La fortuna de las metáforas depende de
su plasticidad, y aunque pocos hayamos visto un choque de trenes, hasta un niño
puede llegar a representárselo con asombrosa exactitud. Quizá por ello esta
metáfora ha sido recurrente desde hace cinco años en el proceso soberanista
catalán, pero no ve uno que esté siendo bien utilizada.
Hay un tren, desde luego, y maquinistas
y pasajeros, incluso rehenes, pero no habrá choque de trenes, porque para que fuese
así tendría que haber dos trenes, y aquí sólo hay uno. Esto no obsta para que
ese tren se precipite ciego contra los topes de la estación final, y chocará en
breve. De eso no hay duda, y a tenor de la aceleración exponencial, el impacto
va a ser de los que hagan época.
¿Y no habría modo de evitar el choque? Probablemente
no. El primer error de los sucesivos maquinistas de ese tren independentista ha
sido creer que los trenes pueden dejar a un lado raíles y trazado y en “una
huida hacia delante” reunirse con la Historia, en la Gran Cita. Tampoco sabemos
si ha sido error o sólo un cálculo interesado presentar al Estado como otro
tren, lanzado contra ellos (“España nos roba”, etc.). La ventaja para los
independentistas de hacer figurar en la escena dos trenes que circulan por la
misma vía y en sentido contrario, es doble: se hace creer que Cataluña y España
son dos formaciones diferentes y soberanas con igualdad de derechos (circular
por la misma vía), pero asimétricas (a España, un convoy bastante más poderoso,
sólo le bastaría la inercia de su marcha para llevarse por delante cualquier
obstáculo). Esto les permitiría seguir victimándose, porque es fáci l suponer quién llevaría la peor parte en esa colisión, aunque
finjan ahogar su melancolía en la metáfora de David y Goliat.
Y aquí es donde entra en escena el
supuesto maquinista del tren del Estado, y decimos supuesto porque al no ser el
Estado en este proceso ningún tren, el maquinista (Rajoy) viene a ser un
fatasma.
A él le han acusado los secesionistas
no sólo de querer arrollar el legítimo tren de la independencia, sino que lo
culpan, al propio Rajoy y a todo el Estado, de no haber detenido este mismo
tren a tiempo (“de habernos advertido el Tribunal Constitucional de las
consecuencias de un referéndum, este no se habría celebrado”, han declarado
Artur Mas, Homs y compañía en sede judicial, lo que no les ha impedido proclamar
a la salida ante sus secuaces que “volverían a convocarlo”).
La creencia de que Rajoy ha sido y es
un estorbo para cualquier solución es un éxito de la propaganda independentista
que comparten hoy muchos medios de comunicación no independentistas, la
oposición, la práctica totalidad de los catalanes y una considerable mayoría de
españoles. Y es cierto, Rajoy es reponsable en parte, pero no en mayor medida
que la no menos indolente sociedad en su conjunto. Si Rajoy y todos los demás hubiéramos
defendido la Constitución (algo que no tiene la menor relación con el diálogo
político), no estaríamos en este punto. Pero muchos han creído, desde los
primeros gobiernos democráticos hasta el último, desde el gran o pequeño empresario
al último de sus empleados, junto a intelectuales, profesionales y demás, que
las cosas acabarían arreglándose solas y que los secesionistas llevarían su
tren de forma sosegada a una vía muerta, y con esa frivolidad propia de las
sociedades irresponsables se ha buscado a quién echar la culpa. Rajoy cree
injusto el sambenito, ese disfraz de don Tancredo que le han puesto, pero lo
cierto es que no interpreta mal ese papel: hasta veinte veces manifestó que el
referéndum del 9N no se celebraría, y cuando se estaba celebrando y aun
después, trató de hacernos creer que había sido poco menos que un pícnic, lo
cual, dicho sea de paso, les ha proporcionado a los imputados la línea
argumental de su defensa: “si el Estado (Rajoy) decía que era un pícnic, ¿de
qué se nos acusa?”.
