7 juin 2015

Perdedores

Cuando usted lea este artículo conocerá ya, como yo, el resultado de las últimas elecciones. Cuando lo estaba escribiendo, todo eran, en cambio, conjeturas. No lo eran, sin embargo, para mí: saber que vas a votar a quienes no ganarán en ningún caso en ningún sitio te proporciona cierta serenidad estoica. Los que no atinaron en sus pronósticos, por el contrario, empezando por las casas de apuestas y demoscópicas, siguen explicando las razones por las que se equivocaron tanto, y comprueban con una gran concupiscencia que las cuentas ahora les cuadran al milímetro. Los más inasequibles al desaliento, derrotados pero no derrotistas, nos siguen explicando también que en realidad no erraron ellos, sino los demás. En fin, la alegría en unos, la desolación en otros. 

El arte de escribir estos artículos estriba, pues, en anticiparse a los acontecimientos o en escoger asuntos más o menos intemporales. Intemporales no quiere decir intrascendentes. Los tres grandes asuntos de la literatura universal son intemporales pero no intrascendentes: el amor, la muerte, el tiempo. La edad templa, además, nuestras pasiones. De modo que el escritor escribe a menudo adelantándose a sí mismo, o si se prefiere, dejando atrás, en el mismo momento de escribir, lo que está sintiendo, para hacerse una idea de lo venidero. Tendrían que haberle visto a uno los días previos a las elecciones mirar indiferente el nerviosismo de los que esperaban el premio gordo. ¿Cinismo? No se crea. Cuando por casualidad ha votado uno a ganadores, se vio luego que habían ganado para otros, a menudo para sí mismos. Así lo acreditan hoy tantos juzgados. Pero no querría uno que sacaran una idea equivocada de este artículo. Hay dos clases de perdedores: quienes echan la culpa a los demás, y los que reconocen que no están hechos para las mayorías; los que después de la derrota siguen aún mas convencidos de todo, y los que entonces precisamente dudarán de todo más que nunca, por no ser todavía lo bastante cínicos. 

“La duda no es un estado demasiado agradable, pero la certeza es un estado ridículo”, le escribía Voltaire en 1770 a Federico Guillermo, heredero de Prusia. Es posible, pero nadie convencerá hoy a muchos de los que han ganado hace dos semanas de que ha sido así gracias a unas certezas que siguen siendo, más aún si cabe, ...etcétera. 

   [Publicado el 7 de junio de 2015 en el Magazine de La Vanguardia]

4 commentaires:

  1. Sólo con una abstención cada vez más lúcida y general mejoraría la democracia un tantico así.

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  2. Pese a todo, la realidad es que vamos votando una y otra vez, y se supone que aprendiendo, aunque sea dejándonos trozos de carne en cada lección, como el niño que aprende a andar a base de tropiezos y caídas. Ahora irrumpen partidos nuevos (al menos nominalmente) y, como siempre, por sus obras (que no por sus palabras) los juzgaremos.

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  3. Lo cierto es que de tanto aburrimiento hemos decidido jugar al damero para probar suerte y nos va a resultar bastante maldito. Pero para divertirnos los españoles siempre los primeros. Otra cosa es que para reconocer los errores y rectificar con el cerebro por delante seamos siempre los últimos.

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  4. Manuel Lombelle8 juin 2015 à 19:52

    Hay criterios de todo tipo, dependiendo de cada comunidad,
    Hoy compré su libro, es una artística recreación, los artistas no hacen versiones sino recrean aportando novedad dando el aire que obliga el exigente original.
    No recuerdo cuando leí algo tan potente, media celada que le encajaba con el morrión, el Quijote fue de los primeros caballeros que cambio la malla y el gorro de malla romano y medieval por estas defensas acorazadas que pusieron en moda los caballeros conquistadores que acompañaron a Colon.
    En el medievo creo que si tenias mallas y una espada excelentemente forjada, el noble que te contrataba te regalaba el mejor caballo de su cuadra y te daba la jefatura de la tropa, al menos en Europa era así( valías lo que llevabas puesto )
    Leí 55 páginas y estoy encantado, es divertido, te traslada en el tiempo, es novela pero también es poesía y filosofía. Hacer algo así requiere una hazaña, gracias.

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