TUVO lugar ayer en Mapfre una conversación entre Jesús Marchamalo, ideador del ciclo, y yo, a propósito de los libros en general y de los de mi biblioteca en particular, bajo el título que quise darle a nuestro encuentro: "Libros buenos, bonitos y baratos".
Decía Unamuno en su misterioso poema del armador de casas rústicas, o sea, el Cristo, que todo fue bien "hasta que al fin cayeron en un libro / ¡ay desgracia del alma!". Hablaba de sus parábolas y palabras mágicas, dando a entender con ello Unamuno que el libro es una desgracia en sí, necesaria sin duda, pero desgracia. En no otra cosa estaba pensando JRJ cuando dijo claramente: "No libro, obra". O sea, alcanzar aquel evolucionado estado de naturaleza –animal de fondo– al que nos llevase el cultivo, no la cultura.
Quienes le hayan oído o leído a uno algo sabrán qué pienso de esto. A saber, que cada día me gustan menos los libros, incluyo los míos, y que de los ajenos estas dos cosas son para mí una norma: "Libro que no has de leer, déjalo correr" y "Los libros que pueden cambiar nuestra vida, se venden en los kioscos y cuestan doscientas pesetas" (convertir a euros). En lo demás, JRJ, como siempre, puede marcar la pauta, aunque algunas de las afirmaciones que se reproducen a continuación podrían matizarse:
"Los que tienen bibliotecas numerosísimas y presumen
de leerlo todo, mienten. Tienen sólo una cultura superficial, de índice, de
mariposeo. Con lo que hay que hacer en el día –leer, escribir, correjir,
pensar, poner en limpio, estudiar idiomas, visitas a un museo, a un concierto,
a una mujer, a un amigo, comer, bañarse, pasear algo, dormir– no hay tiempo
para leer sino bien pocos libros".
"Para leer muchos libros, comprar pocos".
"En edición diferente los libros dicen cosa distinta".
"Ninguna edición de lujo, nada de príncipes, ni de
ediciones de filólogos. Cada libro, sin notas, en la edición más clara y más
sencilla.
La perfección formal del libro. El libro no es cosa
de lujo... Eso es para los que no leen. Material escelente, seriedad y
sobriedad".
"Bien presentado, lo bueno es mejor, lo malo, peor.
Absténgase el descuidado de ediciones lujosas".
"La obra debe
corresponder a su plena presentación. Si una obra impresa bellamente no
corresponde a su forma impresa, si no se sostiene en ella, ni deshace su forma
(Pío Baroja, Antonio Machado, Azorín), no es plena"...
"Detesto
y me parece cosa de tontos eso de las “primeras ediciones”. No me cuidaría
nunca de buscarlas. A mí las que me interesan son las “últimas”, las
“definitivas”.
"Una
señora norteamericana, militara, caballista, nadadora, me dice con enerjía que
cómo, sin haber leído tal libro del autor de Los cuatro jinetes del Apocalipsis
–cualquiera de ellos, pues para el caso es lo mismo– podía decir que no tenía
valor poético ni literario.
Le
dije: Por su emanación.
Como
todas las cosas del mundo, los libros emanan su sustancia y no hay que leerlos
para valorarlos, a veces, cuando se tienen los sentidos aptos para la emanación
estética. La disposición de la caja, la cubierta, el título, el tamaño de las
palabras, etc., todo unido representa, súbitamente, su valor.
–Pero...
no le negará usted cierto valor...
El
valor... relativo no tiene ya en nuestra época, tan lleno de cascotes
literarios de todas clases, sentido alguno.
–Pero,
lea usted, lea usted los periódicos...
La
idiotez de los periódicos se manifiesta especialmente a la muerte de los
hombres y las mujeres más o menos famosos. En la muerte de este autor los
periódicos han escrito otra novela tan Villa Fontana Rosa, tan cursi, tan
vacía, como todas las suyas".
JRJ a Ricardo Gullón: “Darío, inculto de libros, era de una
receptividad extraordinaria. No leía; le bastaba oler los libros, y el olor le
daba sugestiones, sugerencias”.
"Hacer
libros. Una dicha equivalente a los amores de la adolescencia, en las tardes de
campo, a la lírica estrellación de las noches de verano. Hacer libros... Si yo
me quedara pobre del todo alguna vez, sería —con mi misma alma— rejente de
imprenta con baño, o contador de papel blanco, o encuadernador. Así podría
soñar hasta con las manos, todo el día, en un taller que tuviera grandes
ventanas al cielo y mucho papel blanco y letras latinas... Sobre todo letras
latinas. Esas erres, esas os, esas jes maravillosas... sobre el papel blanco,
blanco... ¡Trabajo dulce, cotidiano!".
"El
tipo de letra –tipografía– no es más que un soporte de la palabra. Todo lo que
sea adobarla es distraerla. España, tipos claros; ingleses, elzevirianos.
Ortega, tipos alemanes, redondos, pesados, cuadrados".
“Quise
renovar la tradición elzeviriana de Ibarra”, le dirá años después a Ricardo
Gullón; “para oponer a la plaquette francesa, que entonces estaba introduciéndose,
busqué en varias imprentas matrices como las de Ibarra e impuse su uso”.
“No
importa mucho tener la obra literaria de los otros en ediciones modestas aunque
serias, sencillas, claras, que no sean las mejores materialmente consideradas;
puesto que estas ediciones pueden existir hechas por otros en otras partes. Lo
esencial en este asunto gráfico es que cada uno haga la mejor edición posible,
nunca lujosa, de la obra ajena o de la propia; y pensar que si no nos es dado
hacerla a nosotros, nadie la haría como nosotros”.
“Bueno es dejar un libro grande a medio leer,
sobre algún banco, lo grande que termina; y hay que darle una lección al que lo
quiere terminar, al que pretende que lo terminemos. Grande es lo breve, y si
queremos ser y parecer más grandes, unámonos sólo con amor, no cantidad”.
“Malditos los que, en lo futuro, hagan de mi obra unos libros feos, sucios o recargados, superficialmente lujosos; los que no respeten mi orden y mi selección, los que los alteren en una coma voluntaria (…) ¡Maldito editor del futuro que editará mi obra feamente!”.
"TARJETA EN LA PRIMAVERA DE UN AMIGO BIBLIÓFILO. ¿Brentano's? ¿Scribner's? ¡Horror! No muchos tantos libros. Muchos –¿dónde? un libro".
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Las Viñas. Esperando el librero de viejo. 31 de agosto de 2008 |