¿Pero en esta opereta no hay un solo
justo? Desde luego que sí, ha habido algunos pocos, en Cataluña varios, que han
tratado de asaltar la locomotora y detener al maquinista loco, pero se les han
echado encima no sólo los fogoneros, sino muchos pasajeros, los famosos
voluntarios, con comportamientos sociales a menudo de jauría humana de guante
blanco. A las nueve de la mañana del mismo 9 de noviembre, en cuanto se
abrieron los colegios electorales, UPyD
pidió en un juzgado que se detuviera la consulta. El fiscal lo desestimó por no
saber a esa hora, dijo, quién convocaba aquello… y volvió a desestimarlo a
mediodía, cuando un Mas ebrio de triunfo apareció por televisión jactándose de ser
el único responsable de aquella martingala, al tiempo que retaba a la fiscalía:
“la manga riega, que aquí no llega”. Aquel fiscal es, en uno de esos giros que
sólo tienen cabida en la ficción, el mismo que ha tocado a Mas en el juicio que
se ha seguido contra él por los sucesos del 9N.
Y aquí estamos. Si en Cataluña no se
hubieran conculcado o aborrecido derechos constitucionales desde hace treinta
años en materia de lengua, educación y propaganda ni transigido con
victimaciones políticas de ningún género, ni las corruptas de Pujol, ni las
insensatas de Montilla, y se hubiera recordado a los españoles que en un Estado
de derecho la falta de libertad e igualdad es lesiva para todos, no estaríamos
aquí. Si el Estado hubiera sido la mitad de beligerante que han sido los
gobiernos nacionalistas catalanes, si hubiese sido la mitad de leal para
consigo mismo de lo que esos gobiernos han sido desleales con él, no estaríamos
aquí. Si los demócratas hubieran defendido sus derechos constitucionales con la
mitad de brío que han puesto los independentistas en atropellarlos, no
estaríamos tampoco aquí.
El tren circula ya a la mayor
velocidad, fuera de control. Van en él dos millones (dicen) de independentistas
y llevan como rehenes a otros cuatro millones de catalanes. Embestirá los topes
(la Constitución) a mil por hora, saltará a los andenes, en una balumba
horrísona, y se llevará por delante todo lo que encuentre a su paso hasta que
las leyes físicas acaben por reducirlo a la completa y espantosa quietud, en
medio de un silencio atronador. Algunos miembros de la Cup (al grito de “¡Fuera
topes!”) han manifestado que ellos están
“dispuestos a todo”, y viven ya anticipadamente ilusionados ese momento.
Mientras la fiesta continúa (en Madrid Mas anunciaba “una tercera vía”, y dos días después en el País Vasco sólo una: la independencia), el pálpito de que finalmente nada grave sucederá, es general. Incluso se nos viene diciendo de un tiempo a esta parte que muchos independentistas dan por concluida la martingala esquizoide. ¿Tienen algún fundamento tales impresiones, tales barruntos? Sí, parecido al que daba por “imposible de todo punto” el triunfo de Trump el mismo día en que aquel se estaba produciendo.
Mientras la fiesta continúa (en Madrid Mas anunciaba “una tercera vía”, y dos días después en el País Vasco sólo una: la independencia), el pálpito de que finalmente nada grave sucederá, es general. Incluso se nos viene diciendo de un tiempo a esta parte que muchos independentistas dan por concluida la martingala esquizoide. ¿Tienen algún fundamento tales impresiones, tales barruntos? Sí, parecido al que daba por “imposible de todo punto” el triunfo de Trump el mismo día en que aquel se estaba produciendo.
