12 janvier 2014

Beneficencia (dos columnas)

LA escena es un clásico: unxs señores de la alta sociedad se acercan a un comedor de pobres a darles el rancho, llevándose consigo al fotógrafo. Lxs ricos siempre han encontrado muy fotogénicos a lxs pobres.
Esta foto es del gran Santos Yubero, y la ha enviado al periódico correspondiente. Allí alguien ha hecho un encuadre diferente, tirando dos líneas que dejarán lo sobrante fuera. Tal vez el mismo operario que ha trazado esas líneas, ha escrito en el dorso "Beneficencia" y ha retocado a pluma alguna de las líneas: en el gabán del limosnero, en las gafas de uno de los presentes, en el sombrero de la señora que pone el plato en la mesa, en la pobre mujer de negro que parece sufrir la impertinencia de los caritativos tanto como esa raya que le sombrea el bozo.
La mujer del sombrero, que tiene porte de obús, se ha puesto el mandil sobre el abrigo de astracán. Fue el astracán, junto con el caracul, tan de posguerra, un sucedáneo del visón y luto de las viudas tristes. 
En esta foto podría empezarse un pequeño relato, qué digo uno, un sartal de ellos, tantos como personas figuran en la escena. 
Yo empiezo el mío por el joven que está de espaldas. Va mal vestido, hay lampos de grasa en su gabardina, sus pantalones muestran remiendos mal echados y las botas, sucias de barro, denotan su vida vagabunda.  
Sigue este joven al jerarca del gabán y a la salida del cotarro le roba la cartera aprovechando la confusión de los adioses. En la cartera del jerarca viene una carta. Es carta de mujer. Sirvió en otro tiempo como cocinera en la familia de ese hombre. La mujer pide socorros. Sobre su marido, que lleva en la cárcel desde 1939, penden dos condenas terribles, dos penas de muerte. Si no se interviene pronto, se le fusilará. El  mozo que ha robado la cartera conoce la cárcel, conoce la angustia de los condenados a muerte, y no sabe qué hacer con esa carta. Tras muchas cavilaciones, decide devolverla. Tal vez esté en sus manos salvar la vida de ese hombre. Es una misión expuesta. Se acerca al domicilio del jerarca. Vive este en una buena casa, en un barrio de orden, burgués e incuestionable. El portero advierte algo sospechoso en ese joven que merodea por la calle, sin decidirse a entrar. Deja el portero la portería y sale a su encuentro. Lo aborda en el mismo portal, lo interroga. Las respuestas del joven, atropelladas y evasivas, despiertan recelo en el portero. Es este un hombre resuelto a quien han dado esa colocación sus heridas de guerra, y le echa el guante. Protesta vivamente el joven, que trata de zafarse. Basta que el joven forcejee, para que el caballero mutilado se afiance en sus sospechas y agarre su presa con más fuerza. Se arma un pequeño revuelo, acude la gente, viene un guardia. El portero lo acusa de ladrón que ha venido a preparar un golpe. El joven se defiende, y se aventura con la verdad: ha venido a entregar una carta en cuyo sobre figura esa dirección. Algunos de los curiosos que se han acercado, piden que lo muestre. Quieren creerle, que se resuelva ese altercado y que el mundo siga su curso pacífico. Las buenas gentes están cansadas de la guerra, de muertes, de violencias. No conoce al señor, no le ha visto nunca, aclara el joven. Ha creído que su obligación era traer la carta, que ha encontrado tirada en una acera. Tenían que estarle agradecido. "Me pasa por ser buena persona", manifiesta sin mucha convicción. Los curiosos respiran tranquilos, satisfechos de que la escena se haya resuelto de ese modo. El portero, responsable del altercado, no quiere quedar como un inicuo, y porfía. Sube el tono de sus acusaciones, lo llama abiertamente ladrón, y exige del guardia que lo registre. Así lo hace éste, y junto a la carta, en la cartera del joven, halla quinientas pesetas. Los presentes prorrumpen en exclamaciones de asombro, de incredulidad. El portero, al ver confirmadas sus sospechas y su sagacidad, sonríe satisfecho, y proclama triunfal: "¡Las ha robado!". Llaman al jerarca, que baja de su casa, metido en un batín. El guardia le entrega la carta. Confirma el jerarca que esa mañana le ha sido robada la cartera, y con ella esa carta. El guardia, revestido de autoridad, pregunta si en la cartera había dinero. Los presentes, que ya conocen la verdad, siguen el diálogo como si fuera de teatro. Sí había, afirma el hombre, quinientas pesetas, ni una más ni una menos. Repara el hombre en el joven por primera vez y dice: "Lo conozco. Lo he visto esta mañana en el refugio de los pobres". Los circunstantes vuelven a prorrumpir en exclamaciones de asombro, y en muchos de indignación. No van a perdonar fácilmente haberse dejado engañar por el aspecto desamparado de ese joven. "No te puedes fiar", y los mismos que pedían hace un minuto piedad, exigen que caiga sobre él el peso de la ley. Devuelve el guardia a su dueño las quinientas pesetas y la carta, rogándole pase cuando pueda por comisaría, y se lleva detenido al ratero. El jerarca, ante ese golpe inesperado de suerte, se retira risueño, no sin antes entregar un billete de veinticinco pesetas al portero, recompensa por su buena acción, y le ruega tire a la papelera aquella carta, que le entrega distraído, al tiempo que se mete en el ascensor.
La novela, qué duda cabe, no ha acabado aquí para ese joven.

