13 août 2018

Vértigo

EL vértigo es un trastorno que en su estado agudo es angustioso. Hace quince años me encontraba en Cuenca por razones de trabajo, y sucedió lo que voy a contar. La noticia en la ciudad era aquel día la muerte de un adolescente, que, contrariado por las notas escolares, se había arrojado al vacío desde el puente de San Pablo. Alguien lo comentó durante el almuerzo. Me llevaron a continuación a mi alojamiento, en una de las famosas casas colgadas. Hubiera colgado al que se le ocurrió tal cosa. No pegué ojo en toda la noche, y pese a echar las maderas de las ventanas, experimenté por primera vez en mi vida lo que es el vértigo en realidad: el vacío parecía reclamar una víctima más. Fue espantoso. Durante tres meses viví alejado de los balcones de nuestra casa y subía las escaleras pegado a la pared, para evitar en lo posible el hueco y “la llamada del vacío”. 

Desde entonces el mal se ha atenuado mucho, pero no puedo evitar el tósigo cada vez que se me hace testigo de situaciones de vértigo, especialmente con niños. En muy poco tiempo hemos visto tres casos extremos. En Francia un joven sinpapeles  escaló por la fachada de una casa como Spiderman, y puso en salvo a una niña que pendía sobre el vacío. El Presidente de la República premió su gesta con la nacionalidad francesa. En Málaga los bomberos rescataron a una niña de cinco años que había logrado saltar los barrotes del balcón de un octavo piso y, agarrada a ellos por fuera, permanecía inmóvil. Y en Murcia un hombre recogió, mientras paseaba, al niño que le cayó literalmente encima desde un tercer piso.  

¿Qué les tendrá reservado el porvenir a esos tres niños que de forma tan azarosa han salvado sus vidas? Imposible separar su historia de la de esa adolescente ilicitana que sucumbió a un vacío tanto o más siniestro: el zarrapastroso gurú que respondía al nombre de Príncipe Gurdjieff. Ella y el resto de su mísero harén lo siguieron al corazón de la selva peruana, donde vivían de forma nada principesca. Delgada y quebradiza como un vidrio, con aspecto de niña y su bebé de un mes en brazos. Piensa uno en ella, pero sobre todo en ese bebé, y en todos los abismos que le esperan, verdadera mise en abîme, un abismo dentro de otro, como  en esa pesadilla en la que caemos a una sima sin llegar jamás al fondo. 

   [Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 12 de agosto de 2018]

9 commentaires:

  1. Contaré una experiencia real. No es fantasía ni un relato literario de suspense, aunque pueda parecerlo.

    Hace muchos años visité la casa de un pariente, en un séptimo piso. En el salón principal, había un gran balcón que tenía una barandilla floja, de apariencia sólida pero sujeta al muro de manera precaria en un extremo. Cosa de la que advertí a dicho familiar, que lo sabía ya y le quitó importancia al asunto con socarronería frívola, pretextando que la gruesa barrera era de acero y resistiría bien pese a estar mal asentada. También visitaban la casa los hijos de su hermana, uno de ellos una niña de unos diez años que sufría una minusvalía síquica, y con la que yo no tenía mayor relación ni confianza. Sin previo aviso y estando yo en el salón a solas, ella entró corriendo e hizo el gesto, entre irracional y malicioso, de colgarse de la barandilla asomando fuera medio cuerpo: “¿A que me tiro?”, me espetó provocadoramente, con una escalofriante risita, aunque sin intención (creo) de hacerlo de veras.

    Me sigo preguntando si ella se hubiese lanzado al vacío de no haber estado yo presente. Y me aterra pensar en lo que habría sucedido si la barrera hubiese cedido a su peso, simplemente, en los escasos segundos que yo tardé en reaccionar para apartarla de allí.

    Por cierto, el edificio sigue en pie, aunque ya tiene más de medio siglo. El piso séptimo cambió de dueños hace mucho. Pero desde abajo no se ven reformas, y me pregunto si habrán notado el desperfecto. A veces paso cerca, pero intento no pasar debajo… Y de vez en cuando sueño con niños que se precipitan al vacío, riendo.

