27 mars 2013

Igual que cosmonautas muertos


ES sabido que la filosofía se presta a defender una cosa o la contraria, y todo con argumentos sólidos, tanto en asuntos de mayor cuantía (negar o afirmar la existencia de Dios, por ejemplo), como a prestidigitaciones sólo en apariencia recreativas (probar o no que el sillón en el que está sentado mientras lee estas líneas, desaparecerá en cuanto usted salga de la habitación y cierre la puerta).  Así, es sabido que Sócrates se negó a dejar por escrito ni una sola de sus doctrinas, que debemos a la aplicación de Platón. A Gilles Deleuze, el filósofo francés, le hemos oído  confesar con desaliento, por el contrario, la sensación de “suciedad” que le dejaba la palabra hablada, abundando en algo que JRJ expresó muy bien en uno de sus aforismos:“No siento nunca tristeza mayor que después de haber hablado mucho”.

Durante siglos se pedía del escritor principalmente que escribiera. Mucho o poco venía determinado por la naturaleza y caudal de su estro. Con el tiempo se le sentó a la mesa de poderosos más o menos ondulados, reclamándole que el ingenio que desgranaba en sus libros amenizara también a los comensales (memorable la respuesta de D’Annunzio a una jamona fantasiosa que le había preguntado qué pensaba del amor: “Señora, lea mis libros, y déjeme cenar”; y deducimos que la mujer era jamona y fantasiosa, porque probablemente si hubiese sido una náyade, D’Annunzio, con una chispa incandescente en sus ojillos sátiros, se habría vuelto hacia ella y le habría dicho: “Joven, me alegra que me haya hecho esta pregunta”). De los banquetes a las conferencias sólo había un paso, y de estas a las interviús periodísticas, medio. En la actualidad la tortura suele ir asociada, y si uno da una conferencia, además le suelen entrevistar, por lo general reporteros que se presentan cinco minutos antes: “Siento mucho no poder quedarme a tu conferencia, ya sabes cómo va esto. ¿De qué vas a hablar?”, le dicen con el mayor candor, mientras le acercan a la boca una grabadora.

Cuando los escritores se habían ya resignado a tener que hablarle a una grabadora, aparecieron las nuevas tecnologías. Gracias a ellas, las palabras que, primero, habían nacido para que se las llevara el viento y luego para que se borraran a los dos o tres días, quedaban registradas, clasificadas y lanzadas convenientemente al espacio, para una eterna órbita sin retorno posible. Lo único que podía tener de encantador el hablar en público, la espontaneidad, la sinceridad y la efusión, quedó cercenado de raíz, ante el terror de que errores, lapsus involuntarios, hipérboles o efusiones justificadas sólo por la pasión del momento se queden en el espacio igual que cosmonautas muertos. La sola idea de que cualquier error, eternizado en internet, nos sobrevivirá, es más de lo que una persona sensata puede sufrir. ¿Qué hacer entonces? Se suponía que esta aplicación del adelanto era una mejora, pero a mi modo de ver es una gran peora, pues al final, sabiendo que nos espera la eternidad, uno empieza a medir tanto sus palabras que se diría que hablamos en mármol, el lenguaje por excelencia de los muertos, quienes, por cierto, siempre dicen las mismas cosas, todos ellos.
   [Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 24 de marzo de 2013]

9 commentaires:

  1. El lenguaje escrito es muy superior al verbal, porque favorece la reflexión y el rigor (frente a la espontaneidad e improvisación del lenguaje oral, en que a menudo decimos ocurrencias que de pronto vienen a la cabeza). Escribir lleva a pensar mejor las cosas. Creo que era san Agustín quien decía que sólo se conoce aquello que se escribe. Probablemente nos iría mejor si nos comunicáramos siempre por escrito, y no de palabra, e incluso si sólo pensáramos por escrito.