Publicado en El País el 4 de marzo de 2017
es un choque de GARDUÑAS y no hay SANTA HERMANDAD que lo pare,
RépondreSupprimerEsto traerá la disolución de España, ya que vivimos en una sociedad de cobardes e ignorantes, a los hechos me remito, nos han robado hasta los valores humanos y el castillo de naipes se derribara con un soplido, si no se ha caído ya. Ya comenté aquí hace años que vamos a varios micro países, no quedará otra
El pasado noviembre en Burdeos, en una reunión de pequeños autónomos y técnicos, fui testigo de una curiosa conversación entre Gaston, un ingeniero francés, y Angels, una industrial catalana de la rama alimentaria, más o menos así:
RépondreSupprimer—Por qué habla toda la Prensa española de choque de trenes? Pourquoi des trains? Pas des chemins de fer, no raíles, ni locomotoras.
—Es un modo muy español de expresar el enfrentamiento entre dos obcecados no dispuestos a ceder nunca en nada.
—Oh, trenes, poca imaginación. Pero cuántos catalanes quieren ser independientes de España?
—No se sabe, y no permiten que se averigüe. Preguntar está prohibido.
—Pero habrá prospecciones y encuestas.
—Sí, bueno, se puede especular. Independentistas decididos pueden ser dos millones y medio. Pero catalanes que desean ser consultados en referéndum pueden ser el doble, si no más.
—Y por qué no permite el Estado que se consulte?
—Dicen que es ilegal.
—Pero los españoles tienen hoy un Parlamento, tienen equipos jurídicos. Si es la ilegalidad lo que no aceptan, ¡háganlo legal!, sería muy fácil, el Estado salvaría la cara y los catalanes también.
—Ya, pero no creo que el Gobierno español quiera hacerlo legal.
—Pero por qué!
—Porque entonces se convocaría el referéndum, con toda legalidad.
—Mais non, Angels, quelle folie, no dijo que la legalidad era el obstáculo?
—Dije que eso es lo que afirman, pero no creo que sea más que una excusa para camuflar la realidad: el principio de autoridad del Estado.
—Y cuál es su posición personal, Angels?
—Yo quiero que me dejen en paz, activar el comercio, vender, hacer negocio.
—Y qué salida ve?
—Con los actuales interlocutores no hay más que una, el choque de trenes. O sea, sin metáforas: de colectivos humanos.
Interesante diálogo, en el que no se dedica ni una palabra al por qué un referéndum secesionista es ilegal. Se supone, digo yo, que es por el puro capricho de algún malvado (español, of course).
SupprimerQue semejante posibilidad, un referéndum secesionista, haya sido declarada igualmente ilegal en Alemania (aquí: http://www.eltriangle.eu/es/notices/2017/01/el-tc-aleman-niega-el-derecho-a-decidir-de-baviera-7097.php), con la precisión añadida, como puede verse, de que "la soberanía recae en el conjunto de los alemanes"; en Italia (aquí: http://www.lavanguardia.com/internacional/20170106/413132190705/italia-indivisible-referendum-veneto.html), en este caso con la precisión de que la indivisibilidad del estado italiano es "característica tan fundamental de su carta magna que ni siquiera puede ser sometida a reforma"; o en los USA (aquí: http://www.vozbcn.com/2013/01/16/137292/eua-rechaza-secesion-texas/), en este caso precisando que la Constitución USA establece una unión "perpetua", nada de eso importa, me imagino.
O quizá es que el mundo está llenito de malvados, empezando por Obama (menos mal que lo han sustituido por Trump, que ése sí que sabe). En fin.
Pertenezco a ese grupo de convencidos (o ingenuos) que no temen el choque de trenes entre la mayor parte de España y la pequeña región nordeste. El argumento es que para que dos trenes choquen deben circular por el mismo raíl, y en este caso discurren por raíles paralelos, con esporádicas tangencias cuando el deficiente trazado no lo puede impedir. Entonces se originan chispas y hasta conatos de incendio. Pero al salir de la curva, más o menos abollados los vagones, más o menos aterrorizados los viajeros, las trayectorias se alejan del peligro.
RépondreSupprimerSe dice que nunca estuvieron las cosas tan mal, que esta vez no va a haber quien evite la catástrofe, pero este pánico llevamos sufriéndolo desde hace muchos años y hemos sobrevivido.
Y no me tengo por optimista.