HABRÍA sido lo primero que se hubiera tratado en clase, de haber seguido abierta la Academia Preparatoria Juan de Mairena: la falacia de quien pretende imponer el criterio según el cual, con los medios actuales, cualquier cosa puede gobernarse desde cualquier lugar, al tiempo que exige que quienes vayan a ejecutar tal criterio acudan en persona a tratar de ello. Que el prófugo de la justicia Carles Puigdemont y el presidente del Parlamento catalán no hayan celebrado su reunión por videoconferencia, y el primero haya exigido la presencia del segundo en Bruselas, es la prueba de que ni Puigdemont ni nadie podría desde Bruselas gobernar nada, ni mucho menos una jaula de grillos separatistas, muchos de estos, psicópatas.
Se comprende, pues, que el Estado trate de impedir ahora que el prófugo salga de su holograma, entrando en España, ya que fue incapaz de impedir que saliera de ella.
Y en esto está la política española hoy, en una película de Fantomas, concretamente aquella de Fantomas lleva la batuta (Fantomas mène le bal).
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