HACE cosa de siete u ocho meses saltó la noticia a los periódicos (por decirlo de un modo poético y gimnástico al mismo tiempo): un ruso, Valeri Spiridónov, podría ser en 2017 el primer hombre de quien se trasplante una cabeza al cuerpo de otro. El paciente ha declarado, no obstante, que, pese a tener plena confianza en su médico, el neurocirujano italiano Sergio Canavero, no tenía ninguna prisa en pasar por el quirófano.
Mientras llega ese momento, el doctor Canavero no ha querido estarse ocioso y ha estado ensayando con monos. Hace unas semanas anunció que al fin lo había logrado, acallando a los escépticos de la comunidad científica: "Llevo tres años diciendo que este tipo de trasplante es posible y todo el mundo me tomaba por loco. Ahora estoy seguro de que es posible. Quien no lo crea, ya lo verá publicado pronto en las revistas científicas".
A cuento de estos líos de formar gobierno, escuchamos hace unas semanas una propuesta de Fernando Savater, a quien llamó igualmente la atención la noticia de los trasplantes. En vista de que el señor Spiridónov no parece tener muchas prisas, creía el filósofo que habría que animarle al doctor Canavero a trasplantar la cabeza de Rivera en el cuerpo de Sánchez, toda vez que nadie sabe qué puede haber dentro de la de Rajoy, y aprovechando de paso la guillotina que tantas ganas tiene de usar Iglesias. ¿Sería esta la solución a los problemas de España?
Durante la Revolución francesa, Madame Tussaud obtuvo el privilegio de sacar el vaciado a la cera de las cabezas que iba vendimiando el artilugio de Monsieur Guillotin. Unos años después la señora Tussaud emigró a Inglaterra, llevándose en un cesto algunas de las efigies, con las que formó un museo de figuras de cera. Los ingleses, aficionadísimos a la truculencia, acudieron en masa a admirar, horrorizarse y deleitarse con aquellas pavorosas copias, e hicieron rica y famosa a su dueña. Una vez le preguntaron qué cabeza, de los guillotinados del Terror y de las que ella había tenido en sus manos, le había impresionado más, y no supo responder más que esto: "¡Casi todas pesaban lo mismo”. Lo cuenta Cunqueiro en uno de esos prodigiosos artículos en los que deja siempre que el lector saque sus propias conclusiones.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 6 de marzo de 2016]
En realidad, de haber conseguido el PP 136 escaños en vez de 123, la cabeza del renegado Rivera estaría muy a gusto en el cuerpo de Rajoy desde finales de año. En cuanto a la testa de Sánchez, no se le puede negar hermosura, pero para su desgracia incluye un cerebro muy afectado por la rabia y el horror a volver al anonimato.
RépondreSupprimerEsto es ingobernable, pero ya está escrito lo que pasará, lo escribió el gran José María de Pereda hace más de 100 años´ en su novela Pedro Sánchez.
RépondreSupprimerPag. 293
Mira, Pedro Sánchez: tan malo es pasarse como no llegar; pero en la duda y en sitios como este, preferible es lo último. Te veo ahora como mesa de bodas de niños cortos, luego que, merced al barullo, pierden la vergüenza : Al principio no catan bocado; después hasta meten los dedos en las natillas
Hombre, yo creo que lo primero es recordar que la expresión "transplante de cabeza" es un error; de lo que se trata es de transplantar el cuerpo entero (¿sólo a quien pueda pagárselo?), ya que, se supone, Spiridónov seguiría siendo Spiridónov, aunque con un cuerpo nuevo, tras la operación.
RépondreSupprimerLo ético y lo poético es trasplantar solo el cerebro humano al cuerpo del mono, de esta forma se consigue un primate capaz de dar discursos multidisciplinarios, un mono tranquilo como ya idealizo Kafka en un relato
RépondreSupprimeral respecto.
Curiosa palabra "Reptilíano, dicen que Nefertiti era una híbrida de extraterrestre y humano y fue la reliquia totémica de Hitler( supuesto reptilíano), en fin son cosa que se dicen que acaban en creencias.