EN el curso de la conversación sobre diarios de la que se hablaba en la anterior entrada de esta hflexia, publicada y emitida ya en El País, recomendaba uno los Diarios de David Perlov, que dieron lugar a estas dos cartas, de Miriam Moreno y de uno mismo, a quien nos los descubrió, Jonás Trueba, y a la contestación de este.
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Querido Jonás:
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1,
Querido Jonás:
Tan solo unas palabras para comentar el Diario de Perlov que hemos visionado en distintas etapas, pero con sumo gusto. Me ha parecido de una sobriedad estilística admirable o, como hubiera dicho Gaya, un relato “sin estilo”, contenido, sin exhibiciones sentimentales, frío y cálido a la vez. Eso que es tan difícil. El testimonio del vivir sin estridencias ni egolatrías, sin extraviarse en discursos teóricos, sin imposiciones doctrinales ni alardes estéticos o intelectuales. Más bien al revés: su naturalidad puede confundirse con un mero enunciado y sin embargo esta “mínima biografía” es como la punta de un iceberg, hecha de pinceladas que sin pretender abarcarlo todo, son fragmentos que insinúan y sugieren la máxima profundidad. Unas escenas que si parecen improvisadas o inacabadas, logran en cambio entregarnos con sencillez una verdad. La pura vida.
Yo diría que el testimonio, a medida que avanzan los años, se va haciendo cada vez más denso. La interrupción de su trabajo en la Universidad; su proyecto incomprendido; su decepción; las ilusiones perdidas; el desánimo; la enfermedad o la depresión de la que únicamente nos confiesa la tristeza que le arrebata las ganas de vivir y de enfrentarse al rostro de las gentes. En ese estado solo tiene fuerzas para filmar un paisaje urbano desierto. La desolación. En contraste hay otras imágenes que transmiten una felicidad serena como las de la amiga de Mira interpretando música brasileña en el piano; la cara angelical del niño; el retrato de la chica armenia cantando. Pero también las de los personajes centrales como los de sus hijas Yael y Naomi con sus pequeñas historias o los planos “robados” a Mira. En general, llama la atención su interés por la figura humana. Todo un Dramatis personae en los retratos de sus familiares, amigos y colaboradores, de sus alumnos, de los niños, de las limpiadoras, de los conductores y de la gente sencilla en general. Y cuando se asoma a los barrios más deprimidos, declara su propósito de “no filmar ni la miseria ni la opulencia”. Otras veces su mirada es como la del antropólogo que irrumpe en las fiestas populares y las procesiones. Hay una aproximación al hecho religioso, con presupuestos laicos y la cultura hebrea como telón de fondo que capta el sonido cotidiano de los predicadores de la radio y se extraña ante la imagen lejana de una Virgen, la misma que asociaba con la muerte cuando era niño.
Su cosmopolitismo entre Tel Aviv y París, entre Oriente y Occidente, entre Europa y América se expresa en casi tantas lenguas como personas: el hebreo, el árabe, el armenio, el francés, el alemán, el portugués, aparte del inglés del narrador. Y Sao Paulo, su ciudad de ida y vuelta, crisol de culturas. Al regresar allí después de tantos años, en la madurez, siente el peso del tiempo al verla transformada. El reencuentro con su hermano, su deseo de reapropiarse de aquellos lugares que fueron tan suyos como la Estación de la Luz o los tranvías que le traen tantos recuerdos de la niñez. También aparecen tranvías en Río de Janeiro, la ciudad mítica de la belleza, allí donde nació, el verdadero paraíso. Qué imágenes tan luminosas. Pero en la última parte, la de 1983, comprendemos que su periplo es un viaje a la infancia. La evocación de los muertos: Miguel, Dona Guiomar, La muda… Finalmente, la visita a Belo Horizonte donde aún palpita la tragedia que le separó de Ana, su madre allí enterrada, con su nombre mal escrito en la lápida.
Precioso epílogo en Lisboa con el plano del último tranvía que sube una cuesta imposible, sin aliento apenas.
Volveré a visitar estos diarios, estoy segura. Gracias por el regalo.
Mil besos,
M.
2,
perlov: creí que te había dicho algo ya. miriam sé que te escribirá. volvió a ver el último capítulo, el brasileño y portugués. a mí es el que más me ha gustado de todos, el que tiene una mayor temperatura sentimental. es emocionante el reencuentro con sus amigos, sus muertos, su infancia.
tienen muchísimo encanto la precariedad del 16 mm., el color, el titubeo.
la única objeción, por ponerle alguna: como ese diarista al que se refiere unamuno (amiel), parece vivir sólo para el diario, para filmarlo. y eso hace que parezca que el diario es más importante que la vida, cuando no es más ni menos, es la vida. tampoco se ahorra la queja (pero para eso llevamos diarios; si no podemos quejarnos en nuestro, qué porquería de diario sería).
pero, bueno, está lleno de detalles maravillosos.
y una lección: si se tienen los ojos abiertos y va uno atento, la poesía se revela sola.
en una charla para el país que se emite, creo, la semana que viene (sobre diarios, con héctor abad, elvira lindo, laura freixas y yo, moderados por javier rodríguez marcos), hablé de los de perlov y de que tú me los habías descubierto.
