VOY a hacer por primera vez algo que llevo queriendo hacer toda la vida: voy a hablar de un libro que no he leído. Los críticos literarios lo hacen cada semana. Además se trata de un libro que tampoco ha escrito su autor, y de hecho es la segunda vez que este publica un libro que se lo han escrito otros. Sus jayanes defendieron aquel con un argumento admirable: tras pasarlo por los detectores, el plagio era inferior al 20%. D’Ors, nuestro Oscar Wilde del Penedés en lo que a grandes frases se refiere, dijo que lo que no es tradición es plagio, pensando en que el plagio sólo vale si va seguido de asesinato. «Señor Juez, de las cien puñaladas del interfecto, reconozco como mías menos de veinte»; «Bien, queda usted absuelto». A Pedro Sánchez le absolvieron de aquel crimen, y le absolverán de este. Porque así como nunca supimos los negros que le escribieron el «sobresaliente cum fraude» de su tesis, en este segundo libro se ha curado en salud, y sabemos que la negra que se lo escribió es la prófuga que se cargó Upyd, hoy por hoy la autora mejor pagada de España (con más de cien mil euríbores de sueldo a cargo de los Presupuestos Generales de Rajoy).
¿Fue ella la responsable del ya célebre gazapo (“«Decíamos ayer», como dijo San Juan de la Cruz en Salamanca”)? Uno es indulgente con los gazapos (el que esté libre de ellos que tire la primera piedra), pero no con la cursilería. ¿Será Sánchez un cursi? No sabe uno qué pensar de sus rayban, sus camisas entalladas o sus pantalones ceñidos, ni tampoco de su cursilísima vicepresidenta... Pero hablando de sí mismo o de sus logros (y no digo al escribir, porque se lo escriben otros), hay que reconocer, sí, que es un cursi que le pone a uno perdido de mermelada. Al presentar este su segundo empalagoso bodrio, en pleno embolismo electoral, repitió hasta tres veces, como cualquier Judas: “Esta es mi verdad”. O sea, “esa frase puede que sea de fray Luis de León, o no, pero para mí es de San Juan de la Cruz; esta es mi verdad”. Las encuestas lo dan como ganador en las próximas elecciones. Natural. La cursilería tiene muchos más partidarios que la sencillez, y entre caballo y corcel, la gente se queda con corcel. Por eso uno se encoge de hombros, como Baroja, cuando ve que Sánchez trata de ponernos a todos sus adversarios a los pies de los corceles.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 24 de marzo de 2019]
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