CUANDO iba a empezar a escribir este artículo sobre Roma, se publicaron unas declaraciones de su director, Alfonso Cuarón, en las que este deploraba que en España su película se viera subtitulada. Le parecía un abuso, y tiene razón, compartiendo como compartimos a uno y otro lado del océano una lengua común. Lo cierto es cuando la vimos esos subtítulos nos parecieron una extravagancia, y en muchos tramos un despropósito. Las palabras de Cuarón obligaron a Netflix a suprimir los subtítulos, pero también desviaron la atención del fondo de su maravillosa y originalísima película a otros aspectos, como los del doblaje o traducción. En las polémicas que siguieron se recabó mi opInión como traductor del Quijote al español actual.
Tiempo y espacio, de eso se trata. ¿El castellano del Poema de Mío Cid es el mismo que el nuestro? En menor medida que el castellano del Libro del Buen Amor o que La Celestina, y el del Quijote, en mayor medida que estos. El de Mío Cid está más cerca de una lengua muerta, que de una lengua viva. Compartimos con esas obras el espacio, puesto que fueron escritas en España, pero no el tiempo. Con Roma sucede al revés, compartimos el tiempo, pero no el espacio, ya que es una película mejicana. De haber sabido leer, Sancho Panza, habría entendido el Quijote sin el menor problema, pero Alonso Quijano, de haber vivido hoy, no hubiera podido hacerlo sin miles de notas, con esfuerzo y sucesivas trabas. En el primer caso, Sancho hubiera leído una obra con la que compartía espacio y tiempo, y en el caso de Alonso Quijano, de vivir este ahora, otra con la que sólo compartiría el espacio, pero no el tiempo. Por eso Shakespeare, Dante o Montaigne cuentan con traducciones al inglés, italiano o francés actuales, porque las lenguas vivas llevan su camino adelante y dejan atrás obras cuya lengua va poco a poco quedándose sin savia, exangües. Los españoles por fortuna podemos ver Roma y disfrutar del suavísimo y musical acento mejicano. El acento en una lengua es su perfume, y, cierto, a veces hemos de sacrificar este en beneficio de la comprensión. No es el caso de Roma, que podrá ver cualquier hispanohablante en su versión original sin subtítulos, porque compartimos lo principal: el tiempo. A los que ponen fronteras sólo les interesa el espacio, y suelen vivir fuera del tiempo.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 10 de febrero de 2019]
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