sigue bien
abrazos
y 3
Querida Miriam, y querido Andrés que mantengo en copia
Mil gracias por este regalo en forma de análisis de los Diarios de Perlov, de tantas sensaciones, tantas intuiciones tan buenas y valiosas. Me emociona mucho que hayas podido sacarle tanto provecho y que te hayas animado a dejarme algo de todo eso por escrito. Andrés ya me había compartido algo de sus propias impresiones. Sin duda da para mucho hablar y pensar. Yo llevo años dándole vueltas a estos diarios, como le decía a Andrés, los uso siempre en mis clases, cuando doy talleres con jóvenes aspirantes a cineastas, siempre empiezo con fragmentos de los Diarios de Perlov, no he encontrado nada más estimulante y honesto, que hable así, de forma tan directa y limpia, de lo que es o puede ser el cine, el cine posibilista, como yo suelo llamarlo, el que se hace con lo que se tiene y no con lo que no le gustaría tener a uno y no tiene (que es la gran mayoría del cine que se hace, cine que es tantas veces un quiero y no puedo). El cine es el arte más materialista que existe, se hace con la cámara, y con el micrófono, pero también, demasiadas veces, con demasiadas cosas. Y cuando algunos cineastas lo reducen a los mínimos elementos, es decir, la cámara, el micro y poco más, lo que uno tiene cerca, por ejemplo la familia, la persona amada, muchas veces ahí se ha hecho el mejor cine.
Es verdad lo que dices, que puede confundirse con un cine de enunciado, porque es didáctico y sencillo, pero lo es en el mejor sentido, en el cristalino, de la intuición, de las verdades que se van revelando. Es un cine hecho a base de renuncias, también, pero creo que todos los grandes cineastas parten de una renuncia. Eso lo decía Truffaut para describir a los cineastas que admiraba y de paso explicar una esencia del cine. Decía que Hitchcock, por ejemplo, renunciaba a la verosimilitud de la realidad en busca de una verosimilitud cinematográfica; que Rossellini renunciaba a la perfección de estilo en busca del encuentro con lo real, que Bresson renunciaba a los actores para alcanzar la verdad del cinematógrafo... y así, cada uno con su renuncia... Yo creo que Perlov renuncia al cine narrativo o comercial, como dice al principio, par encontrarse con un cine íntimo, casero, a tientas, y sin embargo, de nuevo, más verdadero y genuino. A mí me cambió un poco la vida, la manera de pensar el cine, cuando encontré estos diarios. Algo después llegué a escribir este textito, cuando me pagaban por escribir de películas!:
Ahí menciono a Mekas, otro de mis cineastas clave. He pensado mucho estos días en enviaros parte de sus películas, y sin duda voy a hacerlo. Son también una especie de Diarios cinematográficos, pero son algo muy distinto, el pulso con la cámara es otro, mucho más impresionista, aleatorio, más poético y más cálido tal vez...
Pero antes quiero regalaros otra película muy distinta. Salir del género del diario y volver a la ficción. A una película más clásica, narrativa, una ficción... Es una película taiwanesa, del año 2000, dirigida por el gran Edward Yang. Es la única película de esta cineasta que llegó a estrenarse comercialmente en España, pero no sé si llegaríais a verla, tal vez sí y entonces este regalo tiene menos gracia..., pero me arriesgo, por si acaso. Es una película que necesito que vean todas las personas que quiero y admiro, así que no me puedo resistir a compartirla con vosotros.
Eso sí, es larga, tres horas. Pero esta sí es para ver de un tirón. Me lo vais a agradecer, creedme: un día tranquilo, empezando pronto después de cenar sería lo ideal. Con un vino tal vez. Es la historia de una familia. No pasa en ella nada extraordinario, pero creo que de nuevo la vida vuelve a aparecer de forma milagrosa. Es la película de un cineasta sabio, en plenitud. Edward Yang la filmó con cincuenta años, en plena madurez, sin saber que sería su última película, porque murió de cáncer algo después... Así que Yi Yi (que en chino mandarín es como "Uno tras otro", y veréis que tiene que ver con la repetición en los gestos familiares...) fue su testamento, y en realidad parece que no podría ser de otra manera, ya veréis...
Aquí os dejo un un enlace
Me ha ce mucha ilusión compartir cine con vosotros, película importantes, que creo que ayudan a vivir mejor. Ojalá esta la disfrutéis mucho también.
Gracias Andrés por recomendar a Perlov en Babelia, me hizo mucha ilusión, muy generoso por tu parte y además seguro que anima a mucha gente a descubrirlo.
Muchos besos y abrazos,
J.
Pd. Sería bonito que publicasen algo de Perlov en tu blog. Estoy seguro que muchos de los que te leen van a tener curiosidad. Lo cierto es que no están disponibles gratis online, como decías en el audio del país, pero se compran en una web francesa de una distribuidora maravillosa que edita cosas muy especiales. Yo se lo compré a ellos hace años, es una caja con 6 dvd, de ahí saqué los archivos que te envié. Veo que se mantiene el mismo precio de entonces, 70 euros: https://re-voir.com/shop/en/50--david-perlov
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