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  2. Jose Fuentes Miranda13 août 2018 à 19:31

    Lo que sigue produce vertigo. El vertigo del hundimiento de España.
    Galdós, refiriéndose a los españoles, decía que eran hombres de “poco seso o sin ninguno en ocasiones”, siempre tropezando y levantándose, en la lucha de sus vicios y virtudes. “Grandes subidas y bajadas, grandes asombros y sorpresas, aparentes muertes y resurrecciones prodigiosas, reserva la Providencia a esta gente, porque su destino es poder vivir en la agitación como la salamandra en el fuego, pero su permanencia nacional está y estará siempre asegurada”. Ojalá el gran Galdós acierte en sus optimistas seguridades y predicciones, ya que actualmente observamos con honda preocupación un horizonte sombrío y cargado de negros nubarrones de enfrentamientos disgregadores. En España, detrás de la esperanza, siempre aplazada y nunca totalmente cumplida, del asentamiento real y fáctico de la convivencia democrática, está siempre presente el fantasma amenazador de las rupturas y las disensiones, haciendo real lo de “al perro flaco todo se le vuelven pulgas”. Ese fantasma trágico es la incomprensión sectaria de determinada clase política, que no cree en España y en su unión y solidaridad, siempre instalada en el aldeanismo demagogo y separatista y elucubrando cambios constitucionales o formas de Estado. Hay que repetirlo una vez más: Los experimentos con gaseosa.
    José Fuentes Miranda, Badajoz.

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  3. Desagradables e inquietantes, a veces incluso determinantes, pero siempre fácticas, reales. Mi opinión es que quien ignore o, peor aún, esconda la patología se verá condicionado a tener una idea muy equívoca y sesgada de sí mismo, de la naturaleza humana y de la vida. El asunto está en, como hacemos la mayoría, seguir mal que bien siendo razonables y no dejarnos vencer ni anular por ella.

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  4. Doctor Ontialis16 août 2018 à 14:15

    Médicamente el vértigo es una alucinación de movimiento, o sea, una percepción de desplazamiento o de caída, cuando no lo hay. Muchos mamíferos superiores están dotados de un "sistema vestibular", que referencia la orientación espacial, y de unos otolitos que informan de la posición de la cabeza. Todos envían información al sistema nervioso central y al periférico. Cuando se eleva del suelo a pulso a un gatito de unas semanas, el animal extiende las patas buscando un contacto con algo sólido y un centro de gravedad bajo, en una reacción que es difícil no calificar de angustiada. Referenciarse firmemente respecto a una base firme parece una necesidad genérica, que produce malestar si no se cumple. A veces, ciertos trastornos, ciertas drogas o incluso determinado conocimiento (como el de caídas o suicidios) puede estimular el sistema central y producir vértigo, sensación de movimiento, de caída, o de movimiento incipiente, a veces con tinnitus o acúfenos, sin causas exteriores reales. También puede provenir el vértigo de la propia estructura vestibular y un laberinto disfuncionales.

    La perpepción (falsa) de movimiento puede ser muy real y angustiosa, como casi todo el mundo ha experimentado durante los sueños de caída libre, tan comunes.

    La cercanía de sucesos traumáticos recientes, incluso referida, sin protagonismo, puede estimular el vértigo grandemente por la interacción constante de todos los niveles cerebrales. Imposible no citar aquí la obra Vértigo, de Hitchcock, que refleja a la perfección la angustia de la caída en la expresión del actor James Stewart.

    El vértigo, la patología, se puede tratar. El otro vértigo, el político, resulta un poco hiperbólico por comparación, y no tiene otro tratamiento que el voto.

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  5. "El vértigo del hundimiento de España", acuña Fuentes Quintana. Ahí es nada el ejercicio de rimbombancia. España hundida como el Titanic, como el Bismark, España-naufragio, España-pecio. Y no hundida por ninguna galerna, sino por un torpedo sañudo lanzado por la "incomprensión sectaria de determinada clase política, que no cree en España y en su unión y solidaridad".
    Pero hay grandes patriotas y grandes españoles que no han creído mucho en España. El patriotismo va más acorde con el verbo QUERER que con el verbo CREER. Ortega, Jovellanos, Buñuel, Larra, JRJ no me parece a mí que creyeran mucho en España y en los españoles. Y no digamos Valle-Inclán o Quevedo. Pero eran buenos y brillantes españoles. Cuando AT dejó dicho en este blog (magistralmente, opino) que era una lástima que no nos pareciésemos un poco más a los portugueses, no parecía exhibir una gran fe en España, sino bastante desengaño. Galdós en la cita que trae Fuentes Quintana, no es un dechado de fe, salvo en la mera supervivencia. Pero es que el propio comunicante (Fuentes) afirma: "En España, detrás de la esperanza, siempre aplazada y nunca totalmente cumplida, del asentamiento real y fáctico de la convivencia democrática"; y que me aspen en el madero más combado si esto es una expresión de sólida fe en España y en su futuro.
    En fin, todo esto me parece patético. A fin de cuentas, se trata de una retorcida práctica excluyente. Algo así como "estamos aquí los que tenemos fe, los creyentes, y vienen los sin-fe, los escépticos a fastidiar el plan". Un poco después podría venir "y por qué rayos tienen que votar esos descreídos", y un pasito más adelante "por qué tienen que existir", y un poco más tarde quizás las estrellitas amarillas cosidas en la chaqueta. Si uno quiere a su país es un patriota, Fuentes, crea en él poco, mucho o regular. Y para los que no creen, tan sectaria será la creencia de usted, ciega e inmune a las evidencias de las dificultades. "Sectario, demagogo, antiespañol"... en el uso político son meras pedradas desde hace mucho, perdieron su significado y ya no tienen una función semántica, sino meramente emotiva. Se las lanzan unos a otros y no valen para nada.
    Por cierto, señor Fuentes, ser patriota español también consiste (aunque sea en minúscula medida) en escribir "vértigo" con tilde. Sobre todo si va dos veces seguidas en la misma línea.
    Buen verano.

