CUANDO escribo estas líneas no sabe uno si nuestros hijos, que viven extramuros, quiero decir fuera de “la almendra” que la siempre cursi autoridad municipal ha dibujado sobre el plano de Madrid, podrán venir a visitarnos en sus coches o tendrán que hacerlo en patinete. De la noche a la mañana Madrid se ha llenado de patinetes. Le dan a la ciudad un aspecto bastante cómico y futurista, con todas esas gentes tiesas como estacas driblando o atropellando peatones a gran velocidad. Recuerdan un poco a Jacques Tati. Pero el aspecto de las cosas da un poco igual en este caso. Me refería únicamente al hecho de que en muy pocos meses es probable que Madrid cambie de forma radical su morfología y, como consecuencia, también el comportamiento y hábitos de sus vecinos.
Detesta uno los artículos municipales, los escriba Larra o Mesonero, Répide o Umbral. No conducen más que a unas nostalgias de manivela. Vivimos desde hace cuarenta años en el centro de la ciudad. En los bajos de nuestra casa hubo un tugurio en el que se vendió la primera heroína de Madrid y en nuestra calle no eran infrecuentes las balaceras de madrugada. Los chaperos que hacían la esquina no ganaban los pobres para sustos. Desaparecieron los gánsteres al mismo tiempo que la panadería, la lechería, la mercería, los ultramarinos y una taberna que daba de comer a los obreros y empleados modestos que trabajaban por la zona. El barrio fue llenándose de tiendas y restoranes caros, las inmobiliarias empezaron a comprar las casas antiguas y vaciarlas y donde había ocho viviendas se las ingeniaron para sacar cuarenta apartamentos de lujo, por suerte comprados o alquilados de inmediato en su mayoría por pijos, quiero decir que el número de sobresaltos y delincuentes ha disminuido, cosa que agradecemos a una gays y vecinos. No obstante, aparcar en la calle se ha convertido en una tortura diaria, por lo que los negocios de parquins han subido como la espuma. Lo vecinos nos hemos visto obligados a contratar una plaza fija (300 €) o a perder dos horas diarias dando vueltas a la manzana, y desquiciarnos durante otras dos o tres. La autoridad municipal, driblando y atropellando los derechos de muchos, asegura ahora que arreglará de una tacada muchos problemas derivados del tráfico. ¿Lo hará? Hablemos ahora de la maldita almendra. (Continuará)
[ Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 2 de diciembre de 2018
La medida es extrema, como corresponde a la época preelectoral. Hubiera resultado más convincente de haberse puesto en marcha de forma paulatina, por anillos concéntricos. Tal vez necesitase ser avalada por un referéndum que sondease la opinión de los madrileños, que son quienes la experimentarán. Mientras tanto, los patinetes y sus zombis pilotos continúan amedrentando a los viandantes por las aceras. Quizá haga falta otro muerto para que se urja su defensa. Y todo para que dos o tres empresas ganen mucha plata. Por un lado represión municipal en busca del bien de la ciudad y por otra manga ancha que no encuentra justificación. Tendría gracia que finalmente Vox accediera a la alcaldía y suprimiera almendras y patinetes. Como en épocas de la añorada república, habrá que ir acostumbrándose a medidas contradictorias cada seis meses. Gracias a los independentistas, a los errores del PP, a la retórica podemita y a las frivolidades del emulo de ZP, ha renacido de ultratumba la extrema derecha de nuestro infausto recuerdo. Cómo nos cuesta aprender del pasado.
RépondreSupprimerNo le acabo de entender, señor Trapiello. Usted es liberal, le he leído defender aquí que no seamos aldeanos, que se deje en paz al turismo que se aloje donde quiera, y si el alquiler de pisos sube y los oriundos tienen que huir a las eras de Alcalá, pues mala suerte. Generalice, don Andrés. Si el turista o el vecino quieren ir en patinete y enredar el tráfico, son muy libres de hacerlo, y no tiene que venir ninguna ridícula autoridad municipal a coartar libertades. ¿Algún accidente? Bueno, puros efectos colaterales. Igual que el efecto colateral de que le echen a uno del piso de Noviciado en el que vive. Lo llaman coherencia.
RépondreSupprimerpor supuesto: ¿y qué es eso de poner semáforos en las ciudades? ¿y obligar a vacunar a los niños? ¿y defender a los más débiles? nada nada, hay que ser coherentes y liberales: no más ley que la de la selva, pasando, por supuesto, por el derecho a decidir. sólo faltaba. atte., yendo de romería camino de Damasco.
SupprimerQué le echen a usted de ese piso es lamentable.
SupprimerPero mezclar churras con merinas asomándose a un foro para soltar tantos despropósitos también lo es.
El drama de la vivienda en España no lo soluciona la derecha, pero la izquierda tampoco.
Y quién habló aquí de derecha o de izquierda? Eso sí que es despropósito!
RépondreSupprimerSe habló de la tolerancia con los turistas para echar a la gente de sus casas y de la intolerancia para que anden en patinete. No está claro que lo segundo sea más grave que lo primero, verdad?
El discurso del compañero es el genuino de la izquierda. O sea, pura cultura. Un saludo, compañera.
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