CUANDO personas como yo, rudimentarias y cándidas, empiezan a prestarle atención a los informes del FMI es porque la cosa es mucho más grave de lo que aseguran los del FMI. Nos pasamos el día oyendo: “Esto es una vergüenza, son todos unos ladrones, aquí se va a armar gorda”. Hemos leído: “Se han perdido 37.000 millones de euros prestados a la banca”; y también: “Hay que bajar un 10% los sueldos”, y la gente como yo se pregunta, ¿pero cómo que se han perdido 37.000 millones; cómo que se creará empleo desactivando el consumo?
Este punto es en el que suelen aparecer las sirenas, con sus famosos cantos, principalmente entre los jóvenes. Podemos pensar que ninguna revolución es recomendable, porque las que ha habido fracasaron, pero los jóvenes, no; ellos, en todas las épocas, creen que la suya será la buena. La esencia de las revoluciones es siempre unos bonitos ríos de sangre. Sin sangre, sin cabezas en un cesto, no hay revolución. Los del FMI, conservadores por naturaleza, no han contemplado en sus informes y previsiones el factor humano, imprevisible. Si lo que el FMI previó en 2008 para 2013 ha resultado mucho peor, ¿por qué en 2018 estaremos mejor, como vaticinan?
Al tiempo que se nos comunicaba que “se han perdido” 37.000 millones, leíamos que un banco español ha ganado en el primer trimestre de 2013 tanto como en todo 2012. Y uno, al que se le ha ido poniendo cara de tonto, se pregunta: ¿No será que se prestaron esos 37.000 millones a los bancos “malos” para que estos devolvieran sus créditos al banco “listo”? ¿No tendrá que ver con los recortes el hecho de que las grandes empresas, que han ganado en 2013 un 50 % más que en 2012, hayan dejado de pagar en impuestos miles de millones de euros?
Como estos problemas nos desbordan, los crédulos miramos esperanzados al capitán del barco, por si nos libra del naufragio. Pero aquel, llevándolo contra los acantilados, dice sin dejar de fumar su habano: “Puse mi confianza en un delincuente”. Supongamos que nueve de cada diez españoles se equivocan creyendo que el Presidente del Gobierno fue cómplice de su contable y no su víctima, pero ¿por qué van a creer ahora que a quien se dejó engañar y robar durante años no lo están engañando y robando ahora? Quiero decir, que antes le robaban a él, pero ahora puede que nos estén robando a nosotros, o sea que si no se ha querido marchar por corrupto acaso tenga que hacerlo por incompetente. Pedro Luis de Gálvez fue un crápula y un bellaco, pero autor de sonetos memorables. En uno de ellos escribió algo que debería hacerles pensar a los políticos, banqueros, funcionarios del FMI y cuantos no tienen en cuenta el factor humano: “Cuando envuelto en las sábanas de finísimo lino / descansas, en la noche, de tu leve jornada, / en la piedra más dura de tu propio palacio, / lentamente, sin ruido, despacio, ¡muy despacio!, / el pueblo, que no duerme, saca filo a la espada...”. Los viejos ven con escepticismo las revoluciones. Ahora, resultará difícil quitarles de la cabeza a los jóvenes esa idea, porque políticos, banqueros y demás es lo único que no han podido robarles todavía: precisamente la idea.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 26 de agosto de 2013]