20 juin 2011

Pon un acosador en tu portátil

Si se le permite a uno esta confesión íntima, diré que  los acosadores que tienen los demás en internet me parecen mucho mejores que los míos. A esta confesión ha de seguir otra aún más dolorosa: en realidad, yo sólo tengo uno. Los escritores que conozco tienen varios, y aun muchos. Decía André Gide que la importancia de alguien venía determinada por la cantidad de locos que le salían. Hoy día, si no tienes acosadores, no eres nadie. El que sólo tenga yo uno, habla de mi grisura. Pero aún hay más: viendo cómo es el mío, le entra a uno una grandísima pesadumbre, ya que no es que pidiera acosadores de lujo, pero resulta decepcionante comprobar que el mío es precisamente el más falto de todos.   

El acosador en internet suele ser muy valiente, y amparado como está en la impunidad y lo difícil que es desenmascararle, lo primero que hace es esconderse en el anonimato, detrás de máscaras, seudónimos y nicks sonoros y jactanciosos. Se ve también que le resulta excitante insultar, acosar, injuriar y difamar bajo un nombre falso a alguien que lo tiene verdadero, y opera lo mismo que los exhibicionistas de la gabardina, lo cual suele ser también bastante ridículo, porque en cuanto se exhibe, al menos el mío, se ve lo pequeña y flácida que la tiene (la inteligencia, me refiero). Se nota también que les excita lanzar pedradas a alguien visible desde su invisibilidad, a alguien presente desde su impresencia. He leído que lo hacen por resentimiento y por envidia. No sé. Si el mío me envidia, es que además de muy tonto, lo suyo es irreversible. De lo que estoy seguro es de que lleva una doble vida, quiero decir que mientras lanza sus deyecciones es uno, y otro muy distinto seguramente cuando hace vida normal entre gentes que jamás sospecharían de lo que es capaz en cuanto se le deja a solas frente a un ordenador. 

Durante siete u ocho años el mío ha estado acosándole a uno aquí y allá, tratando de apestarlo todo, sin descanso. Algunas temporadas, a todas horas, de día y de noche. De haber empleado ese tiempo en trabajar, ese hombre habría hecho algo notable por lo que quizá habría podido aspirar a tener su propio acosador, y presumir de él como otros presumen de hígado grande. Muy al principio, y viendo que no repertoriaba sus insultos, y que la cosa era aburrida, me desentendí por completo de él, pero hace unas semanas, desde que yo mismo abrí mi propio blog (están ustedes invitados a visitarlo), se ha colado en mi portátil. Y aquí vienen mis dudas. Debería cultivarle mientras sólo lo tenga a él, y a la espera de que me salga uno un poco más apañado (nada, me vale cualquiera que acose con un poco de respeto y que no dé mucho la brasa).  Claro que no debería uno mostrarse tan egoísta, porque la sociedad tiene no sólo el derecho sino la obligación de quitar de la circulación a estos profesionales de la porquería que van inficionando la vida común y sembrando internet con deposiciones e inmundicias que uno acaba pisando sin querer. Pero algo está cambiando, aseguran: al fin va a perseguirse a los acosadores. Lo ve uno bien, claro, pero temo el día en que empiece a echar en falta al mío, por tonto que fuese, ya que habré de reconocer entonces lo poco que vale uno  en esta vida sin un acosador.

      [Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 19 de junio de 2011]

14 commentaires:

  1. Flácido es un bello adjetivo para la inteligencia aún cuando no se trata de una alusión sexual.

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  2. Claro. Es mejor olvidarse de ese Cadáver Constante, y dejar que se apeste él solito, en su descomposición.

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  3. Está claro, y yo lo tengo muy comprobado -aunque no acierto a enteder las razones- que la literatura, y sobre todo la poesía, es un sitio muy propicio para el encuentro de este tipo de personas a las que, dicho vulgarmente, se les va la olla.
    Suele ser gente que ha llegado hasta la poesía por motivos extraliterarios, casi siempre de tipo social, cuando no de tipo terapéutico. No son pocos los psicólogos y terapeutas que recomiendan a sus pacientes la participación activa en grupos y tertulias literarias.
    Usted mismo, Andrés, lo refiere en sus diarios: siempre hay algún loco/a en las conferencias o recitales que usted ha dado por toda la geografía.

