barbaridades en ambos lados, todos fueron igualmente culpables y, en consecuencia, la razón estuvo entre aquellos que se mantuvieron neutrales y no quisieron participar en tamaño desastre. La que se ha venido en llamar la tercera España, es decir la que se quitó de en medio cuando comenzaron las hostilidades..."
Vamos de acuerdo: los bandos no son equiparables, sólo los asesinos y quienes amparaban o alentaban sus crímenes. En ese sentido el papel y las responsabilidades de Pemán alentando los asesinatos en la retaguardia no son muy diferentes de las de Rafael Alberti y la redacción de El Mono Azul, que aquél dirigía, jaleando los paseos y la "limpieza" revolucionaria. Que yo sepa ni uno ni otro pidieron perdón a las víctimas ni asumieron sus responsabilidades. Uno, porque ganó la guerra; el otro, porque la perdió.
Y no se sabe de dónde se ha sacado Sartorius que los que apoyaron la tercera España fueron los que "se quitaron de en medio". ¿Quiénes? ¿Cernuda, Ramón J. Sénder, Barea, Rosa Chacel, Chaves Nogales, Clara Campoamor, Juan Ramón Jiménez, los brigadistas intelectuales que se pasearon por la retaguardia y se fueron a las pocas semanas, los participantes del Congreso de Intelectuales Antifascistas?
Insiste Sartorius también en la tesis de Viñas, Preston y otros historiadores: no son equiparables los asesinatos de uno y otro bando por ser los de los sublevados "una sistemática eliminación" propiciada desde el alto mando, o sea "desde el poder", mientras que los de los republicanos "no contaron con el apoyo o el aval de las autoridades legítimamente elegidas". Dejando a un lado la creación de los "tribunales populares", una especie de patentes de corso para la "justicia revolucionaria" timbradas por el Gobierno, tiene razón Sartorius: el "poder" republicano no pudo avalar la represión en la retaguardia... porque no era tal poder: el gobierno legítimamente constituido fue deslegitimado por las fuerzas revolucionarias (Cnt-Fai, Pce, facciones radicales del Poe, incontrolados), el "verdadero poder" (no sólo en el caso de las checas que mantuvieron abiertas los partidos políticos de izquierda, sino en el de la represión de los poumistas, víctimas a un tiempo de fascistas y comunistas, estos últimos, sí, "verdadero poder" de la República).
Pero acaso el tono ligero de ese prólogo, o si se prefiere, el calado que la ficción ha hecho en la memoria de las gentes, lo da esta frase de Sartorius, a propósito de Casa Manolo, una tasca de la calle Jovellanos, "frecuentada durante la guerra por políticos y literatos, entre los más fieles Pablo Neruda". "Durante la guerra" a Neruda no debió de darle mucho tiempo de frecuentarla, porque como es sabido dejó Madrid a los pocos días de empezada, cuando cayeron las primeras bombas, dejando desamparado el consulado de Chile en manos de Morla Lynch, que salvó la vida de miles de madrileños. O sea, que fue también uno de los que "se quitaron de en medio".
Sólo una aclaración más: en el libro que prologa no se dice jamás que Neruda frecuentara "durante la guerra" esa taberna; eso sólo se debe a la fantasía de Sartorius, que leyó lo que quería leer, acaso lo que llevaba impreso en su "memoria histórica", sin duda para contribuir así con su granito de arena a la gloria del poeta chileno y a la épica, porque "la ficción" sigue trabajando por su cuenta, al margen de la realidad.
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Manifestación del 1º de mayo de 1936. Gran Vía Madrid (foto cortesía de C.G.-Alix para Las Armas y las Letras, 2010. |