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  2. Los antiguos no profesaban nuestro culto del libro –cosa que me sorprende; veían en el libro un sucedáneo de la palabra oral. Aquella frase que se cita siempre: Scripta manent, verba volant no significa que la palabra oral sea efímera, sino que la palabra escrita es algo duradero y muerto. En cambio, la palabra oral tiene algo de alado, de liviano; alado y sagrado, Todos los grandes maestros de la humanidad han sido, curiosamente, maestros orales.
    BORGES, Jorge Luis. Borges oral. Madrid, Alianza, 1998

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    1. La palabra alada y liviana correlato del pensamiento vivo. Hermoso voto de confianza depositado en el ser humano. El espíritu del verbo no tiene por qué disminuir por no traducirse en escritura, al contrario, la posible precariedad es su fuerza.

      Puede resultar falsa la dicotomía entre oralidad y escritura. Los diálogos de Platón, aunque nos han llegado escritos, son esencialmente expresión oral fluctuante y dramatizada, incomprensibles fuera de ese ámbito de la palabra hablada.

      El pensamiento se expresa y modifica precisamente en presencia de la contrastada palabra oral. En la filosofía anterior a Aristóteles no es norma la prosa enunciativa y Platón la rehúye en sus diálogos: allí todo es duda irónica y corrección de posturas sobre la marcha.

      Lo sustancial es la palabra, y cuando es auténtica los límites de sus formas de expresión pueden difuminarse y desaparecer.

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  3. Pues con todos los respetos al comentarista anterior y a don Jorge Luis, me permito apuntar que las palabras orales son fácilmente manipulables y corruptibles, mientras que las escritas no lo son tanto.

    Fijémonos en lo ocurrido con Jesús de Nazaret. Lleva razón Borges cuando dice que no escribió nada (bueno, escribió algo en la arena cuando lo de la mujer adúltera, pero "gone with the wind"). Y por eso su doctrina ha sido adulterada con tanta facilidad.

    Si Jesús hubiera escrito textos, su doctrina habría permanecido con más fidelidad. Pero como no escribió, pues estamos a merced de quienes sí escribieron: Juan, Lucas, Marcos, Mateo... y -sobre todo- Pablo de Tarso, quien escribía en latín, griego y arameo (no es coña: era trilingüe) y adulteró por escrito (cartas a los gálatas, a los efesios, a los tesalonicenses...) el mensaje de Jesús en los tres idiomas.

    Respecto de Siddartha Gautama Buda y de Mahoma, que tampoco escribieron "nothing de rien", supongo que habrá pasado 3/4 de lo ídem.

    Así que más les habría valido coger punzón, papiro, pergamino o lo que fuera, y haber puesto por escrito sus ideas.

    (Je m´ en vais en vacances, mais zUmO dE pOeSíA continúa abierto con entradas programadas. Au revoir)

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  4. Recuerdo que Bukowsky daba las conferencias borracho, sus imágenes son un clàsico de la literatura y forman parte de la cultura punk sin olvidar el calibre del celebre escritor . No me trago una conferencia ni harto de grifa pero oir una de Poe , Tolstoi y un mogollón mas me parecería un regalo que solo cambiaría por una gran final de fútbol , pero no por un gran concierto u otro acto artístico , se aprende mucho oyendo hablar a Borges, Cortazar o Josep Plá , aunque esto depende de cada uno .
    Se cumplen 100 años del nacimiento de Alexander Solzhenitsyn , uno de los grandes del siglo XX , cuando salió Archipiélago Gulag se encumbro y en España más que olvidado es desconocido , que es lo grave .
    Saludos

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  5. "Aprender otra vez a hablar. A los cincuenta y siete años aprender no un idioma nuevo, sino aprender de nuevo a hablar. Tirar por la borda los prejuicios, aunque al final no nos quede nada. Leer otra vez los grandes libros, no importa si los leímos o nunca los leímos. Escuchar a la gente sin dar consejos, sobre todo a la que nada tiene que enseñarnos. No reconocer jamás a la angustia como un medio para la realización. Combatir a la muerte sin proclamar el combate. En una palabra: valor y justicia."

    ELÍAS CANETTI.

