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Tarjeta postal, regalo de Martín Carrasco. Si bien el dibujo representa a un Unamuno joven (de los años en que escribió su Vida de don Quijote y Sancho, 1905, y con la pluma en astillero –y no digo más–), la postal parece posterior, acaso de 1947, cuarto centenario del nacimiento de Cervantes. Lo más gracioso de la estampa es que el Rocinante que monta don Miguel es un caballejo de picador, con su ojo vendado. ) |
EL estado de reposo de Unamuno fue la acción. Dicho a su manera: un ser
agónico, en su etimología clásica, combativo. Dedicó todos los minutos de vida
consciente a pensar y sentir. Incluso dormido, y acaso más aún en ese estado,
jamás dejó su actividad pugilística.
De los escritores españoles de la generación del 98, y aun de toda la
literatura española, probablemente sea Unamuno del que puedan espigarse un
mayor número de citas, si bien jamás escribió él ni una sola máxima ni un solo
aforismo. Sus citas hay que encontrarlas en la densidad de su prosa y de sus
versos como las esmeraldas los garampeiros.
Su manera de escribir a partir de iluminaciones, trallazos, relámpagos,
intuiciones y, principalmente, paradojas, facilita que se puedan escoger
tantas. No en vano escribió que “no se piensa más que en aforismos”. Es rara la
página de Unamuno en la que no haya tres o cuatro grandes frases que llamen la
atención, y eso en alguien como él que escribió miles de artículos (veinte mil,
dicen los expertos) y miles de cartas (entre cuarenta y cincuenta mil), además
de unas docenas de libros de ensayos, viaje, novelas, poesía y teatro. Las
frases de Unamuno hacen pensar siempre, todo en él hace pensar, no hay nada en
él de marquetería ingeniosa o de salón.
Poesías, su primer libro de poemas, 1907, incluye
un “Credo poético”. Lo que dice de la poesía, de la suya en realidad, vale para
toda su obra. Precisamente el primero de sus versos se ha hecho memorable, y es
la primera gran cita de Unamuno: “Piensa el sentimiento, siente el
pensamiento”. Y un poco más abajo: “Lo pensado es, no lo dudes, lo sentido” (…)
“No te cuides en exceso del ropaje, / de escultor y no de sastre es tu tarea, /
no te olvides de que nunca más hermosa / que desnuda está la idea”.
En la obra de Unamuno (uno de los pensadores europeos más influyentes de su
tiempo, y desde luego también en la literatura y política españolas, que opinó
puede decirse que de todo, y lo manifestó con absoluta libertad) la paradoja llegó
a tener el mismo valor que la mayéutica en Sócrates o la duda metódica en
Descartes.
Le recriminaron mucho ese carácter paradójico de sus escritos, porque se
veía en él falta de rigor, de seriedad, virtud esta que valoran mucho, como es
sabido, los académicos y los viajantes de comercio. Unamuno no vendía nada, ni
a sí mismo.
Él se justificaba y decía, muy cervantino en eso y luchando contra su
temperamento conceptista, que si un pensador no pierde por carta de más, jamás
ganará nada. Y eso es lo que hacen las paradojas, forzar la jugada. Se exponía
con ello, claro, a ser malinterpretado (como cuando escribió aquel “que
inventen ellos”, en el que cifraron algunos el energumenismo o cerrilismo
español), o a que lo fusilaran (como el día que profirió otra de sus frases más
recordadas, “Venceréis pero no convenceréis”, en el paraninfo de la Universidad
de Salamanca, en presencia de Millán Astray, en octubre del año 36).
Van aquí algunas de las que yo mismo he ido escogiendo a lo largo de los
años, bien en mis lecturas de Unamuno (el autor que primero leí y del que
primero escribí) o en libros de otros sobre él. Seguro que si pudiera releer lo
leído o leer lo que aún no he leído de él (¡tantos artículos! ¡tantas cartas! que
me quedan afortunadamente aún por leer), podrían salir muchas más. Son, a mi
modo de ver, citas todas de un gran poeta. Y es, ni que decir tiene, un
escritor siempre sorprendente y asombroso, con el que no hay que estar de
acuerdo para tenerlo por un verdadero padre nuestro.