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  4. Bueeno, bien por la "valentía" de abrir blog y poder tener la oportunidad el lector de replicarle. Porqué del mismo modo que a veces ilustra y civiliza, otras desbarra. Opinión particular mía, como suyas son las suyas.
    Bien, el caso es que yo tambien tengo un loco acosador -soy articulista y bloguero-. No vamos a establecer comparaciones, pero el mío ha incluso abierto blog dedicado a mi-hace unas semanas-, para poderme fastidiar mejor.
    En fin, quizá son cosas que produce esta heterodoxia que creo compartimos -aún discrepando. Compartimos tamibén la característica de ser carne de rastros.
    Un saludo de bienvenida.

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  5. Un alivio ver lo común que es el mal; yo he llegado a pensar alguna vez que el que, en éste y otros blogs, ha suplantado mi identidad (mejor dicho, mi seudónimo), era una maldición particular mía que otros no padecían, o no al menos en el mismo grado. Pero ahora veo que me quejo de vicio; menos mal. A mí, el mío me parece particularmente mediocre, por lo que dice y por cómo lo dice; pero, a lo que se ve, es lo normal. Supongo que, de tener un poco más de talla, en lugar de dedicarse a la baja y poco agradecida labor del acoso, gastarían ese mismo tiempo y ganas en hacer algo por sí mismos.

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  6. Seguramente es alguien a quien tú conoces y te conoce bien, no cabe duda, y sí, resentimiento y envidia, esas serán sus razones. Hay sistemas de páginas web que permiten bloquear a tipos así, pero si éste tuyo no te molesta mucho y en cambio te aporta algún "tema literario" como el de este artículo, pues nada, a aguantarlo y a sacarle jugo :)

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  7. Pero Andrés, acuérdese de que la queja acarrea descrédito. ¿Por qué va a ser su acosador más tonto que el de los demás? Que yo sepa, el caso de Avellaneda solo se dio una vez; y curiosamente fue más tonto aún porque le dio pie a Cervantes para escribir el prólogo de la segunda parte del Quijote que yo no puedo recordar sin emocionarme. Por lo de pronto usted ya nos ha hecho reír, y eso está muy bien.

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  8. Y abundando en mi caso he de decir que yo mismo he pasado de acosador -escudado tras el anonimato- de bitacoras neocón y blogeros carcas a ferozmente acosado por ese mero monito de imitación de pútrido estilo, lo cual no deja de darme una pátina de ilustre forjador de estilo. De mi (o mis) imitadores serán mis defectos en el caso, poco probable, que alguno tenga.

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  9. Luchadores de sumo desprecio, anoréxicos intelectuales, celosos de lo ajeno, eunucos para la ciencia y el arte... Odian hasta el agua que no pueden beber. Antes escribían cartas anónimas que ni el destinatario leía y por eso nada significaban, hoy han encontrado el placer espurio del exhibicionismo telemático. Como los mosquitos, garrapatas y demás párasitos van con el tiempo, hay que soportarlos y además nos dicen dónde hay vida.

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  10. Mucho me temo que el acosador de marinero strikes again. Ver comentario de las 17:46.
    Pollo

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  11. El anónimo "Pollo" tiene razón; como su propio estilo tópico, hinchado y autoindulgente denuncia, es el imitador el autor de ese texto. Ya se ve que no vale mucho como diversión; pero es lo que hay. Yo hubiera preferido a alguien más ingenioso y menos prendado de sí mismo. Qué le vamos a hacer.

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  12. Gracias por darme la razón, muy estimado marinero. Sus aportaciones son siempre certeras y no deberia nunca privarnos de ellas.
    Pollo

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  13. El Sr. Trapiello en su modestia solo reconoce un acosador, pero no es difícil encontrar mas numerosa la cofradía de enojados o irritados, incluso encolerizados con su persona y literatura. Todavía escuecen algunas heridas en Monovar por el famoso artículo del traslado de los restos de Azorín, un fragmento literario, por cierto, de lo más divertido que he podido leer en los últimos tiempos. Consecuencias de su afilada pluma. Él mismo ha relatado en los diarios algunos episodios de esta índole. Por lo demás espero que el tiempo no le haga perder filo y siga deleitándonos con su agudeza en una saga tan singular e imprescindible para algunos entre los que me cuento.

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  14. Cabe decir: ¿qué hiciste acosadora? qué hiciste acosadora, acosadora, acosadora

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