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    1. no sabe uno si es un buen o un mal español, un buen o un mal europeo; pero sí que querría ser un buen ciudadano, es decir, alguien que defiende la libertad y igualdad entre ciudadanos. y de eso estamos más cerca hoy que lo estuvieron nunca galdós, ortega o jrj, pese a lo mucho que trataron de impedirlo ayer los terroristas de eta y hoy los golpistas de guante blanco. por ser malos españoles ni siquiera tienen arrestos para ser buenos catalanes: tienen la posibilidad de liberar a sus presos, y no lo hacen, de mandar a sus mossos al frente de los cdr, y los emplean en labores de intendencia, poniendo carteles (ver art. de hoy de a.espada). bah, que diría baroja. lo mejor de todo está por llegar: el juicio, unas condenas, unos añitos de cárcel o de emigración. o mejor aún: el suplicatorio y la humillación del indulto.

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  6. “Muchas veces Alvarito iba a aquella terraza, después de pasar el claustro abandonado, y se quedaba allí, en el petril, contemplando muy abajo las aguas verdes del río y las piedras y los árboles de la voz.
    Desde aquella azotea, ante el sol claro, en aquel pueblo al cual no le unía nada, ni recuerdos, ni amistades, Alvarito pensó muchas veces en su vida. Le sorprendía el pensamiento de la inanidad de la existencia. ¿Qué sería de él? ¿Qué sería la vida? ¿Habría otra vida? ¿No habría nada y la muerte sería el sueño eterno? Si no había nada detrás, ¿tendría objeto el ser bueno? La bondad, el honor, la patria, ¿eran algo o no eran más que ilusiones? ¿Porque allí le sorprendía en estas ideas y no en otra parte?
    Estos pueblos, como Cuenca, en alto, tienen algo de atalayas, de miradores, y parece que al mismo tiempo que se puede extender la mirada por un paisaje físico, se puede también, por paralelismo, extenderla por un paisaje moral.
    El porqué de las cosas, el porqué de la vida no se le hubiera puesto como problema en un pueblo de poca altitud como Bayona; allí, en cambio, sobre la alta azotea de la catedral, se le planteaba casi constantemente.” P. Baroja, ‘La nave de los locos’.

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  7. Jose Fuentes Miranda26 août 2018 à 10:45


    “Soy liberal porque creo que lo primero es la libertad. Soy socialista porque creo que hay que velar siempre porque las libertades individuales no se ejerzan contra el bien común. Soy conservador porque estimo que sin un mínimo orden no puede haber ni libertad ni justicia”. Nadie, actualmente, se definiría como lo hizo Salvador de Madariaga; probablemente le tacharían de tibio y ambiguo. En la sociedad española de los últimos años sólo se conciben opiniones y juicios extremos y partidistas; se es de derecha o de izquierda, rojo o azul, siempre de un color político y social muy definido, incluso chillón. No se concibe el liberalismo, el eclecticismo y la síntesis en la ideología personal; sólo prevalecen los tópicos manidos, como los clásicos de que “la derecha sólo defiende a los ricos” o “la izquierda a los pobres”. ¿En qué zona ideológica situaríamos, en el año 2018, a Madariaga?. Marañón dijo que el ser liberal no es una política, sino un modo de ser. Los grandes liberales españoles pasaron a la historia y al olvido.


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  8. Señor Fuentes, Madariaga es, sin duda, uno de los grandes, uno de nuestros más preclaros liberales. Y en cuanto pueda voy a leerle más. Pero, en este caso, el concepto socialista no lo usa con precisión. El socialismo es, en lo sustantivo, que no se nos olvide, la negación de la propiedad privada, sobre todo, en lo relativo a los medios de producción. El socialismo ha devenido, en otra cosa (y cabe pensar que solo Mientrastanto); pero esto no es un asunto concluido y menos cuando no se aborda explícitamente. En cuanto al acuerdo de la libertad individual con el bien común es algo que ya está en la génesis del liberalismo, mucho antes que en el socialismo. Adam Smith ya sabía y propiciaba que, por ejemplo, las escuelas y los faros marinos los teníamos que pagar entre todos.

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