Estas citas son de toda su vida, o sea, que se podrían encontrar algunas de
sus primeros años puestas en tela de juicio por otras de los últimos, y al
revés, y todas ellas no son más que la punta de un iceberg. Lo importante es el
texto de donde proceden. Unamuno es todo un continente sumergido en las aguas
heladas de este tiempo que parece haberle dado la espalda. Ni siquiera está uno
seguro de que Unamuno sea ya como los clásicos, más admirado y respetado que
leído. Ese fue su sino desde joven: tan admirado como discutido.
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EL mundo entero es un Bilbao más grande.
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¿QUÉ me importan “mis ideas”. No hay ideas
“mías” ni “tuyas”, ni de “aquél”; son de todos y de nadie. La originalidad de
cada cual estriba en vaciar su alma; en el soplo que anima su obra. Nadie se
apropia de nadie y todo lo sabemos entre todos.
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OBRA de modo que merezcas a tu propio juicio y a juicio de los demás la
eternidad, que te hagas insustituible, que no merezcas morir (…), y si [como
decía Sénancour en aquella inmensa monodia de su Obermann] es la nada lo que nos está reservado, hagamos que morir
sea una injusticia.
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LOS de 1898 saltamos renegando contra la España constituida y poniendo al
desnudo las lacerías de la patria: éramos quien más quien menos unos ególatras.
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SOÑAR no es esperar.
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HAY que ser rígido y antipático hasta los sesenta años; después lo
contrario.
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LAS literaturas de vanguardia siempre encubren políticas de retaguardia.
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Tengamos lo que todo pueblo culto, para serlo de veras, debe tener: simpatía, en el rigor etimológico de
este vocablo; capacidad de ponernos en el espíritu de otros y sentir como ellos
sienten. No digáis nunca ni Bilbao para los bilbaínos, ni Vasconia para los
vascos, que al decirlo renegáis de nuestra raza; decid más bien: todo para
todos.
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LA libertad es un bien común, y cuando no participen todos de ella, no
serán libres los que se crean tales.
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DENTRO de la carne está el hueso y dentro del hueso, el tuétano, pero la
novela humana no tiene tuétano, carece de argumento. Todo son las cajitas, los
ensueños. Y lo verdaderamente novelesco es cómo se hace una novela.
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SÓLO el héroe puede decir «Yo sé quién soy», porque para él el ser es
querer ser; el héroe sabe quién es, quién quiere ser, y sólo él y Dios lo
saben.
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NO des a nadie lo que te pida, sino lo que entiendas que necesita; y
soporta luego la ingratitud.
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UN partido no crea, no puede crear nada; sólo crea un hombre, un hombre
entero y solo.
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CUANTAS menos ideas tenga uno y más pobres sean, más esclavo será de esas
pobres y pocas ideas.
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CONVIENE que adentremos la lucha para vivir en paz con los demás, pues sólo
batallando con nosotros mismos seremos tolerantes.
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HASTA cuando la mujer tiene menos inteligencia, tiene más sentido común que
el hombre.
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SON tantas las familias que viven del contrabando, que hay que meditar
mucho antes de suprimir las aduanas, decretando el libre cambio.
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CONOCE tu obra, y llévala a cabo.
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El lenguaje sirve para ahorrar el pensamiento. Se habla cuando no se quiere
pensar.
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EN todas partes, pero sobre todo donde la
fiebre de negocio hace estragos, hay que aprender a respetar a los haraganes:
lo son para que otros puedan darse el gusto de trabajar.
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LA guerra ha sido siempre un factor de progreso. Por ella es como aprenden
a conocerse y quererse vencedores y vencidos.
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EL genio es el que llega a ser voz de un
pueblo: el genio es un pueblo individualizado.