Foto: Santos Yubero. Encontrada en el Rastro, 20 de octubre de 2013

10 commentaires:

  1. Me fallan algunos detalles: ¿Por qué iba a guardar semejante jerarca semejante carta en semejante cartera para luego mandarle al portero que la tire a la papelera? ¿A qué tanta demora? ¿Una carta con su sobre en una cartera, de las de bolsillo, donde se llevan quinientas pesetas?

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    1. Da gusto, señor Trapiello, verlo tan joven. Por ejemplo hoy bosquejando ese argumento de posguerra, como “déjà-vu” o “déjà-lu”, para un personaje de la foto. Bien hecho.

      “Dos condenas a muerte”: más franco, menos Franco, a Dios le basta con una. Aunque lo peor, para tantos, es lo de antes.

      «Este niño pide pan.
      Este dice que no hay.
      Este dice: —¿Qué jaremos?
      Este dice: —Robaremos.
      Y este dice: —Nó, eso nó,
      Que nos mata Dios.»

      En el bozo de la sufrida, todo el Rodríguez Marín. Por ejemplo LAS LANAS DEL ERIZO o LA BODA IMPOSIBLE DE

      « La purga y er piojo (1)
      Se quieren casá;
      Por farta de trigo
      No lo han hecho ya.

      “Arrunrun,
      Que del arma 'rrunrun” (2).

      Salió una jormiga
      De su jormigá:
      —Hágase la boda;
      Yo daré un costá.

      —Contentos estamos:
      Ya trigo tenemos.
      Pobres de nosotros,
      Que carne queremos.—

      Y respondió un zorro
      Desde lo arto ’ un cerro:
      —Hágase la boda;
      Yo daré un becerro.

      —Contentos estamos:
      Ya carne tenemos.
      Pobres de nosotros,
      Que bino queremos.—

      Respondió un mosquito
      Desd ’ una tinaja:
      —Hágase la boda:
      Yo daré una carga.

      —Contentos estamos:
      Ya bino tenemos.
      Pobres de nosotros,
      Madrina queremos.—

      Salió una cigüeña,
      Pescuezo ’e gayina:
      Hágase la boda;
      Yo soy la madrina.

      —Contentos estamos:
      Madrina tenemos.
      Pobres de nosotros,
      Padrino queremos.—

      Responde un ratón,
      Corteza ’e tocino:
      Hágase la boda;
      Yo seré ’r padrino.

      —Contentos estamos:
      Padrino tenemos;
      Pobres de nosotros
      Que cama queremos.—

      Responde ’l herizo,
      Tendiendo sus lanas:
      Hágase la boda;
      Yo pongo la cama (3).—

      Estando la boda
      Con gran regocijo,
      Bino un gato negro,
      Se yebó er padrino.

      Biendo la cigüeña
      ’R pleito mar parao,
      Pegó un boletío (4)
      Y se fue ar tejao.

      Biéndose ’r piojo
      En tar soledá,
      Agarró su purga
      Y se fue á ’costá.»

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      [Bien hecho. Notas de don Francisco:]

      (1) Esta donosa fábula recuerda las bodas de “D. Repollo y Dª Berza”, descritas graciosísimamente por QUEVEDO en su “”Parnaso Español” (…). RODRIGO CARO (…) habla del testamento de la zorra y el gallo, que en su tiempo “lo cantaban los muchachos en la escuela con mucha fiesta y risadas.” No he podido averiguar si subsiste tal testamento.

      (2) Muletilla que se repite á cada cuatro versos, cuando (…) se usa esta linda fábula como canto de cuna. “Arrunrun”, lo mismo que “a-ro-ro, a-la-ro-ro”.

