TRAS dar a conocer la semana pasada el resultado de sus primeras sesiones de trabajo [a propósito del cambio de nombre de las calles franquistas de la ciudad y la revisión de otros símbolos y monumentos relacionados con la guerra civil y la dictadura], el conocido como Comisionado de la Memoira histórica de Madrid ha publicado hoy en El País este escrito que querría contribuir al deseado equilibro entre la justicia (sin la cual no es posible la paz) y el olvido (sin el cual no es posible la vida).
Me recuerda al patetismo de Parménides.
RépondreSupprimer¿Qué Parménides?
SupprimerQue usted escriba "equilibro" no se puede considerar un error, sino una greguería o un guiño del subconsciente. Queda tan bonito que no debería corregirlo.
RépondreSupprimer¿Sin olvido no es posible la vida?
RépondreSupprimerLo que se aprende.
En efecto: eso dicen Nietzsche ("un exceso de memoria acaba con la vida", decía más o menos)... la experiencia y el sentido común.
SupprimerPero un poeta sabe que se escribe en parte para no olvidar, y no solo los buenos momentos. Puede ser catártico hacerlo sobre lo malo, o lo confuso. Lo que se olvida, en cierto modo, no se supera. Y olvidar no es algo que dependa de la voluntad, o de cambiar los nombres de las calles (cosa que apruebo).
SupprimerEl final de la entrada me parece brillante, pero por eso yo también desconfío de él, y de las ideas-solución, como aquella tan bonita de la tercera España. Me temo que es más complejo, dicho con el mayor respeto y admiración.
Lo que para algunos es recuerdo para otros es olvido, o a la inversa, porque lo que algunos preferirían olvidar se lo recuerdan éstos, mientras que el recuerdo de éstos se asienta sobre el olvido de aquellos otros. El nombre de una calle recordará a quien homenajea hasta el día en que, en la mayoría de los casos, nadie sepa decir quién es el fulano a que está dedicada.
RépondreSupprimerSin embargo, más difícil será olvidar por qué decidimos recordar a alguien dedicándole una plaza, una calle o una travesía, aun cuando su nombre deje de significar algo hasta para la wikipedia, porque sobre acuerdos como esos se cimentarán los futuros.
La historia es un peso, un lastre que arrastramos. Lo mejor es que las ciudades no tengan historia, que sean cuadriculadas y racionales y geométricas, sin callejones ni cuestas (muchas ciudades españolas y europeas están en cuesta porque recorren la falda de una colina en cuya cumbre estaba el castillo medieval).
RépondreSupprimer¿Qué es bonito en la historia? ¿Qué parte de la historia es ensalzable o apetecible? ¿Hay acaso un pasado, una época, donde desear volver? No.
Es mejor que las calles no tengan nombre, sino a lo sumo número. Como en Nueva York: la calle 44, la Quinta Avenida...
"Si pierdo la memoria, qué pureza" (escribió certeramente, fuese o no de chiripa, Pere Gimferrer).
Viva el olvido histórico.
PG. Le ha mentado usted la bicha al señor Trapiello
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