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LA fe no es creer lo que no vimos, sino crear lo que no vemos.
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NADA denuncia la ordinariez de espíritu, la
ramplonería y plebeyez de alma como el apego a la comodidad. El señor que no
sabe viajar sin almohada y baño es un mentecato. El desprecio a la comodidad es
aún una de las evidentes superioridades de los pueblos de casta ibérica.
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UNA de las astucias maliciosas que la envidia emplea es confundir en un
mismo elogio a personas de muy desigual valía, es nivelar en el elogio (…)
Cuando uno elogia a otro desmedidamente, hay que preguntarse siempre: “¿Contra
quién va ese elogio?”. Puede ir contra el elogiado mismo, puede ir contra un
tercero.
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ES débil, porque no ha dudado bastante y ha querido llegar a conclusiones.
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LOS diarios íntimos son los enemigos de la
verdadera intimidad. La matan. Más de uno que se ha dado a llevar su diario
íntimo empezó apuntando en él lo que sentía y acabó sintiéndolo para apuntarlo.
Cada mañana se levantaba preocupado con lo que había de apuntar por la noche en
su diario y en vista de él. Y así acabó por ser el hombre del diario, y este
tuvo poco de diario de un hombre.
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COMO estoy descansando, no tengo tiempo de trabajar.
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UNA novela para ser viva, para ser vida, tiene que ser como la vida misma,
organismo y no mecanismo.
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UNA novela no es un mecanismo –una novela
viva, quiero decir–, sino un organismo, y los organismos no tienen tapa. En
cosas del espíritu, vida del espíritu, las entrañas se ven en la cara Ni el
hipócrita tiene tapa, como no sea de cristal. Y el cómo se hace una novela se
reduce a cómo se hace un novelista, o sea un hombre. Y cómo se hace un lector
de novela. Y si no me doy a mi lector, él no se dará a mí.
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HAY que resignarse y hay que humillarse (en una carta a su hijo Fernando,
al darle cuenta que ha aceptado la medalla de la República como ciudadano de
honor).
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PARA ver la verdad no hay mejor lumbre que la lumbre que sube del ocaso.
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LOS seres empiezan a vivir de veras cuando quieren ser otros de los que
son, y seguir, al mismo tiempo, siendo los mismos.
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NO es raro encontrarse con ladrones que predican contra el robo, para que
los demás no les hagan la competencia.
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HAY que ganar la vida, que no fina, con razón, sin razón y contra ella.
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LA vida no es sueño. El más vigoroso tacto espiritual es la necesidad de
persistencia en una forma u otra. El anhelo de extenderse, en tiempo y en
espacio.
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LA virtud es una forma de inteligencia y el vicio o es tontería o es
locura.
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LA última y definitiva justicia es el perdón.
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Y quien pretende apoyarse en la supuesta opinión de esa mayoría puramente
numérica –iba a decir puramente animal, y no en el mal sentido de la palabra–,
y en ella funde su derecho a imponerse arrogantemente, ese es el verdadero
demagogo.
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–YO amigo mío, no me defiendo jamás. Ataco. No quiero escudo que me
embaraza y estorba. No quiero más que espada.
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PERO ¿para qué viajan la mayoría de los que
viajan? ¿Hay algo más azarante, más molesto, más prosaico que el turista? El
enemigo de quien viaja por pasión, por alegría o por tristeza, para recordar o
para olvidar, es el que viaja por vanidad o por moda: es ese horrible e
insoportable turista que se fija en el empedrado de las calles, en las mayores
o menores comodidades del hotel y en la comida de este. Porque hay quien viaja,
horroriza el tener que decirlo, para gustar distintas cocinas. Y otros para
correr teatros, cafés, casinos, salas de espectáculos, que son en todas partes
lo mismo, y en todas igualmente infectos y horrendos. Y hay quien viaja por
topofobia, para huir de cada lugar, no buscando aquel a que va, sino
escapándose de aquel de donde parte.