    Buscar de nuevo la palabra originaria perdida, hablada o escrita, que a la postre lo mismo da cuando verdaderamente lo es.

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  6. La oralidad pertenece a la esfera del mito. Para su exégesis, la escritura.

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  7. Elías Canetti , que grande , siempre con la verdad añadida , seguiré esos consejos . La espiritualidad que te da leer a los genios es adictiva , te ayuda a superar lo malo , da optimismo y aumenta la compresión .
    Juan Ramon : " Creé más de lo que podía recrear , esa es mi tragedia "
    Saludos .

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  8. De la caña judía de ayer, no muy del gusto del dueño de este almanaque en su Salón, unos trocitos más si él lo permite. Algunas citas del señor Canetti pueden enervar pero otras no. Ahí van, enlazadas más bien al azar.

    EL QUE NO SOPORTA máscara acústica alguna, solo murmullos. Ese soy yo.

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    LO MÁS IMPORTANTE es hablar con desconocidos. Pero hay que ingeniárselas para que ELLOS hablen, y el papel de uno es hacerLES hablar.

    Cuando a uno esto le resulta imposible, ha empezado la muerte.

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    NADA PODRÍA INTERESARLE MÁS que un individuo que ha callado toda su vida. Pero quisiera encontrarlo en el momento en que comienza a hablar.

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    UNA SOCIEDAD en la que cada uno enseña a hablar a un animal, que luego habla por él; pero el que ha enseñado al animal enmudece.

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    LOS ANIMALES son seres más extraños que nosotros sólo por razón. Porque tienen las mismas vivencias que nosotros, pero no las pueden contar. Un animal que hablara ya no sería superior a un hombre.

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    UNA SOCIEDAD en la que cada uno sólo habla abiertamente al otro sexo; los hombres a las mujeres, las mujeres a los hombres; pero no un hombre a otro hombre, o una mujer a otra mujer; en todo caso sólo a escondidas, sin que nadie les vea.

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    “DIÁLOGO”, dicen los que quieren hablar.

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    HABLA sin parar, hasta que todo se deshace.

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    CUANDO no tiene nada que decir, deja hablar a las palabras.

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    ÉL come callos y habla al mismo tiempo de Baudelaire, con la Ilíada bebe leche y ronca con Dante.

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    CADA PALABRA que pronunciamos es falsa. Cada palabra que escribimos es falsa. Pero ¿qué hay sin palabras?

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    TARDÉ BASTANTE TIEMPO en convencerme de que no hay idioma feo. Hoy escucho cada uno como si fuera el único, y cuando me entero de que alguno está en vías de extinción, me estremezco como si de la muerte de la Tierra se tratase.

    No hay nada comparable a las palabras; su deformación me atormenta como si fueran criaturas sensibles al dolor. Un escritor que no sepa esto es para mí un ser incomprensible. Pero un idioma en el que no esté permitido formar palabras nuevas corre el peligro de asfixiarse: me produce opresión.

    ***

    QUÉ INSEGUROS VIVÍAMOS SIN EL TELÉFONO. Durante mucho tiempo no sabíamos nada. Y, sin embargo, no se ha reducido la angustia ante el destino de ciertas personas. Quizás es más grande, porque cada llamada inútil la vuelve más intensa. La muerte es tan vertiginosa como una llamada telefónica. El carácter instantáneo de las comunicaciones nos recuerda siempre a la muerte. Lo que debiera tranquilizarnos se convierte en el terror.

    ***

    NO hablo conmigo mismo aunque escriba con vehemencia. ¿Con quién hablo yo?

    ***

    LOS hombres hablan demasiado en el purgatorio; en el infierno, callan.

    ***

    NO HABLAR MÁS; sin decir nada, poner las palabras unas al lado de otras y mirarlas.

    ***

    LAS VOCES ME IRRITAN. Todo lenguaje hablado me irrita. Pensé que era el mundo de Viena. Pero no sólo es Viena. Yo soy el que sólo soporta murmullos, el que no soporta máscaras acústicas.


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