PORQUE estamos en Navidad acaso se le permita a uno esta pequeña confidencia: fui feliz en mi infancia. Son muchos también los que tienen de la suya un recuerdo parecido, incluso si la pasaron en condiciones adversas y apretados por las privaciones materiales (otra cosa son las afectivas; estas cuesta olvidarlas). Todos recordamos de ella lo bueno antes que lo malo. En la nuestra la noche de Reyes era, claro, sumamente especial. Uno de los regalos esperados era el de las Vidas ejemplares, unos tebeos de personajes históricos, la mayor parte de ellos santos o guerreros de la antigüedad (vivíamos en el nacionalcatolicismo), de San Antonio Abad o San Agustín a don Juan de Austria o Daoiz y Velarde. Cuando yo pensaba que había leído toda la colección, un buen día, muchos años después, descubrí en el Rastro uno de aquellos tebeos que no conocía, dedicado al escritor mejicano Alfonso Reyes, en manos de otro que por desgracia se me había adelantado. De Alfonso Reyes acabo de leer una pequeña y preciosa biografía. La he encontrado en el libro Aquí viven leones que Savater y Sara Torres han dedicado a algunos de sus escritores predilectos.
Savater, que ha sido profesor de ética, conoce muy bien la importancia que tiene la ejemplaridad. A Sócrates se le obligó a beber la cicuta precisamente porque era un “mal ejemplo” para la juventud. Ya hemos olvidado el nombre de los jueces que lo condenaron, pero Sócrates sigue siendo un modelo al menos para algunos adultos, precisamente en un tiempo en que el modelo más firme que se presenta a los niños tiene que ver con el fútbol, donde no escasean la jactancia, la traición, la bellaquería, la ingratitud, la ignorancia, la deslealtad, la plebeyez o los delitos fiscales.
Ha leído uno ahora las vidas ejemplares de estos escritores con una perpetua sonrisa en el semblante. Estos leones son, se ve, de la familia de aquel que cavó la tumba de San Antonio, allá en el carmelo donde él y el ermitaño San Pablo tenían sus coloquios sobre la vida perdurable. La vida que les interesa a Savater y a Torres es esta, tan frágil, la que hemos de hacer mejor entre todos. Que hayan encontrado su modelo en Poe, Leopardi o Zweig, con vidas tan desdichadas, nos recuerda de paso que los logros más valiosos... y perdurables proceden a menudo de eso que la sociedad llama con desprecio fracaso.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 27 de diciembre de 2015]