* * *
Y hay que viajar –lo he dicho antes de
ahora– por topofobia para huir de cada lugar, no buscando aquel a que se va,
sino escapando de aquel de donde parte.
* * *
ES evidente que los placeres más exquisitos son los más baratos.
* * *
DESPUÉS de todo, la civilización se debe a
los vagos, a los desocupados. La civilización empezó cuando sujetando un hombre
a otro a la esclavitud, le obligó a trabajar para los dos, y libre él de tener
que esforzarse por su parte para ganar el pan, pudo mirar a las estrellas y
preguntarse: “¿Por qué darán así vueltas? ¿Por qué saldrán ahora por aquí y
mañana por allá?”.
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POR terribles que sean las ortodoxias, son mucho más terribles las
ortodoxias científicas.
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DA grima ver lo que hacen los sabios jesuitas
con sus alumnos. Les meten en la cabeza una infinidad de logomaquias, juegos de
palabras, calumnias, atrocidades, toda la morralla pseudo-científica y todos
los detritus de la anémica ciencia ortodoxa.
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CABE volver las riendas del destino
como se vuelve, del revés, un guante.
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LA pasión es como un dolor, y como el dolor crea su objeto. Es más fácil al
fuego hallar combustible que al combustible fuego.
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El que no sientas ansias de llegar a más, llegará a no ser nada.
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VIVIR es solamente, vida mía,
saber que se ha vivido.
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NO hay más revolución que la del tiempo.
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LA falta de sencillez lo estropea todo.
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CON maderas de recuerdos armamos las esperanzas.
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MI religión es buscar la verdad en la vida, y la vida en la verdad.
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¡NADA que no sea verdad puede ser de veras poético!
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HAN vuelto los vencejos
(las cosas
naturales vuelven siempre);
las hojas a
los árboles,
a las cumbres las nieves…
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DEBO declarar que tengo horror al telégrafo
y que casi nunca acudo a él. Me parece un síntoma de grave enfermedad social,
de urbanismo, eso de telegrafiar en un estilo disparatado y con el menor número
posible de palabras, lo que no hace maldita falta que llegue en una o en
veinticuatro horas. El telegrafismo ha tenido una funesta influencia en la
prensa, contribuyendo a crear –por paradójico que parezca– eso que llaman
estilo brillante, y que es el más torpe distraz de la monotonía de pensamiento.
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EL sentido común es el sentido de la pereza,
el que juzga con lugares comunes y frases hechas mecánica y no orgánicamente.
* * *
NO me digáis que estas o aquellas ideas no
son mías, porque os contestaré que no es más padre de una idea quien no hizo
sino engendrarla para abandonarla a continuación, sino que lo es quien la
prohijó, la lavó, la vistió, hizo por ella y la puso en su sitio.
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EL hombre suele ser hijo de su nombre y no de sus obras; tu nombre es tu
estrella.
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LA moda, es decir, la monotonía en el cambio.
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EL miedo nos tapa la verdad, y el miedo mismo, cuando se adensa en congoja,
nos la revela.
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LA trágica historia del pensamiento humano no es sino la lucha entre la
razón y la vida.
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“¡ANCHA es
Castilla! ¡Y qué hermosa la tristeza enorme de sus soledades, la tristeza llena
de sol, de aire, de cielo!
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La jaula del chimpancé aquí, en
el Jardín de Plantas de este París, está siempre rodeada de animales humanos,
de hombres y mujeres, de niños y niñas. ¿Le tienen lástima? ¿Le admiran? Creo
que en el fondo, contemplando al chimpancé, se sienten invadidos de una especie
de melancolía, de la melancolía de su civilización.
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¡LA verdad antes que la paz!
* * *
PARA el día próximo la lección siguiente (las últimas palabras de Unamuno,
a sus alumnos, la víspera de partir al destierro de 1924).
[Publicado en Claves de la razón práctica, número 246, mayo/junio 2016]