12 décembre 2014

Sobre la fama futura

LA gratitud es la respuesta a una dádiva, en sus diferentes versiones ésta, y a menudo inmerecida. Pero hay algo que va más allá de la propia gratitud, la gratitud de la gratitud, diríamos. Sentir que nuestro corazón es capaz de agradecer, porque, sí, la palabra gracias nos mejora a todos.
Y muy honda gratitud fue la que sintió uno a las siete de la mañana en un aeropuerto, camino de Bilbao. Tenía ante mí esto y esto, y la dicha de creer que todo formaba aún parte del sueño en el que medio seguía. 
Para mí era importante que uno de los que mejor han defendido "los hechos" contra las ficciones "reales" en el periodismo español en estos últimos treinta años, hablara de una novela cuya mayor aspiración es la de llegar a ser "una historia verdadera", y que la defendiera como lo hizo; gracias, Santiago González. O desde la poesía, lo único que puede disputarle a la realidad su propia naturaleza ontológica; gracias, Félix de Azúa.
Y como uno tenía que decir algo de Miguel de Cervantes, lo hizo leyendo este pequeño fragmento del quijotesco Bernardo Soares ante la mirada atenta de un don Miguel de Unamuno que tienen allí en efigie, hecho de cartón piedra.
Tratan esas líneas de la fama y de la eternidad, asunto que preocupó a estos tres grandes hombres, porque hombres y grandes son ya los tres por igual, los que tuvieron vida mortal y el que sólo la tuvo inmortal desde que nació.
Habla Soares en ese fragmento (311 de la edición Sáez/Pizarro, de Pre-Textos) de cierto millonario americano que se ha muerto después de haberlo tenido y gozado todo en esta vida, y lo compara con cierto modesto dependiente de Lisboa, que también lo ha tenido y gozado, en su medida:
"Si me dijesen que el placer de durar después de no existir es nulo, responderé, en primer lugar, que no sé si lo es o no, porque desconozco la verdad sobre la supervivencia humana; responderé también que el placer de la fama futura es un placer presente: la fama es la que es futura. Y es un placer para el orgullo como ningún otro que cualquier posesión material pueda proporcionar. Puede ser, de hecho, ilusorio, pero sea lo que sea, es más vasto que el placer de disfrutar sólo lo que está allí. El millonario americano no puede creer que la posteridad vaya a apreciar sus poemas, puesto que no ha escrito ninguno; el dependiente no puede imaginarse que el futuro se deleite con sus cuadros, puesto que no ha pintado ninguno.
"Yo, sin embargo, que no soy nada en la vida en tránsito, puedo disfrutar de la visión del futuro leyendo esta página, porque, efectivamente, la escribo; puedo ennorgullecerme, como de un hijo, de la fama que tendré, porque, al menos, tengo con qué tenerla. Y cuando pienso en ello, levantándome de la mesa, mi estatura invisible se eleva con íntima majestad por encima de Detroit, Michigan, y de toda la plaza de Lisboa. (...)
"La gloria no es una medalla, sino una moneda; por un lado tiene la cara, por el otro la indicación de su valor. Para los valores más elevados no hay moneda: son de papel y ese valor es siempre poco.
"Con estas psicologías metafísicas se consuelan los humildes como yo".

Bilbao, 10 de diciembre de 2014


4 commentaires:

  1. Hospitalario don Andrés: ahora que se ha movido el banquillo de la Academia, ¿habrá que tratar de desfacer el entuerto que atañe al placentero ruiseñor o lo damos por "caso perdido"?. A ver qué dice el cuñado...

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  2. Si Bilbao no buscara emular siempre a ciudades mucho más grandes y densas, con estadios u obras desmesurados que revientan la ciudad; no dejan sitio libre... no la consideraríamos, los que vivimos en ella desde abajo, como la arrivista y algo corta Vil Vaho; que en el futuro prepara otra remesa de terroristas liberadores mentirosos que buscarán a toda costa salvarnos; independizarnos; esta vez porque la capital de facto de Vasquia se habrá convertido en un pastel desmesurado, inflado pero apetitoso; una nueva Madriz en chiquitín y corto. Hay que ir evitando que un día Bilbao "bien valga una misa"... y termine destruyendo a España. Y a Vasquia en la misma operación. Hay que dejar sitio espacio. Hay que dejar sitio y rentas para otros. El eterno egoísmo de los que siempre quieren más; no dejan nada a los demás.

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  3. Saliendo, un poco a la izquierda, en la acera de enfrente, se toma -caro- uno de los mejores cortaos del mundo.
    De todas formas, Bilbao es para verla, por supuesto, lloviendo, un jueves por la tarde de globos y cacahuetes en el San Vicente o, mejor aún, en sesión doble en el Actualidades.
    Yo tampoco sé la verdad sobre la supervivencia humana, pero en la mejor opción se parecerá bastante a lo que yo, tras borrar deliberadamente algunas cosas, quiero recordar ahora de aquel Bilbao de mediados de los cincuenta.
    Gracias por todo.

    P. S.: disculpas a S.G. por, injustamente, no haberlo seleccionado.

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