Tras una regañina, un muchacho, al que esta le ha parecido profundamente injusta, se sube, preso de la ira y como protesta, a un corpulento árbol. Así comienza una de las novelas más prodigiosas de nuestro tiempo. Tras ese inicio fulgurante, Italo Calvino, su autor, nos contará la vida del que llegará a ser “el barón rampante”, alguien que llegó a una edad avanzada sin bajarse del guindo en sentido literal y metafórico ni de otros árboles a los que llegaba a través de sus copas. Podría creerse un argumento artificioso, pero lo cierto es que el lector acaba aceptando todo lo que le ocurre a ese excéntrico personaje como algo que no podría haber sucedido de otro modo.
No es fácil hallar un buen argumento. Pero la realidad está sobrados de ellos. “Todo comenzó hace 28 años cuando Carmen Jiménez fingió una lesión ocular que le privó de la visión por completo”, nos informaba un periódico navarro. Al parecer se inventó tal enfermedad porque, según aseguró, “estaba harta de ver a la gente y pararme a saludar, nunca he sido muy social y haciéndome pasar por ciega he evitado muchos compromisos sociales”. Familiares y amigos llevaban años sospechando algo, pero “el problema al que se enfrenta ahora la mujer no es a la desconfianza de su marido y sus familiares, sino a que durante el tiempo que se pasó fingiendo, la mujer ha recibido ayuda económica de algunas organizaciones y ahora se tendrá que enfrentar a la justicia”.
Días después se divulgada, parece que se ha confirmado que la noticia es falsa, pero la semilla de novela ya está sembrada. Comprende uno perfectamente a esa Carmen Jiménez, real o ficticia. Muchas y graves cosas están sucediendo en España, muchas y graves, como una corneja agorera, se ciernen sobre Europa y el mundo. La alternativa que tenemos es fingir que no vemos o hacer la vista gorda (¿de dónde procederá esa expresión tan surrealista?). “Las cosas que hemos visto”, dice un Falstaff, nostálgico y desengañado. “Y cosas veredes, amigo Sancho, que harán hablar a las piedras” es la frase que pronunció un don Quijote tan apócrifo como la señora Jiménez... ¿Qué será mejor? Una mayoría de españoles fingen hoy no ver ni a los ciegos ni a los que hacen la vista gorda. Gran sintoísmo. Hoy un escritor del côté de Galdós es afortunado si le dejan mantener los ojos abiertos.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 29 de octubre de 2017]