      (3) Una copla andaluza: “Cuando Dios crió al herizo, / Lo crió de mala gana: / Por eso el animalito / Tiene tan fina la lana.”

      (4) “Boletío” por “volada”. En Extremadura, “rebolío”.

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    2. Piense usted en ello. Seguro que se le ocurren en cinco minutos diez explicaciones perfectamente racionales y lógicas por las cuales ese hombre llevaba ese sobre en la cartera: 1. Se lo entregaron en mano esa misma mañana, y lo guardo en la cartera (Unamuno llevaba en el bolsillo también una carta parecida el día famoso del Paraninfo, 1936) Al contrario que Unamuno, y conociendo su para él latosísimo contenido, nunca pensó hacer nada, y a la primera oportunidad se deshace de la carta. 2. La recibió la víspera, la guardó pensando hacer alguna gestión, y cambió inesperadamente de idea, ¡había tantas gentes solicitando avales por aquellos días! 3. Llevaba la carta para hacer cierta gestión, la hizo incluso, pero no sirvió de nada. Conservar la carta le resulta incómodo, como un testigo indiscreto, y se deshace de ella... Y así hasta diez.
      No tengo nada en contra de aquellos a los que, cuando se les señala algo con el dedo, miran el dedo. Pero si me dan a escoger prefiero que miren otros dedos.

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    3. Envío al anterior: Si es parroquiano de este almanaque, sabrá qué poco le gustan a uno los comentarios anónimos. Cuánto mejor nos entenderíamos por nuestros propios nombres.

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    4. De acuerdo, lleva usted razón, pero no se enoje con mi anonimia, al fin y al cabo no soy nadie. Esa es la pura verdad. Soy tan nadie que hasta me alegra que medio me eche usted la bronca. Gracias por su paciencia.

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    5. “Es mi puesto de trabajo, el pan de mis hijos…”. En el país de las identidades, más que el nombre exacto de la rosa o el racimo, suelen primar los de la persona y sus hijos y los del dinero y la bomba de racimo; quizá por eso parece tan funesto a veces. Por otra parte, Isabel o Manuel o Raquel o Miguel… seguidos de sus 16 primeros apellidos, nunca dejarían de ser el mismo áureo anonimato que más de uno nunca volverá a disfrutar. Al revés, los Jerónimos pueden sufrir horribles traumas provocados por los anónimos.

      Yo creo, ahora en serio, que siempre podrá ser un saludable juego de internet de vez en cuando apearse bien (bien) de las identidades; con muy variados ejercicios personales y sociales. Tal vez no fuera tan inútil pensarlo un poco. La mano que se esconde puede no ir tras ninguna piedra sino estar pudorosamente buscando alguna otra cosa. Otra cosa, repito, que bien vacunados de todo poder y banalidad quizá cabría imaginar y hasta analizar.

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  2. "Diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe:

    beneficencia.
    1.f. Virtud de hacer bien:
    se dedica a la beneficencia.
    2. Conjunto de establecimientos y demás instituciones benéficos que prestan servicios gratuitos a las personas necesitadas:
    comía todos los días en la beneficencia.

    'beneficencia' aparece también en las siguientes entradas:
    benéfico - dedicar - sopa

    ***

    beneficencia.
    (Del lat. beneficentĭa).
    1. f. Virtud de hacer bien.
    2. f. Conjunto de instituciones y servicios benéficos.
    □ V.
    casa de beneficencia

    Real Academia Española © Todos los derechos reservados".

    Y de pronto, como alumbradas por una extraña luz, las señoras beneficiadas por los virtuosos donantes se levantan y les ceden amablemente su puesto en la mesa: ahora serán ellas también candidatas a la gloria, faltaba más.

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  3. Se dice por los mentideros sean virtuales o de la calle, que estos tiempos rezuman de nuevo pestilentes esencias del sombrío pasado que supuso el franquismo puro y duro. Yo pienso que eso no dejó de ocurrir nunca, pero estábamos más entretenidos..
    Se lleva también mucho ponerlo en valor de forma partidista (por el otro franquismo) a través de sloganes panfletarios entre zafios y ridículos y siempre demagogicos o himnos antediluvianos exaltador de las masas.. Cada uno eso sí puede hacer lo que..
    Algunos relatos como este te ponen delante de los ojos estampas que a casi nadie le deberían de quedar lejos; creo contribuyen a ver mejor las cosas sin tanta contaminación.

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  4. horrible ese "lxs" omnicomprensivo. !Señor, llévame pronto... !

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  5. La caridad pertinente para el que la recibe e impertinente para el que la practica. De ahí el mandil sobre el astracán para preservarlo de los posibles lamparones de la grasa.

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