ESTA es la imagen: han llevado el buque, un gran trasatlántico, contra el muelle. Lejos de aminorar la marcha cuando se estaban aproximando, lo han acelerado. Habían prometido a quienes viajaban en él que a medida que llegaran a tierra el barco saldría volando: ¿quién puede juzgar un sueño? Necesitaban la aceleración para un despegue espectacular, sin precedentes: «Apreteu, apreteu!», o sea, «¡A toda máquina!». Naturalmente el barco se empotró contra el cemento, embistiéndolo con furia de cabra hispánica, pero pese a los desperfectos en proa y casco, el buque sigue a flote. Algunos han pedido al capitán que suelte el timón para llevar el barco a astilleros y repararlo, pero él y la oficialidad, incluso parte de la marinería, han declarado que si no vuela, ya sólo sirve hundirlo. Y en eso andan metidos ahora, intentando barrenarlo para llevarlo al fondo, mientas cantan a coro aquellas palabras que pronunció Giménez Caballero al entrar con las tropas de Franco en Barcelona: «¿Cataluña? La maté porque era mía».
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